viernes, julio 31, 2015

México en los Panamericanos Toronto 2015. Balance deportivo.


La actuación de la delegación mexicana en los Juegos Panamericanos de Toronto no puede calificarse como buena, a pesar de que superó, tanto en oros como en número de medallas, los resultados obtenidos en Río 2007, la última ocasión en que la justa se había desarrollado fuera del país.
 
¿Por qué decimos esto? Porque significa un alto en un proceso de crecimiento del deporte olímpico mexicano y porque, en el contexto del continente, han sido otras las naciones que han aprovechado el paulatino descenso del deporte cubano de alto rendimiento.

Ya en el análisis de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014, realizados en Veracruz, habíamos hecho notar que, tendencialmente, las ganadoras netas de la baja cubana (o de la normalización deportiva en curso) habían sido Colombia y Venezuela. En Toronto 2015, las ganadoras netas de esta caída fueron Colombia y Canadá. De hecho Brasil superó a Cuba en el medallero de Toronto, pero obteniendo menos oros que en Guadalajara 2011: simplemente la isla cayó más... y México quedó por primera vez detrás de Colombia, un país que sí le ha invertido al deporte olímpico (a través de un impuesto al uso de celulares).
Al hacer la evaluación por deporte, aparecen los claroscuros de costumbre, con el agregado de que, en casi todas las disciplinas en las que ha habido mejoría, ésta se refiere a algún atleta en particular, no a una nueva camada o generación que dé impulso al deporte en cuestión.

Así, por ejemplo, se lograron buenos resultados en aquellos deportes que nos dieron medalla en Londres. En clavados, México no repitió la hazaña chinesca de llevarse todos los oros, pero mostró que es el gigante de la región. 5 oros, una plata y 3 bronces que no parecieron, en días posteriores, reflejarse en el Mundial de Natación (donde, en vez del equipo México, compitieron bien diferenciados los equipos Ma Jin e Iván Bautista). En tiro con arco, gran actuación de los hombres y buena de las mujeres: 2 oros, una plata y un bronce, mejorando lo obtenido en Guadalajara (y otra vez, cayó el nivel en el Mundial inmediato posterior). En taekwondo, también México tuvo una mejor actuación que cuando fue local: 2 oros, 4 platas y un bronce (y nos había ido mal en el Mundial inmediato anterior). En futbol masculino trocamos el oro por la plata (en una reedición contra Uruguay, con los mismos muchachos en ambos bandos, de la final del Mundial sub-17 de 2011) y en el femenino mantuvimos el bronce.

Fuera de las disciplinas olímpicas, en racquetbol México volvió a ser ampliamente dominante, guiado por Paola Longoria, quien no perdió un set y se llevó tres aúreas. Los hombres también cumplieron, con todo y la lesión de Alberto Beltrán.

En los cuatro deportes olímpicos de más peso, como habíamos señalado anteriormente, las cosas pintan entre gris y negro. Gris en ciclismo, donde tuvimos sólo tres medallas, una menos que en los dos Panamericanos anteriores. Es encomiable la actuación del muchacho Ignacio Prado, que ganó plata tanto en pista como en ruta, y prometedor que por fin se haya obtenido metal en una competencia por equipos (persecución femenil). No queda claro cómo se puede definir la mejor ciclista para el Omnium (dicen que Sofía Arreola estaba baja de forma, aunque ella sí ganó su bronce en persecución). Gris oscuro en atletismo, donde la cosecha de medallas sigue a la baja: como siempre, es el semifondo –y una riñonuda actuación de la marchista Guadalupe González- el que saca la cara por el deporte central de esta competencia continental, y se ve que no hay un solo atleta de nivel mundial más que el veterano José Luis Barrios. Velocistas simplemente no hay y las pruebas de campo son un desierto (más, si Luis Rivera compite lesionado). En total fueron 3 oros, 1 plata y 2 bronces. El mismo color en gimnasia, pero con el añadido de que el retroceso es más notable: un bronce para Daniel Corral (que anda en periodo de vacas flacas), otro para Rut Castillo en gimnasia rítmica, y una plata en trampolín. Negro profundo en natación: ni una triste medallita, y muy pocas finales. Eso sí, bastantes participantes, como si de verdad fuéramos competitivos. La federación esconde este ridículo con los clavados. No se vale.

En los deportes de combate, más allá del TKD, quizá la palabra más precisa sería estancamiento, aunque hay matices. Avanzamos relativamente en esgrima, confirmando los avances de Veracruz 2014, y en lucha, donde aún hay un trecho grande para ser competitivos a nivel mundial, seguimos donde estábamos en judo –pero la Zambotti se va-, bajamos un poquito respecto a Guadalajara, pero estuvimos mejor que en Río en boxeo (otra vez Joselito Velázquez derrotó al cubano) y donde se acabó la magia fue en karate.

Estancamiento, en términos generales, también lo observamos –a un buen nivel- en pentatlón moderno, donde hubo dos bronces y una plata; a un nivel inferior, en el remo, donde Alan Armenta es bicampeón panamericano (ahora con un compañero juvenil en el par de remos cortos) y obtuvimos un bronce; en la vela, donde Demita Vega y el joven veterano Mier y Terán son los de siempre (dos platas); en el tenis, con una buena actuación de Victoria Rodríguez (dos platas) en un torneo de bajo perfil; en el bádminton, con el broncito de costumbre. ¡Ah! Y repetimos un bronce es esquí acuático.

En algunas disciplinas hubo avances qué celebrar. Una de ellas es el tiro deportivo: fueron tres medallas de distinto color, todas obtenidas por mujeres. Si el oro de Goretti Zumaya fue una sorpresa, la plata de Alejandra Zavala en pistola de 10 metros, la confirmación de que se trata de una tiradora consistente. Y eso es lo que se requiere. Lo mismo debe decirse del triatlón, con la victoria de Crisanto Grajales y otras dos medallas: poco a poco, México escala a nivel mundial. Mejoría notable en nado sincronizado, donde México no sólo se posicionó como segundo lugar del continente, sino que lo corroboró en los Mundiales, en los que llegó a las finales. También hubo mejoría en un deporte no olímpico, el patinaje, en donde no solíamos pintar: un oro y dos bronces de parte de nuestros velocistas.

Para atrás, en cambio, fuimos en levantamiento de pesas –con el escándalo de doping de todos los Panamericanos-, donde México obtuvo una plata masculina y dos bronces femeninos; en canotaje, que ha ido en tobogán desde los años de gloria de Juan Cristóbal Quirino: 5 oros en Brasil, uno solo en Guadalajara, dos bronces en Toronto (uno de ellos del michoacano); en squash, donde fuimos potencia media en Río, arrasamos en Guadalajara y en Canadá nos llevamos una colección de bronces; en tenis de mesa y equitación, donde ahora nos quedamos en blanco; en boliche, donde pasó lo mismo.

En los deportes de conjunto, lo más destacable es la actuación del balonmano femenino, que estuvo cerca del bronce y ha acortado distancias. En basquetbol, el equipo de Valdeolmillos llegó con lesionados y recién rearmado, y –paradójicamente- perdió su chance de pasar a la semifinal en el único partido que ganó. Le llevaba 20 puntos a Argentina, se dejó empatar y superó a los sudamericanos apretadamente en tiempo extra: el grupo se decidió por diferencia de puntos. Al menos, sirvió como entrenamiento para el Preolímpico. En Waterpolo y Hockey sobre Pasto, la actuación fue discreta, los quinto o sexto lugar esperados. En volibol de sala y softbol, fue mala de plano. En rugby, mejor reir. No llevamos beisbolistas y eso es una desgracia.

Termino la ronda de los deportes con el volibol playero, que fue de lo más contrastante. A las mujeres les tocó el grupo de la muerte, con las escuadras que resultaron campeona y subcampeona, pero es injustificable la derrota ante Costa Rica en el repechaje. Confieso que no me gusta Revuelta como compañera de Candelas, por la razón subjetiva de que siento que, desde cuando jugaba volibol de sala, se presiona y presiona a las compañeras. La dupla varonil, en cambio, resultó lo más disfrutable de todos los Panamericanos: Ontiveros y Virgen combinaron calidad, inteligencia y coraje para tener un torneo redondo, derrotar a los brasileños en una final tremebunda y dar a México una alegría inesperada.

¿Conclusiones? Que México no aprovechó los éxitos deportivos de Guadalajara para el despegue de una nueva generación de deportistas; que la cosa se pone más complicada ahora que, con el famoso presupuesto cero, han decidido fusionar el área dedicada al deporte de alto rendimiento con la de acondicionamiento físico general y que, como se evidencia con la designación del nuevo titular de la Conade, el deporte es la última prioridad del actual gobierno.

¿Expectativas para Río? No muchas y, por lo general, en los mismos deportes. Algo caerá en clavados, algo más en taekwondo y, con un poco de suerte, repetiremos con algún metal en tiro con arco. Fuera de eso, sólo Alejandra Zavala genera altas expectativas y hay algunas disciplinas –boxeo, remo, triatlón, atletismo- donde cabría alguna sorpresa. Dudo que se repita el milagro del volibol de playa. Y me lamento, interesadamente, de que el racquetbol no sea olímpico, porque ahí sí que la hacíamos. 

Ver también:
México en los JCC de Veracruz 
Londres 2012: sin milagros, una delegación digna
México en los Panamericanos de Guadalajara

  



viernes, julio 24, 2015

Raúl Trejo y su alegato de medios


Mientras leía Alegato por la Deliberación Pública, de Raúl Trejo Delarbre, me percaté de que el primer libro sobre medios que publicó este investigador, titulado La Prensa Marginal, cumple 40 años. Durante estas cuatro décadas, Raúl ha publicado una gran variedad de títulos, que abordan todo tipo de problemas relacionados con el tema de la comunicación. Nada ha pasado desapercibido bajo esa lupa inteligente: ni las redes de Televisa y otras cadenas, ni el análisis de las agencias de noticias, de la legislación pertinente, de los medios públicos o el internet. En mi biblioteca ya existe un “Estante Raúl Trejo Delarbre”, que tiene la característica positiva de ser uno de los pocos en el que todos los ejemplares han sido leídos.


Felizmente, Alegato por la Deliberación Pública  es uno de los libros más completos y redondos de Trejo, porque aborda un tema central –el de la involución de la discusión de fondo en los medios- desde muy diferentes ángulos y, al hacerlo, abreva de la enorme experiencia –y, por qué no decirlo, erudición- acumulada a lo largo de estas décadas.


Se trata de un libro entretenido, a pesar del tema (y eso hay que agradecérselo a la pluma ágil de Raúl), con algunas partes provocadoras, pero sobre todo es un libro que te hace reflexionar constantemente. Que te hace ponerlo por unos segundos de lado y considerar las muchas aristas ligadas al asunto. Que te obliga a seguir pensando en los temas después de haber terminado. En ese último sentido, es de obligatoria lectura para los comunicólogos, para quienes practicamos el periodismo, para los políticos y para todo ciudadano atento y preocupado por la calidad de nuestra democracia.


Durante la lectura, estuvo siempre en mi mente la formulación ya clásica de Régis Debray (El Estado Seductor, 1993) sobre el cambio de cosmovisión: el paso de la grafosfera a la videoesfera, que le ha tocado vivir a mi generación.


Es el paso del ciudadano al telespectador, de la nación al mercado, del estrado a la pantalla, del discurso para convencer a la emisión para seducir, de la visión pedagógica a la publicitaria (del maestro a la star), de la opinión temida (los editorialistas) a la opinión medida (las encuestas), de las instituciones a las empresas. De lo político a lo infrapolítico.


Sobre esto, entre otras cosas, versa el libro de Trejo. Pero versa, sobre todo, acerca de la contaminación inevitable que ha tenido la videoesfera sobre los medios tradicionales de la grafosfera, y no hay nada más típico de ésta que los diarios impresos.


Habría que preguntarse cómo y por qué pasamos –uso las palabras del autor- de la “persuasión deliberada” al “golpe escenográfico”, del debate a la retórica, cómo y por qué la discusión pública dejó la búsqueda de la verdad para centrarse en la de la notoriedad, cómo es que los analistas se convirtieron en opinators. Me gustaría también preguntarle a Raúl, quien afirma en el libro que “desde hace décadas venimos padeciendo una lamentable declinación del debate público”, cuándo fue la Edad de Oro del debate político en México. Tengo mi hipótesis, pero quisiera escuchar su opinión.(Coincidimos en que fue de finales da los años setenta a principios de los noventa).


Evidentemente, todo el asunto tiene que ver con cambios sociales y tecnológicos. Trejo apunta un elemento interesante: la aparición del “intelectual mediático”, cuya aparición cotidiana en los medios termina por condicionar su visión y hasta sus opiniones, y que acaba proponiendo una suerte de fast food cultural, en la que lo que importa son los sound bites, un par de ideas-fuerza, las emociones y la urgencia.


No es casual, en esas circunstancias, que en la era de los opinators, lo común sea la opinión polarizada, la división maniquea entre buenos y malos (o cosas buenas o cosas malas), los “juicios instantáneos”, y no una reflexión de fondo, como pide Trejo, en una especie de Elogio por el Justo Medio. El Justo Medio ha sido desterrado. No tiene rating.


Encontramos aquí otro de los temas centrales del cambio, que a mi juicio ameritaba más espacio. La búsqueda de audiencias masivas, ligada a las necesidades comerciales de los medios, ha servido, y en mucho, para aplastar la información contextualizada y para achatar el debate.

Quien ha analizado los ratings de la televisión mexicana a menudo tiene ganas de pegarse un tiro al ver que lo más chabacano, lo más vulgar, lo de peor estofa, suele ser lo que tiene más público. ¡Sí, que pase el desgraciado!


Alguien dirá: “Pues sí, la televisión abierta llega a hogares con poca o nula escolaridad”. Pero si vemos cuáles suelen ser las notas más leídas de los periódicos, encontraremos una vocación similar: la nota roja, el escándalo de corrupción, la revelación espectacular, la opinión estridente tienden a generar muchos más lectores que un análisis sosegado y a fondo.


Ha sido la lógica estrictamente comercial la que ha llevado a los medios a la búsqueda de la espectacularidad por encima de su labor noticiosa. La que ha aprovechado que el público tiene menos cultura de la que presume para reducir el espacio de la reflexión, e incluso el de las notas informativas y aumentar el de las imágenes y los diseños llamativos.


Si esta onda era notable desde mediados de los años noventa, en este siglo, con la aparición de internet, se ha convertido en un tsunami. Y, en la desesperada búsqueda comercial, ha aparecido un nuevo dios: Google. Para tener más lectores, además de suscribirse a todas las ventanas de esta empresa, los medios tienen que trabajar sobre palabras clave, metatags y demás. Hay que subir el video del supuesto novio de Ronaldo, el del empleado de +Kota cacheteando al perrito, el del narcobloqueo o te ganan el mandado. Y no ha faltado el articulista que busca ansiosamente un título jalador para su columna, pensando en ganar con ello, a través del dios Google, unos cuantos lectores más.


Esto nos lleva, necesariamente, a uno de los temas que más acuciosamente ha analizado Raúl Trejo, y que aparece en diversas partes del libro: la compleja relación entre los medios y el poder político, expresada sobre todo a través de la publicidad oficial.


En un mundo ideal, no habría publicidad oficial. No habría, por lo tanto, esa presión o esa connivencia entre los medios y el poder político, que Trejo analiza a detalle.


En un mundo ideal, la publicidad comercial llegaría a partir de la calidad del producto, suficiente para conseguir un número importante de consumidores y de formadores de opinión. El caso es que la publicidad comercial llega sobre todo a través de centrales de medios que, si no se mueven de acuerdo con mediciones discutibles, lo hacen de acuerdo con prejuicios. Y su resultado neto es premiar la espectacularidad por encima de la noticia relevante y del análisis contextualizado. Si sólo dejáramos al mercado y sus férreas leyes la decisión sobre la vida de los medios, habría mucho menos pluralidad.


En un mundo ideal, habría espacio para que la propuesta desarrollada por Trejo –junto con Miguel Ángel Granados Chapa, hace tres décadas- de medios sin fines de lucro, cuya prioridad fueran exclusivamente los lectores, fuera una realidad.


Pero vivimos en un mundo mercantilizado. Y el principal peligro para la prensa, a mi entender, es el achatamiento, la simplificación, la vulgarización, realizados en pos de cantidades de lectores más que de calidades (o de una combinación razonable de ambas).


Paso, finalmente, a la parte del libro en la que Trejo analiza uno de los grandes temas políticos del México contemporáneo: la relación entre la clase política y los medios electrónicos masivos. Lo hace con atingencia y precisión.


En las últimas décadas pasamos de una situación en la que los grandes medios, encabezados por Televisa, eran “soldados del Presidente”, a otra en la que la clase política se volvió esclava del rating y, por lo tanto, de las empresas que lo vendían, a la actual, en la que la clase política se deshizo –a través de la reforma de 2007- de uno de los grilletes que la ataban, pero no dejó las ataduras de su cosmovisión de videosfera: prefirió los spots banalizadoresy repetitivos a la discusión de programas y proyectos. Con ello, contribuye a crear una atmósfera tan polarizada como simplona, al abatimiento del debate, a la verticalización de la información política. A la indolencia y a la consolidación de la democracia pitera, como califican los jóvenes a la de hoy, y no la consolidación de un sistema democrático pleno.


Dejaron de ser rehenes de las televisoras, pero –en una suerte de Síndrome de Estocolmo- prefirieron seguir siendo “rehenes del marketing”. Siguen creyendo en esos alquimistas del siglo XXI que, al final del juego, cobran por vender carbón como si fuera oro, o tres palitos como si fueran las astillas de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo.


En fin, estas son sólo algunas de las muchas inquietudes que deja la lectura de Alegato por la Deliberación Pública, un libro útil, un libro que alega por una democracia de ciudadanos.  

  
(Esta es la versión completa de mi participación en la presentación del libro de Trejo, el 9 de julio de 2015).
    

miércoles, julio 01, 2015

Tres pitchers intratables

Marco Estrada


Mexicanos en GL.

Mayo-junio 2015

En junio llegó uno de esos extraños momentos de la temporada ligamayorista, en el que tres de los lanzadores más dominantes eran mexicanos. Por unos días, una suerte de ángel cayó sobre Jaime García, Yovani Gallardo y Marco Estrada y no hubo manera en que los bateadores contrarios pudieran hacer algo contra ellos. El ángel ya dejó Toronto, la casa de Marco; y Jaime sufrió una lesión menor. Pero todavía vuela sobre Texas y Yovani.

Aquí el seguimiento del contingente nacional, de acuerdo con el desempeño acumulado en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado con México en el Clásico Mundial) 

Adrián González bajó, como es su costumbre desde hace cuatro temporadas, su rendimiento en los meses de mayo y junio. De hecho, cayó en un slump a principios del último mes citado, en el que bateó sólo para .248. Aún así, la inercia del inicio de fuego del tijuanense lo tiene todavía entre los mejores bateadores de la liga. El inicialista de los Dodgers sigue bateando casi igual ante los zurdos que ante los derechos (ojo, míster Matheny), pero trae una brecha entre lo que batea de día (.234) y de noche (.316). En la temporada: .294 de promedio, 12 jonrones, 48 carreras producidas y 23 dobletes (estadística en la que lidera la Liga Nacional).

Joakim Soria tuvo un mayo aún mejor que su excelente abril, pero en junio –como a casi todos los Tigres de Detroit- estuvo por debajo del nivel que le conocemos. Sigue siendo uno de los cerradores de elite en la Gran Carpa. Sus números en el año: 3 ganados, 0 perdidos; 17 salvamentos en 19 oportunidades, 2.56 carreras limpias recibidas por cada 9 entradas lanzadas y 26 ponches.

Yovani Gallardo suele tener dos salidas buenas y luego una horrorosa. Eso no ha sucedido en mayo y, sobre todo, en junio de 2015, en los que ha estado inspirado. De las 11 aperturas que tuvo en esos dos meses, 7 fueron de calidad (es decir, al menos seis entradas lanzadas y menos de tres carreras limpias admitidas). De las últimas 7, sólo una no califica como “de calidad” (no llegó a los seis innings, pero no le anotaron). Lleva 23 entradas consecutivas lanzadas sin admitir carrera. En el camino, ganó cinco juegos y rebasó a Teodoro Higuera como cuarto máximo ganador mexicano en GL. Llega a julio con marca de 7-6, un magnífico 2.72 de limpias y 70 chocolates recetados.

Jaime García por fin regresó a la rotación de los incontenibles Cardenales de San Luis, después de resentirse de su hombro de hierro (y cristal) en la pretemporada. El retorno del zurdo de Reynosa ha sido espectacular, y creo que me estoy quedando corto. Sus 7 aperturas han sido de calidad. Su PCL es un minúsculo 1.69 (que lo tendría encabezando las Mayores si tuviera más innings pichados), y su récord de ganados y perdidos es un engañosísimo 3-3 (perdió un juego 0-2; otro 0-1, un tercero lo dejó 0-2 y un cuarto lo dejó ganado y se lo tiró el relevo). Adicionalmente lleva 32 ponches. No pudo hacer su primera salida programada de julio por un tirón en la pierna (afortunadamente no es el hombro).  

Roberto Osuna, el joven Cañoncito, ya es el cerrador de los Azulejos, sustituyendo al inconsistente Brett Cecil. A lo largo de la temporada se ha visto que el debutante sinaloense es, de lejos, el mejor relevista del equipo de Toronto, así que la decisión era lógica. El único temor era: “¿Podrá un joven de 20 años con la presión de cerrar juegos?”. La respuesta: “Si debutó en Yankee Stadium, con hombres en segunda y tercera y ponchó a Alex Rodríguez, puede con cualquier presión”. Así ha sido: dos rescates en dos oportunidades. En el año: 1-2, 2.02 de PCL, 7 holds (ventajas sostenidas) y los dos juegos salvados ya comentados.

Marco Estrada sabe, sin duda, que le sientan los cambios. En mayo pasó del bullpen a la rotación de los Azulejos, donde anduvo flojo. Pero en junio tuvo cuatro salidas espectaculares. Las más impresionantes fueron las de los días 19 y 24. En la primera, tuvo a los Orioles sin hit hasta la octava entrada, cuando le conectaron un podridito. En la segunda, estaba lanzando juego perfecto con una decena de ponches, ante Tampa Bay, utilizando con maestría su cambio de velocidad, hasta que, con un out en el octavo capítulo, un machucón por tercera se convirtió en infield hit por milésimas de segundo. Dos veces rozó la historia, pero eso está escrito en el destino de los pitchers. En su última apertura del mes le fue mal, ya que le pegaron rápido un par de jonrones (su némesis como lanzador). En el año, 5 salidas de calidad (de un total de 11), 5 ganados, 4 perdidos, 3.58 de efectividad y 64 ponches.

Miguel González está teniendo, como es su costumbre, una temporada buena, pero no espectacular. El Mariachi tuvo un mayo más que decente, hasta que se tensionó en la ingle, por lo que tuvo que descansar quince días. Regresó con más pena que gloria. El lanzador de los Orioles tiene marca de 6-5, 4.04 de carreras limpias y 64 sopitas de pichón.

César Ramos ha cumplido con efectividad sus labores de relevo intermedio con los Ángeles de Los Ángeles. Tiene marca de 2-0,  efectividad de 2.01,  dos holds  y 16 ponchados.

Jorge De la Rosa, tras su desastroso inicio de campaña, ha recuperado la brújula. El zurdo de los Rockies tuvo 10 aperturas en el bimestre, de las cuales cinco han sido de calidad, y en todas ellas ha salido con la victoria. La evolución se ve en su PCL por mes: 11.57 en abril; 4.79 en mayo y 3.16 en junio. En el año, 5-3, 4.59 y 60 chocolatess recetados.

Fernando Salas como a principios de temporada, continúa con su discreto trabajo como relevo intermedio de Los Ángeles angelinos, ha obtenido 8 holds. En lo que va de campaña: 1-1, 4.50 de PCL y 32 ponches.

Sergio Romo ha estado más inconsistente que de costumbre con los campeones de San Francisco. Mayo y junio no le fueron amables. El preparador de los Gigantes tiene marca de 4.32, 0 ganados y 3 perdidos. Pero eso sí, es el lanzador que más ventajas ha protegido en la Liga Nacional, con 20.

Oliver Pérez sigue teniendo un año desigual: el especialista zurdo de Arizona lleva ´record de 1-1, 4 holds, 4.35 de ERA y 25 ponchados (en 20 entradas lanzadas).

Arnold León está viviendo la etapa de la puerta giratoria. Un rato en las menores, lo suben al equipo grande (Oakland), otro rato en las menores, de regreso a Grandes Ligas y así ad infinitum. Es una etapa. El culiacanense ha mejorado sus números, a 4.26 en carreras limpias admitidas. Aún no tiene decisión.