jueves, febrero 04, 2010

Leyendas olímpicas invernales: el bobsled de Jamaica


Los juegos olímpicos de invierno no son para naciones de clima cálido. Aun así, comparten con los de verano el propósito ecuménico. Ese elemento cardinal, aunado a una pizca de mercadotecnia, hizo famoso al equipo jamaiquino de bobsled, que debutó en Calgary 1988.

La idea surgió de un par de estadunidenses avecindados en Jamaica quienes, tras ver una competencia local de empujar carritos, y conscientes de que lo primero que se requiere en el bobsled es ser un buen velocista, intentaron reclutar un equipo entre los mejores corredores de la isla. Al final, sólo lograron el apoyo de un coronel de las fuerzas armadas y tuvieron que conformarse con cuatro soldados: Davon Harris, Dudley Stokes, Michael White y Samuel Clayton.

El equipo –que compitió con un bobsled rentado- llamó mucho la atención y participó dignamente, hasta que sufrió un aparatoso accidente. Los jamaiquinos de todos modos terminaron la competencia, llevando el carrito a cuestas por el resto de la bajada. La historia fue llevada al cine, con muchísimos cambios (como el de hacer del equipo un contendiente serio) en la cinta Cool Runnings (Jamaica Bajo Cero).

No sería la única vez que Jamaica presentaría un equipo de bobsled. Lo volvió a hacer, patrocinada por una marca de cerveza, en Albertiville 92 y en Lillehammer 94, donde quedó en el lugar 14, por encima de escuadras de Estados Unidos –y su famoso bob del millón de dólares-, Rusia, Italia y Francia.

Pero no se crea que la famosa exhibición de Jamaica en Lillehammer ha sido la mejor realizada por un equipo de bobsled proveniente de latitudes tropicales. Ese honor corresponde a la representación de México, en St. Moritz 1928, que terminó en el lugar número 11 (decimoséptimo en la primera manga; séptimo en la segunda), por encima de representantes de Holanda, Francia, Suiza, Bélgica, Polonia, Alemania, Rumania, Luxemburgo, Italia y Austria. El equipo constaba de L.M. Elizaga (capitán), G. Díaz, Mario Casasús, Juan de Landa y J. Díaz. Es un pedacito de historia deportiva que bien valdría la pena escudriñar.

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