viernes, marzo 14, 2008

Biopics: La Conferencia Mundial de Alimentación

Flores nos llamó a Roma para que participáramos en la Conferencia Mundial de Alimentación, a la que nos había inscrito como miembros de la delegación mexicana. Esta conferencia tenía como objetivo declarado buscar formas para eliminar el hambre en el mundo y fue inaugurada por el Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim. Luego intervino Henry Kissinger. Nosotros llegamos más tarde, cuando Flores supo que el Presidente Echeverría iba a asistir y seguro preguntaría por sus muchachos becados en “Ciencias de la Alimentación”.
Por lo que nos adelantaron Flores, Solares y Antonio Mártir –a quien Flores, tal vez para paliar el retraso de la beca, lo había nombrado como una suerte de enlace entre la representación mexicana ante la FAO y la embajada, el pleito central era quién iba a financiar el combate al hambre. Los países ricos, por supuesto, no querían hacerlo. México había conseguido ser la cabeza del llamado Grupo de los 77 (que eran en realidad 102 naciones no-alineadas) a partir de una grilla enormísima que realizaron Flores y Solares, que sacó del juego a Argentina, a la que le correspondía por turno.
Luego de la primera sesión plenaria, en la que se plantearon los puntos de vista generales, la Conferencia se dividió en nueve grupos de trabajo: cada “mundo” (los industrializados, los comunistas europeos y los subdesarrollados) se ponía de acuerdo sobre tres temas y luego todo se discutiría en la plenaria. Nuestra misión era hacer bola (la delegación mexicana era casi tan grande como las de Estados Unidos, la URSS e Italia), pero a mí me tocó jugar un papel algo más interesante. De ello escribí, una semana después, a mi familia (y es lo que está en rojo).

Tuve la oportunidad de participar en la Conferencia de una manera entre chusca y patética. Sucede que el representante de México en la Comisión III del “Grupo de los 77” era uno de los zombies que mandó Brauer, el Secretario de Agricultura, y lo estaba relevando Antonio Mártir. Ahora bien, Mártir me necesitaba para que leyera en un inglés bien pronunciado el proyecto de resolución de ese grupo.
Cuando llegamos, todavía no estaba hecho y además, por un error de Valdés (el de la SAG), muy pocos representantes estaban en la reunión. Para acabarla de amolar, ese fue el día en que llegó Echeverría a Roma y el representante mexicano en la Comisión II se peló de la Conferencia “para ir a ver al Señor Presidente”, dejando encargado a otro tipo, que hizo lo mismo. Entonces se quedó solo Rodulfo Figueroa, del equipo de Flores, pero a la hora de la hora, tuvo que ir al aeropuerto “a entregar unas actas” (léase “ver al Señor Presidente”), dejándole el toro a Toño Mártir. Para esto, México encabeza el Grupo de los 77, así que imagínense qué show de mierda.
Así que quedamos Valdés, que no tiene idea de lo que se grilló para esta Conferencia, y yo, que no tengo experiencia ni conocimientos suficientes para estos casos, en medio de representantes de todo el mundo y tratando de sacar una resolución importantísima. Valdés no quería hacer nada y se salía de la mesa con la excusa de que no había quórum. Me invitó una coca y me dijo: “Mejor nos hacemos pendejos y nos vamos a ver al Presidente”. Yo le dije que iba al baño y fui a buscar consejo con Mártir, que estaba en la otra comisión, atado a una silla, defendiendo las posiciones de México. Me dijo que usara “mi experiencia en Economía”.

-Tú aguanta, y manéjate como si fueras la mesa de una asamblea estudiantil. Es lo mismo, pero con traje.
Convencí a Valdés y regresamos al auditorio. Era evidente que no iba a haber quórum, pero los representantes de India y Yugoslavia –que eran, junto con Argelia y Cuba, los países con los que México, a través de Alfonso Solares, había grillado con antelación- propusieron que se instalara una Comisión Redactora y se creara otra comisión “para buscar a los compañeros no-alineados y reunirnos aquí a las cinco”. Igualito que en Economía. Aprobamos el asunto. Llegaron a ver qué resolución habíamos tomado los representantes de los otros dos bloques. El del Primer Mundo (Bélgica) se burló de nosotros. El del bloque soviético (Bulgaria) nos miró con paternalismo. Y sí, ahí estaba la comisión tercermundista haciéndolo todo de última hora, el vietnamita levantando la mano para tomar la palabra.
Me dediqué a torear a Valdés un par de horas, que se me hicieron eternas. A eso de las cinco y media la Comisión Redactora terminó su labor y leyó el documento ante un auditorio que evidentemente no tenía quorum. Apenas acabado de leer el documento, algunos representantes propusieron agregados que fueron aceptados más por la prisa que por convicción. Sólo había 34 países presentes y Valdés no quería firmar la resolución (“aquí ya no hicimos nada, manito, al fin en la plenaria está Flores y nos saca de pedos”).

A las seis en punto de la tarde se fueron los intérpretes y todos teníamos que hablar en inglés. Esa fue la salvación, porque Valdés no sabe ni mais.
Valdés propuso que la resolución fuera solamente indicativa, porque no había quórum. A la hora de traducir, expliqué: “el Presidente [de la mesa] pide que la resolución sea indicativa, pero esa no es la posición oficial de México” y me eché el rollo de que tenía que ser oficial, porque los otros dos bloques tenían posición oficial. Siguieron hablando los delegados (“ya estoy cansado, manito, ya no le des la palabra a nadie”, me dijo Valdés), hasta que el cubano hace una propuesta de tres puntos concretitos: demos un voto de confianza a la iniciativa, avisemos mañana domingo a los delegados que no asistieron y vayámonos. Era el momento.
-Any objections? –dije- No? The session is closed, program approved. Y con gusto le pegué al martillo para declararlo.
Después Valdés, culero, no quería firmar el documento e insistía en que todavía había tiempo para ir a la recepción a la Embajada. El yugoslavo y el indio ya habían terminado la redacción y Valdés se resistía a firmar, porque no hubo quórum. Toño y yo casi tuvimos que arrastrarlo, porque temía perder la chamba.
Le explicamos que tenían que ser muy brutos los otros delegados para decir “hey, firmaron un documento y yo no estaba haciendo mi trabajo”, Mártir le prometió que él, personalmente, hablaría con los delegados que no asistieron.
Al salir del Palacio de los Congresos, en una noche ya fría y lluviosa, Valdés me dice, todavía preocupado.
-Híjole, a ver cómo nos va.
-Nos va a ir a toda madre, no te preocupes.
Un par de días después, el Proyecto del Grupo de los 77, Comisión III, ganó un par de artículos muy favorables en la prensa italiana, sobre cómo México encabezaba la lucha de las naciones emergentes en pos de un nuevo orden mundial, coherente con la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados, etcétera.

El lunes siguiente, en la plenaria, Echeverría se echó un discurso en el que señalaba que la crisis alimentaria mundial se debía a la incapacidad del modelo de producción de las naciones ricas para crear solidaridad internacional, y propuso la creación de un Banco Mundial de Alimentos, así como otras iniciativas que estaban en los documentos aprobados por el Grupo de los 77 (entre ellos, el que había firmado, a rastras, el buen Valdés). Fue muy aplaudido y la prensa señaló que el presidente mexicano había sacado a la Conferencia de su parálisis.
Más tarde hubo una reunión multitudinaria con el Preciso, y Flores aprovechó para decirle que el Licenciado Ceceña nos había escogido porque “le estaban echando a perder la escuela… son demasiado buenos”, y preguntarle qué onda con nuestras becas. El Señor Presidente dio instrucciones precisas al General Castañeda para que el asunto se arreglara, pero no vimos al hombre del portafolio.

Nos tocó hacer bola en una breve gira que realizó doña María Esther Zuno de Echeverría. Comimos en unos jardines muy bonitos en algún lugar del Lazio, y luego visitamos la pequeña ciudad de Viterbo. La gente que estaba en la plaza central, excitada de ver tanto guarura y camarógrafo, creyó que el visitante era “l’onorevole Moro. Unos viejitos se asomaron de una ventana, saludaron a María Esther y ésta, resuelta, se metió al edificio y los visitó en su departamento. Salió a los pocos minutos, con lágrimas en los ojos:
-¡Cómo se puede querer tanto a alguien en tan poco tiempo! –exclamó.
Luego dimos una vuelta semiturística por el lugar (no había mucho que ver). Pasamos frente a la sede del Partido Comunista Italiano y la señora Echeverría pidió que le tomaran una foto frente al local. Pero sólo el fotógrafo de Presidencia. Llamó a Mapes y le pidió que posara junto a ella, “porque luego no me creen”.

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