jueves, marzo 27, 2008

Leyendas olímpicas: Dorando Pietri

La llegada de Dorando Pietri a la meta es una de las imágenes más recurrentes en la historia de los juegos olímpicos de la era moderna. Este diminuto carpigiano (provincia de Módena) era un fondista que había conseguidos distintos éxitos antes de competir en el primer maratón olímpico en el que se corrió la distancia de 42.195 kilómetros. Fue hace un siglo, en los juegos de Londres, 1908 (la distancia agregada era para que la línea de llegada estuviera frente al palco de la reina).

Pietri se mantuvo en el grupo hasta la mitad de la prueba, cuando empezó a acelerar. Faltando 10 kilómetros, iba en segundo lugar, detrás de un sudafricano. Dorando fue avisado de que el líder de la prueba había entrado en crisis, y redobló el paso, rebasándolo en el kilómetro 39.
Al entrar al estadio, deshidratado y desfalleciente, Pietri dio una vuelta equivocada. Los jueces le hicieron notar su error y, al momento de regresar, cayó por primera vez. Se levantó y prosiguió lentamente su paso. En el calvario hacia la meta tendría otras cuatro caídas; en cada una de ellas, los jueces lo ayudaron a levantarse. Se tardó diez minutos en avanzar los últimos 350 metros. Aún así, totalmente exhausto, protegido por los jueces y ante los aplausos de 75 mil espectadores, fue el primero en terminar la carrera.

En segundo lugar arribó un competidor de Estados Unidos y el equipo de las barras y las estrellas levantó una queja contra la ayuda recibida por el italiano en los últimos metros. Pietri fue descalificado.
Arthur Conan Doyle, el famoso creador de Sherlock Holmes, estaba entre los espectadores aquel día, cubriendo el evento para el Daily Mail. Allí escribió: “La gran empresa del italiano jamás podrá ser borrada de los archivos del deporte, independientemente de la decisión de los jueces”. Tenía razón.
A iniciativa del escritor y del diario, por suscripción popular se hizo un trofeo conmemorativo, que la propia reina Alexandra entregó a Pietri en una ceremonia especial. La conmoción causada por su esfuerzo sobrehumano lo había hecho, de inmediato, en Inglaterra y en el mundo entero, un personaje inmensamente popular.
Tras los juegos, Dorando siguió compitiendo, y ganó buen dinero como profesional. Pero nunca volvió a participar en juegos olímpicos.

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