jueves, marzo 12, 2009

Dulce supernocaut



Dicen que la venganza es un plato que sabe mejor frío. Esta vez fue en caliente, y supo muy bien.
México 16, Australia 1.




Luego de la victoria sobre México y de que su equipo estuvo a punto de pasar por encima de Cuba -una línea que en otro parque hubiera sido doblete pero que fue jonrón en el Foro Sol hizo la diferencia-, el manager de Australia declaró ya estaba pensando en la revancha contra los antillanos, porque volver a derrotar a México sería un mero trámite.
Vinicio Castilla ordenó pegar esa declaración en el dogout de la escuadra nacional, para picar el orgullo de los peloteros. Esa estrategia psicológica, transformada en concentración durante todo el juego y sumada al desplome del pitcheo australiano, fue ingrediente central en la contundente victoria del equipo mexicano. Humillación con humillación se paga.
Abrió y se llevó la victoria por México Jorge Campillo, cuya invisiball causó problemas a todos los toleteros de las antípodas (menos a uno, que le encontró un cambio de velocidad y lo mandó al otro lado de la cerca), fue correctamente relevado por Rodrigo López. Ambos tuvieron el apoyo de una defensiva que, en esta ocasión, no cometió errores.
Casi todos los bates nacionales estuvieron muy activos, pero especialmente el de Karim García, quien se había visto fallo ante Sudáfrica. El ex-Yankee bateó de 4-4, con dos cuadrangulares (uno de ello de largo alcance). Ahora hubo de parte de todos un poco más de paciencia en el plato, y la bola buena, a partir del tercer inning, a menudo llegaba. En todo momento mostraron hambre de paliza -que implicaba, también acortar el juego y descansar lanzadores- y, enfocados en ello, lo lograron. Para la quinta entrada, Australia ya había tirado la toalla. Se lo merece su manager, por hocicón.
Una cosa sigue preocupando: a cada juego se lesiona un titular de la escuadra mexicana. Esta vez fue Jerry Hairston Jr., y Agustín Murillo tuvo que improvisarse como jardinero.
Hoy vamos ante Cuba, un equipo muy completo, pero al que Fidel ya regañó por no apalear a sus contrincantes. El viejo Castro, cada vez más gagá, cree que es porque no quieren... a lo mejor es porque no pueden. A ver cómo nos va.

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