martes, septiembre 27, 2005

Biopics: Pancho & Janette/ sitting on a tree...

Poco tiempo después de que empecé a andar con Janette, los Saddy cambiaron a una casa vieja en la calle de Hamburgo, en la colonia Juárez.

Eso significó tres cosas. La primera es que se generó una distancia agradable entre mi casa y la de ella. No estaba, como antes, a la vuelta, pero se podía recorrer a pie. La segunda es que, dada la cercanía a la Zona Rosa, veíamos bastante más a González Rodarte, quien la rolaba bastante por ahí. La tercera, derivada de esa misma cercanía, fue que a casa de los Saddy se acercaron personajes bastante raros.

De la primera, el mejor recuerdo es una vez que caminábamos de casa de Janette a la mía y nos agarró un aguacero. En mi recámara, empapados, nos echamos un faje diferente, y tuve un orgasmo explosivo que me sorprendió. Diría que fue el primer éxtasis sexual verdadero que tuve en mi vida.

De la segunda y tercera, más bien detalles chuscos. González Rodarte nos invitaba a casas extrañas, con cuates que vivían bajo las escaleras, donde se rodaban filmes caseros con pretensiones eróticas apenas sugeridas. Janette, yo y algunas amigas de ella de la escuela, participamos en alguno, para escándalo del señor Saddy, preocupado porque se nos viera fumando mariguana. Otra anécdota es cuando vimos a González Rolante entrar al cine de arte con Carlos Monsiváis. Pensamos, en nuestra ingenuidad: “!Ah, qué intelectual es Raúl!”. Pero igual me tocó encontrarme con situaciones complicadas en aquella Zona Rosa mítica, de happenings, de cuando José Luis Cuevas era candidato independiente a la presidencia, con el lema de tirar el “neoporfirismo”. Habrán sido peras o manzanas, pero el que yo a menudo me encontrara acompañado de varias gringas era ocasión para que pretendidos conquistadores se entrometieran y se encabronaran (especialmente conmigo) cuando mis amigas los despreciaban. Peor que los galanes de petatiux resultó una tipa que se hizo amiga de Tina en la zonaja. Una dizque hippie radicalosa, sin oficio ni beneficio, llamada Anne Wald. Era como la caricatura de una hippie realizada por el gringo más conservador. Fea, sucia, intrigosa, oportunista, guevonsísima, gandaya y superdroga. Su novio era un pusher conocido como Sonora. Diferíamos prácticamente en todo.

Yo hacía un montón de cosas con Janette. Era divertido. Pero ella era demasiado pegosteosa, y eso me sacaba de onda. Una vez íbamos hacía su casa y recitó: “Pancho & Janette/ sitting on a tree/ k-i-s-s-i-n-g/ first comes love/ then comes marriage/ then comes Panchito on a baby carriage”. Me separé de ella y le dije que estaba loca; lloró, me pidió perdón, la abracé y seguimos el camino. Otra vez la quise tronar, pero llegó a mi casa a regalarme, “de despedida”, el disco Waiting for the Sun, de los Doors. Platicamos, quedamos que ella no sería tan empalagosa, volvimos y yo me quedé sin remordimientos con el disco.

Poco a poco fui descubriendo que Janette prefería un “hombre fuerte” del cual colgarse. Que no le gustaba mucho que yo expresara cualquier tipo de vulnerabilidad. Si yo era cabrón, y a veces protector, ella era feliz. Se fue así creando una relación de co-dependencia. Ella era abiertamente dependiente de mí; yo lo era a escondidas, puesto que dependía de su dependencia.

Para mí, esa sensación de ser Pancho (no Francis, el niño protegido; tampoco Francisco, todavía), un Pancho como Pancho Villa apuntalaba mi identidad sexual y social. En mi visión interna, Pancho, a diferencia de Francis, si podía hacer cosas, realizar proyectos, tomar riesgos, ser infiel a un destino que supuestamente se le había marcado, rebelarse. No me daba cuenta de que no era necesario hacerme el fuerte. De que, en el fondo, hacerlo era de una suerte de impostura de mí mismo.

Cuando iniciaba el verano del 70, visitó a Janette su mejor amiga de Nueva York, Diane Carr. Aunque Víctor se apuntó para acompañarla durante su estancia, pensamos en un cuate guapo y que supiera inglés. El escogido fue Pablo MedinaMora, un amigo inteligente y buena onda que yo había hecho en el equipo de atletismo del Patria. Pablo, además, era funky-dunky, según Janette (a diferencia, por ejemplo, de Trejo, que era fuddy-duddy).

El caso es que llegó Diane de Nueva York, Janette la llevó a mi casa, yo invité a Pablo, quien lucía perfecta barba de candado a sus quince años, escuchamos un disco de Cream y luego nos fuimos, estúpidos, a la función de la tarde del Cine Polanco, donde proyectaban Let it Be en medio del escándalo semi-infantil de los adolescentes ligadores de la zona. El caso es que Pablo le gustó a Diane, pero no a la inversa. Alguna vez recurrimos a Víctor, pero a fin de cuentas Janette prestó poquísima atención a su amiga, porque estaba todo el tiempo conmigo, llena de melaza, y la pobre de Diane se ha de haber sacado mucho de onda (esa falta de tacto de Janette con su amiga y la asidua presencia de Anne Wald con los Saddy estaban creando una atmósfera que no era la misma en esa casa).

Una noche, el señor Saddy llevó a su familia, al novio-pegote y a Diane a cenar a un restaurante francés muy bueno en la Plaza Melchor Ocampo. Estuvo muy contento y especialmente cariñoso con su esposa. Al otro día nos enteramos de que había perdido su trabajo en Fuller Brush, y tendría que dejar México. Fue una sorpresa muy gacha.

Los Saddy partieron. La primera carta de Janette me llegó cuando estaban en San Juan del Río; la segunda estaba fechada en Matehuala; en la tercera, desde Texas, me decía de una nueva canción que sonaba insistentemente en la radio de Estados Unidos, y que le recordaba a mí: “Why do birds/ suddenly appear/ every time you are near?/ Just like me/ they long to be/ close to you”. Yo no le pude escribir al principio porque ella, como Kerouac, estaba on the road. Al final recaló en Boca Ratón, Florida. Cuando escuché "Close to You", semanas después, me dije, en voz altísima: “¿Qué pedo?”.

Yo me quedé a preparar extraordinarios, porque por primera vez en mi vida había reprobado dos materias: ética y matemáticas. Etica fue relativamente sencillo. El maestro, con total falta de ética, nos hacía estudiar en apuntes suyos, que eran la versión chafa de un libro de texto. Trejo consiguió el libro y pudo pasar el final. Me prestó el bookcito para el extraordinario. Matemáticas fue complicado. La geometría no se me da fácilmente y tuve que estudiar mucho. El día del extraordinario, me dio chorrillo y sólo tuve tiempo para contestar tres de las cinco preguntas, antes de salir corriendo, no encontrar dónde, tomar mi Juárez-Loreto, correr entre retortijones a la casa y casi casi llegar a tiempo.

domingo, septiembre 18, 2005

Encuestas Maniacas II

Tema: prendas usadas por las mujeres en las calles de la Ciudad de México.
Fechas de Levantamiento: 2 al 8 de septiembre de 2005.
Método de muestreo: Aldunciniano (observación directa en calles y lugares públicos del Distrito Federal).
Tamaño de la muestra: 1616 mujeres (oséase, bastantitas).

Resultados:

Pantalones no de mezclilla: 52%
Pantalones de mezclilla: 32%
Falda: 16%

Desgraciadamente, el levantamiento ya estaba en marcha cuando me dí cuenta de que "pantalones no de mezclilla" es una categoría demasiado amplia (incluye desde el pantalón de un traje sastre hasta unos pants bastante madreados). Solamente señalo que, del total, los pantalones de vestir son la mayoría, especialmente en los días laborables.
Hay que hacer notar que la proporción de faldas disminuyó el viernes, fue todavía inferior el domingo y bajó hasta 5% el sábado (día en que los pantalones de mezclilla superan a los otros).

Otros datos:
Hay una correlación negativa entre edad y uso de jeans. A menor edad (adolescentes y mujeres jóvenes), mayor uso de mezclilla.
Hay una correlación negativa entre nivel aparente de ingresos y uso de falda y una correlación positiva entre edad y uso (al menos público) de dicha prenda. En otras palabras, mujeres mayores y de bajos ingresos son las que usan normalmente falda.

Conclusiones:

Las mujeres de la Ciudad de México prefieren, de lejos, el uso del pantalón. Salvo en raras excepciones, la falda es usada por mujeres jóvenes y de clase media, exclusivamente por razones laborales. Además, al asociarse su uso a la edad mayor y un nivel bajo de ingresos, pierde cada vez más prestigio.
La mezclilla es la tela favorita para vestirse, particularmente los fines de semana, probablemente asociada a sensaciones tales como "comodidad" y "juventud".

Eso quiere decir que, para los hombres capitalinos, se hace cada vez más difícil apreciar, en las calles de la ciudad, la figura de una guapa joven en vistosa falda (suspiro nostálgico).
También, probablemente, que el Distrito Federal no es un lugar apropiado para el uso de la falda. Quiero pensar que por razones de comodidad (y, por lo tanto, "culpa" del Peje).

martes, septiembre 06, 2005

Biopics: Extraño Coloquio y otros pininos

Las clases en segundo de prepa eran una güeva. Sólo me interesaba Historia de México. Había un día horrible, el miércoles, que era para biomédicos: Anatomía, Matemáticas, Biología, Laboratorio de Biología, Química, Laboratorio de Química. Un tormento.

Además de los entrenamientos de atletismo, mi refugio escolar era el cubículo de Brehm, donde a menudo recalaban los Raúles, Hermann y otros cuates con pretensiones intelectuales, a los que apodamos “Los Turrunes” (Marcelo Uribe, Juan José Huerta, Pancho Arce, “Cocoa” Alvarez), y platicábamos de literatura y filosofía.

Yo seguía escribiendo. Hice varios cuentos y empecé mi primera novela (la primera de muchas inconclusas). Era acerca de nuestras chocoaventuras y tenía un nombre ridículo: “Encerrados en el Círculo Cuadrado”. Hoy la hubieran llamado “blog”.

Mucho más desarrollado fue el proyecto que hicimos los dos Raúles y yo para una obra de teatro, que presentamos en un “retiro espiritual” en el ex seminario de San Cayetano. Tenía un nombre muy chistoso, pero adecuado: “Extraño Coloquio”. Se trataba de una reunión de cuatro chavos muy diferentes, cuatro arquetipos que discutían de todo y de nada: las drogas, el sexo, la desigualdad social y el papel de la iglesia. Tomé dos de los nombres de una novela de Sáinz: Menelao (Raúl Trejo) hacía de chavo fresa (en el sentido antiguo de la palabra), conservador, antimariguana y borracho; Balmori (Kycho Chávez) hacía de hippie. Mi personaje se llamaba Adán y era un marxista. Raúl González Rodarte se hizo su personaje a la medida: se llamaba Marcio y era epicúreo. Adán se burlaba de él: “¿No te maquillaste hoy?”. En la escena final, luego de que Menelao se había ido asqueado porque se iba a fumar mariguana y de que Balmori hablara acerca de sus contradicciones (Adán no tenía, era el bueno de la obra, el proscenio se apagaba, alumbrando sólo a Marcio/González Rodarte, quien decía: “Yo soy el semen perdido en las entrañas” y hacía la señal de paz y amor.

De los cinco actos de que constaba la obra, yo escribí uno (el más malito), y cada uno de los Raúles escribió dos. La presentación fue un éxito: le dimos 20 minutos de conciencia social a los chicos del Patria. Luego unos profes nos pidieron que la representáramos en casa de uno de ellos, frente a los que no fueron al “retiro” (que era más bien jugar fucho de día, escuchar un rollo en la tarde y echar desmadre en la noche, sobre todo apostando en una ruleta).

Otro proyecto que realicé con Trejo fue un periódico ilegal y contracultural. El nombre, Subterráneo, correspondía al propósito. No se puede decir lo mismo del contenido, que era bastante adolescente y ligerito. Lo hacíamos en un mimeógrafo de alcohol que Raúl tenía en su casa.

El gesto personal era importante, y por lo que el periodiquito valió la pena. La sensación cuasirevolucionaria de caminar por las calles del centro para comprar los stenciles. El miedito al distribuirlo por la Zona Rosa, los alrededores de Prepa 4 y en C.U. Creo que lo único realmente epatante de Subterráneo eran los poemas asqueróticos de González Rodarte (“cenizas, semen y sangre”: tenía fijación por el semen).
Lo dejamos de publicar luego de tres números (en el último no teníamos con qué llenar media plana y se me ocurrió un dibujo de “Pico”, la mascota del Mundial del 70, así de subterráneo era).

A pesar de lo light que éramos, hay una anécdota de la época que me encanta: un día escuché a Felipe Ortiz Monasterio y Ugarte, el cuate más fresa, reaccionario y mamón de la prepa decirle a otro: “No que juntes ni con Trejo, ni con González Rodarte, ni con Báez”. “¿Porqué?, pregunta el otro. Ortiz Monasterio y Ugarte responde: “Porque Trejo es comunista, González Rodarte es mariguano... ¡Y Báez es las dos cosas!”.

domingo, septiembre 04, 2005

Biopics: La mota, el rock, las lecturas

Tal vez porque la casa de los Saddy era muy abierta, hacíamos frente a los adultos cosas que los adolescentes no solían hacer ante los adultos. Por eso al señor Saddy le preocupaba que Janette iniciara demasiado temprano su vida sexual, y no estaba muy desencaminado. Ella quería, y yo también.
En una ocasión los papás de Janette fueron al Cine de Arte (unas salas pinches y caras que tenía Gustavo Alatriste en la Zona Rosa) a ver “Teorema”. Tina estaba arriba leyendo. Los chavos estaban arriba jugando. Janette y yo nos metimos al comedor, empezamos a fajar y pronto estuvimos desnudos. En eso, escuchamos el auto que regresa y que se abre la puerta de la entrada. Se habían agotado los boletos para el film de Pasolini. Nos vestimos en un santiamén, tiempo récord, suficiente para que no nos atraparan en cueros, pero no para que se dieran cuenta que estábamos dándonos un faje tamaño caguama. A partir de entonces, Mister Saddy fue más cuidadoso.
Hubo, poco después, una época en la que nos quedamos erizos (Rafa y Memo ya no conseguían mota, porque Jorge Bush andaba “enmendando su camino”) y Tina me sugirió que yo comprara la maría. Presumí que podría fácilmente, con mi cuate Raúl González Rodarte y ella me dio 50 pesos para pagar un huato.
Le dije a González Rolante y él respondió que cómo no, que fuéramos. Así que un día fui con Raúl al Parque Hundido, que era donde sus cuates pachecos de la Colonia Nápoles la rolaban, y que entonces no tenía reproducciones de obras prehispánicas ni senderos asfaltados, ni juegos infantiles, ni ambulantes, pero sí un chingo de árboles.
Ahí nos encontramos a varios amigos de González Rodarte en pleno viaje psicodélico. No sé si con hongos o con ácido lisérgico, pero la neta se veían muy mal. Para colmo, también estaban erizos de lo mero principal (pensé: “esta hambruna de mota es para que se pasen a drogas fuertes”; hoy estoy convencido de que tenía razón).
Tras el fracaso del Parque Hundido caminábamos por Insurgentes, cuando Raúl se topó con otros cuates suyos, de más edad, que se veían bastante pachequines y a quienes les preguntó si tenían mora para vender. Le contestaron que sí y nos fuimos a un cuarto de azotea en la calle de Chicago. Me ofrecieron un cigarro y respondí: “No gracias. No fumo... tabaco”.
En el cuartito sacaron un huato más bien chico y nos preguntaron si queríamos ese u otro más grande, que tenían en una bolsa de papel de estraza. Me olí una trampa y respondí que ese huatito estaba bien. Se carcajearon, y abrieron el contenido de la bolsa: una mota bien secona, con hartos cocos y ramitas. “Se hubieran retacado de guarhumo”, ridiculizaron.
Salimos con el huato y González Rodarte me recomendó que me lo metiera entre los calzones y los güevos. Le obedecí, y aunque en el oscuro camión de regreso a la Anzures, sentía como la bolita de mota me apretaba físicamente los testículos, en verdad los tenía subidos hasta la garganta.
Llegué a casa de los Saddy y entregué, victorioso, mi tesoro a Tina y a Janette.
La motita combinaba bien con el rock extraordinario que escuchábamos todo el tiempo las Saddy, Víctor, Rafael y yo, además de otros cuates de ellas, del Colegio Americano. Con ellas conocí a The Who (¡Puta, qué fabuloso es Tommy!), H.P.Lovecraft, Moody Blues, Ten Years After, MC5. Y también otro tipo de música, más ligada al folk, con letras muy poéticas que me hacían vibrar, cuyos autores son muy importantes en mi formación sensible. Anoto aquí a los más relevantes: Pentangle, Leonard Cohen e Incredible String Band, que merecen apartado propio.
Con el humo y la música también estaba la literatura, pero ahí en la colonia sólo estábamos clavados en serio Víctor, Tina y yo (en la prepa, también Raúl Trejo y otro cuate que se nos juntó en la oficina de Mauricio Brehm, y que también sabía de rock; un tipo con cara de vikingo y cuerpo de chiapaneco: Hermann Bellinghausen).Yo estaba descubriendo la literatura del boom latinoamericano, a Kafka, a Orwell y a Huxley; Víctor se había clavado apasionadamente con las novelas clásicas de Hermann Hesse, se sentía el lobo estepario, se encerraba por días en su cuarto a leer, a tomar cerveza y a llorar por una francesa para la que él fue un simple ligue vacacional, pero que se le grabó tanto que puso su nombre en la firma de su pasaporte (ese nombre con los años hubo de ser camuflado y se convirtió en un garabato); Trejo leía mucho más, con bastante desorden, y rapidez envidiable (se chutó “Papillón” en un día); Tina andaba en seis libros al mismo tiempo y las lecturas de Hermann eran diferentes, obras escritas por autores de cuya existencia no sospechábamos: húngaros, japoneses, cosas así. Y todos nos sentíamos escritores (aunque Trejo nació periodista y nunca quiso ser otra cosa).

jueves, septiembre 01, 2005

Encuestas Maniacas I

Tema: Promoción de Equipos Deportivos Profesionales en Ropa y Accesorios.
Fechas de levantamiento: Agosto 15-31 de 2005
Lugares de levantamiento: Distrito Federal, estados de Hidalgo, México, Puebla, Querétaro y Veracruz.
Método de muestreo: Aldunciniano (observación directa en calles, plazas, mercados, estaciones del metro, carreteras, centros comerciales, etc).
Tamaño de la muestra: 272 personas que portaban ropa/accesorios de equipos deportivos profesionales o tenían estos accesorios en sus vehículos.

Resultados:

América: 13%
Pumas: 12%
Chivas: 7%
Dallas Cowboys: 6%
Real Madrid: 5%
Cruz Azul: 5%
Tri (selección nacional mexicana): 5%
New York Yankees: 5%
Denver Broncos: 3%
Pittsburgh Steelers: 3%
Green Bay Packers: 3%
Oakland Raiders: 3%
Miami Dolphins: 2%
Italia, Manchester United, Barcelona, Argentina, Chicago White Sox, Juventus, Cleveland Indians, San Francisco 49ers, Atlas, Pittsburgh Pirates y Tampa Bay Buccaneers: menos de 2%
34 equipos: menos de 1%.

Hay que hacer notar que la encuesta se levantó con diversos climas, que tienen efectos sobre la ropa usada. Las chamarras de la NFL predominan en las mañanas frescas y lluviosas del Distrito Federal; las camisetas de equipos locales de futbol en los días soleados de Hidalgo o Veracruz.
Otro dato de importancia es la predominancia deportiva. El futbol se lleva casi todo en el Estado de México, Querétaro e Hidalgo, mientras que el beisbol tiene su fuerza especialmente en Puebla y Veracruz. La mayor parte de la ropa con logos de futbol americano se presentó en la ciudad de México.

Por deporte, la distribución es la siguiente:

Futbol mexicano: 47%
Futbol americano (NFL): 24%
Futbol internacional: 14%
Beisbol (MLB): 12%
Basquetbol: 2%
Beisbol (Liga Mexicana): 1%

En el D.F. se ve más ropa y accesorios con el logotipo de Pumas que de cualquier otro equipo (la proporción es 3 de Pumas por cada 2 del América). En provincia, la ropa del América es la que tiene más adeptos (la proporción es 2 del América por 1 de Pumas).

El uso de ropa y accesorios con logos deportivos es más común entre la clase media, lo que favorece a equipos con afición de mayor poder adquisitivo. Por ello, no se puede deducir el tamaño de la afición por un equipo a partir de la abundancia de gente que porta su emblema. Sin embargo, en la encuesta se observó que:

6% de quienes portaban ropa o accesorios del América eran limosneros.
14% de quienes portaban ropa o accesorios del América eran ambulantes.
5% de quienes portaban ropa o accesorios de Pumas eran ambulantes (uno de ellos, vendedor de semáforo).
25% de quienes portaban ropa o accesorios de Cruz Azul eran albañiles.