miércoles, enero 09, 2008

(Biopics: La matanza de Brescia, la estrategia de la tensión y el Compromiso Histórico)

En la gracia juvenil de Perugia estábamos, cuando una noticia nos conmocionó: el 28 de mayo de 1974, durante un mitin antifascista en la ciudad de Brescia, estalló una bomba que estaba en un bote de basura, causando ocho muertos y decenas de heridos.
Fue ahí cuando aprendimos que había un proceso llamado “estrategia de la tensión”, del cual esta matanza era solamente otro eslabón. Entre los periódicos y revistas (ya para entonces podíamos leer L’Unità, Il Manifesto y L’Espresso) y las explicaciones de Carlos Mársico, empezamos a desentrañar de qué se trataba.
Utilizo las palabras de alguien mucho más autorizado que yo, o que Mársico, para explicarlo. Escribía en su Memoriale Aldo Moro, dirigente del ala moderada de la Democracia Cristiana: “La estrategia de la tensión tuvo la finalidad, aun si afortunadamente no consiguió su objetivo, de volver a meter a Italia en los rieles de la “normalidad” después de los eventos del 68 y el llamado otoño caliente [revueltas obreras de 1969]. Se puede presumir que países asociados a nuestra política, y por lo tanto interesados en que las cosas tomaran cierta dirección, estuvieron comprometidos en ella, a través de sus servicios de inteligencia”.
En otras palabras, la idea detrás de la “estrategia de la tensión” era deslegitimar al Partido Comunista Italiano, que durante esos años estuvo a poquísimos puntos porcentuales de convertirse en el partido más votado del país (era el más grande en términos de militancia). ¿Cómo hacerlo? Creando alarma y confusión en la opinión pública, a través de atentados sangrientos realizados por la extrema derecha, pero que en ocasiones se atribuían a la extrema izquierda.
Moro da claramente a entender que estaban involucrados los servicios secretos de otras naciones. En la lógica de la guerra fría, es evidente que ahí estaba la CIA. Pero hay indicios de que también participaron otros países de la OTAN (de seguro Grecia y España), e incluso Suiza.
La versión de Mársico iba más lejos. Para él se trataba de mover a la opinión pública para que aceptara la instauración de un Estado policiaco, o inclusive un golpe militar.
A nosotros, en principio, nos parecía bastante fantasioso el concepto de un golpe en una nación europea, de primer mundo (y Carlos no era malo en eso de la paranoia), pero un análisis no superficial del Compromiso Histórico lleva a pensar que nuestro amigo argentino no estaba tan perdido.
El Compromiso Histórico era la nueva línea política del PCI. Había surgido a partir de una serie de artículos publicados en septiembre y octubre de 1973 por su dirigente, Enrico Berlinguer, en Rinascita, la revista teórica del partido.
La parte elemental del Compromiso Histórico era que, aun si la izquierda en su conjunto obtenía el 51 por ciento de los votos, no podría esperar gobernar el país, ya que la reacción de la derecha causaría una situación inmanejable. El reciente ejemplo chileno estaba a la mano (si nos atenemos a las fechas, habría que pensar que el golpe de Pinochet fue el pretexto ideal para sacar a la luz una idea que venía gestándose de años, y para convencer a los escépticos dentro del partido).
Por lo tanto, Berlinguer lanzaba “la perspectiva política de una colaboración y de un entendimiento de las fuerzas populares de inspiración comunista y socialista con las fuerzas populares de inspiración católica y las demás fuerzas democráticas”. Un concepto –aprenderíamos con el tiempo- de profundas raíces en la historia italiana del siglo XX, pero que en principio se entendía como un gobierno de unidad nacional, con la sola exclusión de los neofascistas.
A nosotros, en esos días, nos parecía poca cosa: preferíamos imaginar un gobierno de coalición entre comunistas y socialistas, con el MSI ilegalizado (a partir de la prohibición constitucional de reconstrucción del Partido Nacional Fascista) y, aunque la idea de Berlinguer tenía su lógica y su atractivo, argumentábamos que Italia no era Chile, que las condiciones eran otras. Carlos nos dijo que ese mismo esquema fue utilizado por la CIA para desestabilizar Grecia, que llevaba 7 años bajo la “dictadura de los coroneles”, tras un exitoso golpe de Estado.
Durante los años de nuestra estancia italiana, el tema del Compromiso Histórico sería discutido una y otra vez. Nuestra inexperiencia –léase estrechez de miras- nos impidió ver que la propuesta del dirigente del PCI tenía dos objetivos. El primero, que era el abiertamente declarado, quedó sepultado en 1978 tras el asesinato de Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas. El segundo, que había que leer entre líneas, fue alcanzado: la propuesta berlingueriana dio al traste con los proyectos desestabilizadores, al inocular a la Democracia Cristiana y a los grupos medios conservadores contra las tentaciones autoritarias. Los comunistas no llegaron al poder, pero ayudaron a sostener la democracia italiana en un momento complicado de su historia.

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