miércoles, agosto 30, 2006

The Little Engine That Could


Hay un cuento infantil estadounidense muy conocido: The Little Engine That Could , que es como un himno al optimismo. Si crees que puedes, lo lograrás. Es cuestión de echarle ganas.

Muchos niños se han sentido frustrados luego de haber aprendido la lección de ese cuentito. Le han echado ganas, todas las ganas del mundo, y sin embargo no han podido porque lo que se exigían estaba fuera de sus posibilidades.

El cuento viene a cuento ahora que México ha encontrado un nuevo ídolo deportivo. El campeonato mundial de canotaje obtenido por José Everardo Cristóbal Quirino ha servido para que los medios ensalcen al hombre que viene desde hasta abajo y consigue, supuestamente a base de pura voluntad, subir a la cima del mundo.

La historia de Cristóbal es sin duda emocionante. El pescador indígena del lago de Pátzcuaro, que apenas se expresa, que se asombra de su reciente popularidad tras derrotar a los gigantes centroeuropeos parece un remake de La Cenicienta, en clave del deporte de alto rendimiento. Y así nos lo han querido vender.
Lo que no nos venden, y se maneja mucho más discretamente, es que Cristóbal empezó a entrenar desde los cinco años, que buscó asesoría profesional, hizo mucho gimnasio y -rompiendo con las tradiciones comunitarias- se dedicó en cuerpo y alma al deporte y no a la pesca lacustre. Tres lustros de esfuerzos sistemáticos y varios años de trabajo con metodología profesional rindieron sus frutos.

Sí es un triunfo de la voluntad y el carácter. Pero de una voluntad y un carácter enfocados a un objetivo durante un tiempo largo, con apoyos modestos pero profesionales, con un plan de trabajo que se va cumpliendo. No es meramente "echarle ganas" como el cuento de la pequeña locomotora.

Cristóbal Quirino es una muestra viva de que sí se puede. Pero no es el milagro mexicano, esa suerte de Juan Diego del deporte que la lógica sentimentaloide de los medios nos quiere hacer pasar como ejemplo de éxito.

viernes, agosto 18, 2006

Biopics: El Movimiento Estensista

Muy pronto tuve la oportunidad de aplicar algunos conocimientos adquiridos en Asamblea I, la grilla de la Facultad..
Sucede que en el Patria, donde yo había hecho la prepa, cada año se celebraban elecciones democráticas para la Sociedad de Alumnos. Tradicionalmente, se presentaban dos planillas, ambas de riquillos en un colegio predominantemente de clase media: una de las planillas, normalmente era encabezada por chavos de Polanco y Las Lomas, nuevos ricos y buenos para el reventón, quienes daban regalitos y hacían un sinfín de promesas; la otra, normalmente era encabezada por chavos de San Ángel, de alcurnia y estudiosos, quienes proponían cambiar el concepto de la Sociedad de Alumnos. Siempre había un debate en el auditorio. El debate siempre lo ganaban los de alcurnia, pero las elecciones siempre las ganaban los nuevos ricos, y su gestión solía limitarse a organizar unas cuantas fiestas y tal vez algún rally enigmático o una corrida de vaquillas.
Sucede, también, que en la generación siguiente a la mía, los de San Ángel –y sus cuates de otras colonias con pretensiones intelectuales- se cansaron de ser la oposición leal, y no presentaron planilla. Los de Las Lomas, entonces, decidieron crear una planilla patito. Vamos, los de Las Lomas eran el PRI; los de San Ángel, el PAN y la planilla pato era el PARM o el PPS.
Sucede, finalmente, que un día voy a visitar a Pablo Medina Mora y me encuentro a varios del Patria en su casa, discutiendo qué hacer, porque querían cambiar la escuela, en el poco rato que le quedaba de vida. De esa reunión salió el Movimiento Estensista.
La estrategia consistía en reventar la asamblea del debate pre-electoral, convertirla en una insurrección, deslegitimar las elecciones y crear un contrapoder estudiantil. Para hacerlo, utilizamos a Estens, un cuate que jalaba con Pablo y el grupo, pero que era conocido por ser muy tímido. Convertiríamos al rechazado social en líder.
El método se planteó con detalle. El día del debate, los compañeros se apostaron en lugares estratégicos del auditorio, que siempre estaba a reventar. Empezó a echarse su rollo Jaime Carreto, el líder de la planilla “oficial”, y a la mitad de su discurso, otros cuates hicieron entrar a Estens. Los que estaban apostados en distintas partes del auditorio empezaron a gritar “¡Estens! ¡Estens!”, y entonces Estens se puso a saludar, en una tímida imitación del saludo de Echeverría. Los compañeros gritaron consignas en contra de “la farsa” que estaban presenciando, levantaron a Estens en hombros y salieron al patio, seguidos de una multitud divertida (porque el desmadre en una prepa siempre puede más que un debate de Sociedad de Alumnos). Pablo y otros se quedaron en el auditorio, y echaron rollo desconociendo a la Sociedad de Alumnos y promoviendo la creación de un CGR, un Consejo General de Representantes, que velara democráticamente por los intereses del estudiantado.
El siguiente paso fue nombrar una comisión que negociara con las autoridades de la escuela. Los curas, por supuesto, querían una Sociedad de Alumnos tradicional, pero toda la Compañía de Jesús había entrado en crisis ideológica, política y de vocación. Accedieron a que en las elecciones se incluyera un espacio destinado al Movimiento Estensista. Si éste ganaba, no habría sociedad de alumnos, sino CGR.
Sobra decir que el estensismo resultó triunfante, se creó un CGR –amablemente, el Movimiento cedió a Jaime Carreto un lugar de minoría entre los miembros del comité- y se obtuvieron logros tan grandes y relevantes como que se permitiera fumar en clase y en el patio. Tuve que seguir las acciones a través de las reuniones vespertinas en casa de Pablo, pero fue para mí una gran diversión, y fue como obtener una MB en la primera optativa (sin créditos) de la Escuela Nacional de Economía.

viernes, agosto 11, 2006

Biopics: Introducción a la E.N.E.

Lo primero que encontré cuando llegué a la Escuela Nacional de Economía fue un grupo de estudiantes barnizando una mampara de madera. La escuela estaba en “paro activo”. También estaba acéfala: los estudiantes acababan de tumbar al director Lobato y se estaba gestando un cogobierno.

El paro activo implicaba activismo, pero también clases. La revolución interna significaba, entre otras cosas, que los alumnos de nuevo ingreso ya no teníamos grupo predeterminado, y podíamos escoger a nuestros maestros. Esto, a su vez, se tradujo en que nos la pasábamos cambiando de grupo para ver qué profesor nos convencía, por las razones que fuesen.

Al final, me inscribí en Geografía Económica con Angel Bassols, el autor del libro de texto, en un grupo grandísimo; en Centro de Economía Aplicada I con Robert Wallace, un gringo progresista (otro grupo enorme), en Introducción a la Economía, con René Barbosa, un maestro tradicional, pero preparado (también busqué en un grupo de mejor horario, pero el maestro Gudiño daba pena ajena). Donde más trabajo pasé para decidir, fue en Matemáticas (acabé con Demetrio Rojas, un profe muy equis) y en Historia Económica I, porque el grupo de Solón Zabre era tan grande que tenían que tomar clase en el auditorio. Acabé inscribiéndome con Benjamín Hernández Camacho, un maestro joven y “dialéctico”, que tenía un grupo chiquito, al que me había acercado a instancias de una chava que me gustaba.

En la búsqueda de grupos me encontré a un cuate que había estado en la primaria y secundaria del Patria, Eduardo Mapes, de quien me hice amigo rápidamente. Mapes y yo compartíamos 4 grupos (salvo Matemáticas, donde él escogió un profesor que daba álgebra elemental). Por simpatías básicas, se fueron formando grupos de cuates, un tanto amorfos, que poco a poco se fueron solidificando. En el más cercano, se juntaron a nosotros Luis Foncerrada, un chavo mayor que nosotros, quien había desertado de la carrera de Física y Jorge Munguía.

A la clase de Barbosa entré, esencialmente, porque me parecía que era el único que daba algo relacionado con la economía. Tomé mis primeras clases con Carlos Shaffer, y aquello eran discusiones interminables sobre si un clavo era instrumento de trabajo u objeto de trabajo, o si un anuncio publicitario era o no una mercancía; es decir, si tenía valor; o sea, si los trabajadores que lo hicieron habían invertido en él tiempo socialmente necesario. Nadie se ponía de acuerdo y yo me sentía en el imperio bizantino discutiendo cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler. En cambio Barbosa llegaba a las 7 en punto, cerraba el salón a las 7:05 y se ponía a explicar cómo y por qué la economía analiza la generación y la distribución de la riqueza. Tomábamos un chingo de apuntes y los exámenes eran perros, pero yo sentía que algo estaba aprendiendo.

La materia de Bassols era muy sencilla. Lo bueno de esa clase era el maestro, no por sus explicaciones, sino por las anécdotas que platicaba, dibujándonos la realidad de nuestro país. Eran anécdotas tragicómicas, que nos pintaban con claridad y entre risas, los contrastes entre el México formal y el México real (todavía me río al imaginar el pequeño guardacostas mexicano, con un motor tronado y otro a penas remendado, dando vueltas alrededor del pesquero gigante estadounidense, los marinos mexicanos gritando por el altavoz: “¡Está prohibido!” y los gringos nomás riéndose de la defensa de nuestra recién decretada Área Económica Exclusiva de 200 millas naúticas).

La materia de Roberto Wallace tenía como objetivo que los aspirantes a economistas practicaran desde el principio, pero sobre todo que conocieran de cerca el país. Tenía un digesto enorme, montón de lecturas. Pero la más importante era Sobre la Práctica, de Mao Tse Tung. Ahí aprendías que para conocer el sabor de una pera había que morderla; y al morderla, transformarla. Wallace a veces desvariaba y hacía reflexiones sobre el budismo zen. Los occidentales arrancan la flor para clasificarla obsesivamente; los budistas se ensimisman en la flor. Al cabo del curso, uno no sabía si había que morder la pera o volverse, uno mismo, ese fruto.

Lo más relevante del Centro de Economía Aplicada era el viaje de estudios. A partir de las lecturas, libremente se harían grupos para analizar algún aspecto de la realidad política, económica e ideológica de alguna microrregión del país, con investigaciones propias. De ese proyecto saldrían algunas sólidas amistades.


Finalmente, en Historia con Benjamín Hernández leíamos a Marx y a sus exegetas. De él, La Acumulación Originaria de Capital y de Marta Harnecker, Los Conceptos Fundamentales del Materialismo Histórico. Se dice que el libro de la Harnecker es el máximo ejemplo de reduccionismo de la obra de Marx. Como contraposición, leíamos una visión liberal: La Historia como Hazaña de la Libertad, de Benedetto Croce. Creo que ni Benjamín le entendía. Aunque el maestro era de güeva, la materia era interesante, pero más interesante era sentarme unas bancas detrás de Irma, en el salón semivacío, y verla abrir y cerrar las piernas mientras leía, absorta, El Decameron de Boccaccio.

Las materias regulares se impartían de 7 a 11 de la mañana. A las 11 normalmente empezaba la optativa sin créditos que muchos entendimos como “Introducción a la ENE”: la asamblea estudiantil en el Auditorio Ho Chi Minh (en aquel entonces se llamaba Jesús Silva-Herzog, pero nadie le decía así). El auditorio siempre estaba a retacar y se discutía, esencialmente, la vida de la facultad, el cambio radical al que el estudiantado quería someter a la escuela.

Todas las corrientes de la izquierda estaban presentes. El Partido Comunista (en aquel entonces semiclandestino) y los activistas no comunistas del ’68, agrupados alrededor de la revista Perspectiva eran los principales. Pero también estaban los trosquistas (tanto los del Grupo Comunista Internacionalista como los alucinados del posadismo), los maoístas, los foquistas cercanos a la guerrilla y hasta los pepinos (del PPS). Y lo que a todos esos revolucionarios parecía interesarles más en ese momento era la instauración del cogobierno entre maestros y estudiantes en la Escuela Nacional de Economía.

Era una situación muy paradójica: la UNAM era un caldo de cultivo de la izquierda, el virus rojo que infectaría las conciencias pequeñoburguesas y llevaría la conciencia de clase “en sí y para sí” al proletariado… y las fuerzas socialistas del país se la pasaban meneando las cajas de Petri en un experimento escolar interminable.

“La praxis, la praxis”, decían. Una praxis que se aprendía rápidamente era el manejo de asambleas. Designar mesa, pedir moción, moción de la moción y moción de la moción de la moción. Alargarlas o acelerar la votación. Dar la palabra o arrebatarla. Y de pilón, las estrellas de las asambleas eran ex presos políticos, recién desempacados del breve exilio sudamericano al que los mandó Echeverría antes de amnistiarlos. Pablo Gómez y Joel Ortega Juárez, del PCM y Eduardo Valle “El Búho”, de Perspectiva, aún estudiantes. Otros de los que llevaban la batuta eran jóvenes profesores, como Salvador Martínez Della Rocca “El Pino”, Gustavo Gordillo –veterano del mayo francés- y Rolando Cordera. Era muy entretenido para los novicios con hambre de rebeldía, como yo.

Han pasado más de tres décadas, y sigo pensando que la Asamblea era la materia que mejor se enseñaba en aquella vieja Escuela Nacional de Economía.

miércoles, agosto 09, 2006

Lástima que no ganó El Peje


Hay una cosa que me entristece de que Andrés Manuel López Obrador no hubiera ganado las elecciones presidenciales.

Con El Peje en Palacio Nacional, el beisbol hubiera tenido una promoción inaudita. El rey de los deportes se hubiera ido para arriba en nuestro país.

Ya sé que el juguetito nos hubiera salido muy caro a todos los mexicanos, incluso a los aficionados de la pelota caliente. Además, de seguro, los Olmecas de Tabasco se coronarían campeones de la Liga Mexicana durante al menos 5 de los 6 años del (primer) sexenio de López Obrador. Igualito que, en el fut, se coronaba el Steua Bucuresti, durante el régimen de Nicolae Ceaucescu.

martes, agosto 08, 2006

Purificación Total


Anuncia Andrés Manuel López Obrador que encabezará "la purificación de la vida política nacional". Ya no es sólo el "voto por voto" (si en realidad alguna vez lo fue). Es la transformación inmediata de las instituciones.
"¡Se acabó! El cambio se va a dar de una manera u otra", afirma (y consigna La Jornada).
"¡Purificación total!", reza el letrero que trae AMLO en el cartón de Magú (próximo sospechoso de ser peón de la derecha).


Yo cuando pienso en purificación, pienso en fuego. Pienso en Deutsches Requiem, de Borges. Pienso en el armagedón. Pienso en el purgatorio.

Dice una página católica:

"La purificación en el Purgatorio es "dolorosa". La Biblia nos habla también de "fuego" al referirse a esta etapa de purificación. "La obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer ... El fuego probará la obra de cada cual ... se salvará, pero como quien pasa por fuego" (1a. Cor. 2, 13-15). El paso por la purificación del Purgatorio ha sido obviado por algunos. Los Santos son ejemplos de esta posibilidad de purificación en nuestra vida terrena: ninguno ha llegado a la santidad sin purificarse a través del sufrimiento, la oblación, la entrega absoluta a los planes de Dios ... y algunos, hasta el martirio."

Y en una página protestante:

Su purificación llegará para salvarlos de las puertas del infierno. Yo descenderé sobre ustedes como el Relámpago y los renovaré con Mi Fuego. Mi Espíritu de Amor los redimirá, atrayéndolos al Amor y los consumirá en una llama viva de Amor. Derramaré Mi Espíritu, desde el Cielo, y purificaré sus almas manchadas, haciéndolas santas e inmaculadas, purificándolas como se purifica el oro con el fuego. Reconocerán el Tiempo de Salvación y cuando descenderá Mi Espíritu de Amor. A menos que esto suceda, ustedes no verán los Nuevos Cielos, ni la Nueva Tierra que les he anunciado.

Este es un aspecto mucho más viejo que la religión cristiana. Para los druidas, el agua y el fuego se adueñarían del mundo. De ahí los rituales europeos de purificación en el solsticio de verano: se arma una gigantesca hoguera y las ramas quemadas se arrojan a los campos, junto con las cenizas. La tierra quedará purificada para un nuevo ciclo. La gente, en tanto, danza alrededor de las hogueras -el vivac primigenio- y, gracias al fuego, huía del pecado.


Regresemos a México. Los reporteros le preguntan a López Obrador:

Francisco Rubio, Radio 13: Habla de purificación...
AMLO: Sí, ¿por qué no? Es que hay que purificar la vida pública. Hace falta una renovación tajante, precisamente por lo que vimos ayer y por lo que se ve todos los días. Se requiere una nueva economía, ni modo que vamos a seguir con la misma política económica que ha significado cero crecimiento y aumento del desempleo. Ni modo que no se va a requerir una nueva legalidad si estamos viendo que la ley se utiliza para proteger privilegios. Ni modo que no vamos a necesitar una nueva política si estamos viendo que hay un doble discurso, que impera la hipocresía. Ni modo que no vamos a necesitar una nueva convivencia social si vivimos en México en un océano de desigualdad. En todo donde cada vez hay más pobreza y sólo un grupo minoritario saca beneficios y han desaparecido prácticamente a la clase media. Entonces, sí hace falta una verdadera transformación...

Alejandra Bordón, Reforma: Pero habla usted de tajante...
AMLO: ¡Tajante!

Alejandra Bordón, Reforma: ¿Un cambio absoluto y completo?
AMLO: Absoluto, o sea, sí, que no nos pase...

Alejandra Bordón, Reforma: ¿De equipos, de personas?
AMLO: ¡De todo! Que no nos pase lo que sucedió en el 2000.


López Obrador es El Purificador. Y esa imagen me retrotrae a Robespierre, el Incorruptible. Al del Comité de Salud Pública que ajustició por igual a monárquicos, girondinos y jacobinos moderados.
Hay varios perredistas inconformes con lo que están pasando pero tienen miedo de hablar en público. "Ya vendrá el momento", dicen. Me recuerdan a Kámenev susurrándole al oído a Bujarin, para que la
Ojrana de Stalin no escuchara: "¡Es un nuevo Gengis Khan!".
Vuelve a mi mente
Deutsches Requiem, de Borges, y pienso que esos perredistas de buen
a fe son "comparables al hechicero que teje un laberinto y que se ve forzado a errar en él hasta el fin de sus días".

viernes, agosto 04, 2006

Entre cambios, el crepúsculo de Vinny


Mexicanos en GL. Julio

Las nubes siguen sin despejarse para los peloteros mexicanos en las Ligas Mayores. Julio se vio signado por cambios y demociones. David Cortés y Edgar González fueron bajados a ligas menores (Oliver Pérez lo hizo el mes pasado). Juan Castro, Elmer Dessens y Jorge de la Rosa cambiaron de equipo. Pero la nota fue que los Padres de San Diego “dejaron libre” a Vinicio Castilla (eufemismo para decir que lo despidieron). Es posible que Petco Park haya sido la tumba del más grande pelotero ofensivo del béisbol mexicano (dicho con todo respeto para su único rival: Héctor Espino). Esta es la actuación de los connacionales en Ligas Mayores, según sus resultados en la temporada 2006.

Adrián González. El jugador hecho en Tijuana tuvo un mes magnífico en julio, en el que bateó para .371, con 8 cuadrangulares y 22 producidas. Fue uno de los peloteros más calientes de todas las mayores. Sus números en la temporada son ahora .303 de porcentaje, con 19 jonrones y 53 remolcadas. Dennis Reyes. Poco a poco se ha consolidado con los Mellizos, ayudando al equipo de Minnesota a entrar en la pelea por el gallardete. Sólo en 2 de sus últimas 25 salidas permitió carrera. Termina el mes con 2 ganados sin derrota y un minúsculo 1.27 de carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas.

Oscar Villarreal. El de Nuevo León ha perdido consistencia a medida en que avanza la campaña. Julio le alcanzó para ganar otro juego (una victoria de rapiña, pero ganado al fin y al cabo). Actualmente su record es de 8-1 y 4.22 de limpias.

Elmer Dessens. Era el mejor pitcher de Kansas City y lo cambiaron a los Dodgers. De regreso en California, le hacen un favor al sonorense. En el mes ganó un juego y salvó otro para los Reales, también echó perder un rescate. Deja la Liga Americana con 5-7, dos salvamentos y 4.50 de limpias. Con las entradas que ha lanzado en la Nacional, su PCL del año mejoró a 4.10.

Rodrigo López. El de Tlanepantla sólo tuvo una salida de calidad en el mes, y dos veces fue apaleado. Es uno de los líderes en juegos perdidos, pero sigue fiel a su costumbre de ganar muchos juegos. Terminó el mes con 7-11 y 6.57 en carreras limpias. Inicia agosto con una joya de pitcheo.

Jorge Cantú. De nuevo el estrella de Tampa Bay juega a diario, ya sin molestias. Su bat ha sido efectivo, pero lejos de la espectacularidad del año pasado. En julio bateó para un mísero .213, aunque con 5 jonrones y 23 producidas, para un total en la temporada de .258, 9 jonrones y 41 impulsadas.

Alfredo Amézaga. Entre los jardines y el cuadro, respondiendo con el guante y no quedando mal con el bat, el de Ciudad Obregón sigue en una temporada más que decente para su historial. Con los Marlines de Florida bateó en el mes un nada despreciable .339, anotó 9 veces y se robó tres colchonetas. En la temporada lleva .271 con 2 jonrones, 13 impulsadas y 9 robos. En sus números de por vida ha rebasado, por primera vez, la Línea Mendoza en su carrera ligamayorista.

Esteban Loaiza. En julio no fue apaleado, pero tampoco tuvo una sola salida de calidad. Así, Loaiza ha dependido del apoyo de su equipo para salir avante en las decisiones. No es precisamente lo que esperaban los Atléticos. En el mes ganó uno y perdió tres. Su marca es de 4-7, con 6.72 de limpias.

David Cortés. El de Mexicali sufrió la degollina en julio, cuando los Rockies decidieron subir a jóvenes prospectos. Dijeron que en sus últimos 14 partidos había tenido 8.10 de carreras limpias. Es cierto, pero lo cortaron cuando estaba mejorando. Deja números, en espera de un regreso, de 3-1, con 4.30 de carreras limpias.

Vinicio Castilla. El calor no fue suficiente para el bat de Vinny. En la primera quincena de julio bateó para un miserable .185, sin impulsar siquiera una carrerita. El día 19 le dieron las gracias. Si hay que buscar culpables, yo tengo uno. Parece un mall, es un lugar maravilloso si eres pitcher; un infierno aséptico con el viento en contra si eres bateador de poder. Se llama Petco Park y es la casa de los Padres. En el 2006 Vinicio bateó para .293 de visitante, en parques donde conectó 9 extrabases. En “casa” pegó un triste .176, con 5 extrabases. En el crepúsculo se ven los números de la temporada 2006: .232, 4 jonrones, 23 producidas.

Juan Castro. Dicen que la burra tira al monte, y así como Castilla regresaba a Colorado y Dessens a Los Angels, Juan Castro regresa a Cincinnatti. Le hizo bien dejar los aires de Minnesota, porque este mes bateó .306 para los Rojos, con dos vuelacercas. En la campaña lleva .249, con 3 cuadrangulares y 20 producidas.

Jorge de la Rosa. Como a John Lennon, al zurdo regiomontano le salieron ampollas en los dedos. Mientras se reponía, lo cambiaron de Milwaukee a Kansas City. Los Reales decidieron utilizarlo como abridor, y ya tuvo una salida de calidad, juego ganado y con siete chocolatotes recetados. Tiene ahora 3-2 con un feo 7.68 (aunque para Kansas City tiene 3.00 y eso es lo que cuenta).

Oliver Pérez. Se pasó el mes en AAA, con salidas variopintas. En el último día para las transacciones, fue cambiado de Pittsburgh a los Mets de Nueva York. Los neoyorquinos están en busca de un quinto abridor para remachar su campeonato divisional. Por ahí se puede colar Oliver, y mejorar su horrenda marca de 2-10. Mientras tanto, sigue en las menores.

Edgar González. Estuvo un ratito con Arizona. En junio perdió los dos juegos que inició. En julio fue utilizado como relevista, y ganó uno (aunque en otro lo hicieron papilla)..

Humberto Cota. Sobrevive como reserva y jugador de fin de semana en Pittsburgh, Apenas dio dos hits en todo julio. Bajó su promedio a .202 y sigue con 4 producidas.

Miguel Ojeda, Oscar Robles y Ricardo Rincón son los otros mexicanos que han visto acción en la temporada.