lunes, noviembre 10, 2008

El caníbal ignorado

Todos los periódicos estaban metidos en otra cosa: los funerales de Camilo Mouriño y las otras víctimas del avionazo del 4 de noviembre. Y si había otra cosa que apuntar, estaba la fuga de odorizante a gas en Polanco, que causó pánico colectivo. Los días posteriores, los medios seguirían con el desarrollo de las investigaciones del desastre.

Esa improbable coyuntura permitió que Eduardo Cervantes Salgado ni siquiera rozara la esquina de una primera plana en los principales diarios de México. Pero el 6 de noviembre las autoridades lograron acreditar que el sujeto –detenido en abril por matar a mazazos a su propia madre- había asesinado y devorado parcialmente a su novia, Karen Guadalupe González.

En las notas de interiores se destacaba que esto significaba que Karen, cuyo cadáver mutilado apareció en el norte de la ciudad, no había sido asesinada –como se pensó originalmente- por El Caníbal de la Guerrero, el hombre que cultivaba con sus poemas a sus víctimas, para luego matarlas y comérselas revueltas con chorizo, y que acaparó por semanas las primeras planas y las discusiones de sobremesa.

Cervantes era discreto, no fue capturado espectacularmente, no llamó la atención más que de algunos especialistas, que descubrieron una similitud entre los cortes hechos a la madre –los pedazos fueron recogidos en el canal del desagüe- y los que recibió la muchacha, que resultó haber sido su ex novia. El único detalle emotivo del caso es que la joven fue identificada por su tatuaje: un corazón roto.

Cuando José Luis Calva Zepeda, El Caníbal de la Guerrero, apareció muerto en su celda, los periódicos dieron la noticia con pormenores y la gente discutió –como siempre- si fue de verdad un suicidio. Eduardo Cervantes Salgado morirá en el anonimato.

Cosas que pasan por no escribir poesía.

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