miércoles, marzo 31, 2010

Super Size Me escultórico

Que Italia le prestó a Estados Unidos por dos años el David de Miguel Ángel, y los gringos lo devolvieron así:


martes, marzo 30, 2010

Biopics: La I Asamblea Estatal del PMT en Sinaloa (II)

Lo que siguió en la Asamblea Estatal fue un choque entre los cuadros locales y el dirigente nacional. La comisión dictaminadora aprobó por unanimidad el informe y las propuestas del Comité Estatal, señalando solamente que los tiempos de crecimiento le parecían demasiado acelerados (Jaime me confió que un dirigente municipal quería a toda costa torpedearlos). Pero intervino Demetrio Vallejo y cambió radicalmente el panorama.

El viejo dirigente ferrocarrilero dijo que la mayoría de las proposiciones del Comité Estatal eran totalmente inaceptables. Tomaban en cuenta de manera muy secundaria la principal preocupación del partido: la obtención del registro definitivo, para la cual era imprescindible la afiliación y regularización de 3 mil 500 ciudadanos en cada estado. Todas las demás actividades debían supeditarse a esa meta. Lo de las inversiones rentables sólo era posible después de la regularización, las organizaciones amplias de campesinos estaban fuera de los lineamientos de la Asamblea Nacional, la cuestión de la táctica sindical era competencia del Comité Nacional y otro tanto sucedía con el Sindicato Mexicano de Trabajadores del Campo.

De la intervención de Vallejó surgió una discusión entre él y Arturo Guevara. En síntesis, Guevara argumentaba que ya había más de 7 mil afiliados al PMT en Sinaloa y que por tanto era posible llevar a buen fin el ambicioso proyecto del Comité Estatal. Vallejo le respondió que ellos tenían regularizados exactamente a 1 500 militantes (guardo un papelito con los datos: 401 en Culiacán, 325 en El Fuerte, 306 en Guamúchil, 141 en La Cruz, 124 en Guasave, 80 en Mocorito, 59 en Escuinapa, 38 en Mazatlán y 26 en Ahome) y que entonces lo necesario era que los demás entregaran copia de su tarjeta de elector. Que sólo entonces podría discutirse lo demás.

A medida que la discusión se hacía más compleja y menos entendible para los profanos, la tensión iba en aumento. Renato Palacios, entonces, pidió a la asamblea que aprobara el informe y el programa del Comité Estatal “con los agregados que ha hecho el compañero Vallejo”. Las manos cansadas de los asambleístas se alzaron para aprobarlo. Andrés Torrecillas se acercó al micrófono y, tras regañar como de costumbre a los asistentes por su “falta de conciencia de clase”, dijo que la asamblea parecía del PRI: “¿Cómo es posible que aceptemos la ponencia del Comité Estatal y las aclaraciones de Vallejos si están contrapuestas entre sí?”. Renato insistió en que no se contraponían, le negó la palabra a un Torrecillas cada vez más enfurecido y le pidió a la asamblea que ratificara su decisión. Así lo hizo.

Entonces tomé yo la palabra para pedir que entre las resoluciones de la asamblea estuviera pedirle al Comité Nacional que se llevaran a cabo las reuniones sobre política y sindicalismo universitario. Renato contestó que eso no se podía votar. Vallejo, en tono paternalista, me dijo que podíamos enviar un escrito de solicitud al Comité Nacional. Cuando iba a volver a pedir la palabra, Renato me hizo un gesto, rogándome que no lo hiciera.

Llegó el momento de la elección del nuevo Comité Estatal. Para sorpresa de todos, Vallejo se opuso a que la asamblea lo eligiera. Argumentó que todavía no había 3 mil 500 afiliados regularizados y, por lo tanto, lo que habría sería una mera reestructuración del Comité Estatal Provisional (contradictoriamente, el primero sí había sido electo en la asamblea popular que realizaron los dirigentes nacionales del partido en Culiacán: el chiste era quitarle legitimidad a la nueva dirigencia). Se leyó la composición del nuevo comité y Vallejo preguntó si había objeciones. Como no las hubo, pasó a tomarnos la protesta y luego declaró solemnemente clausurada la I Asamblea Estatal del PMT en Sinaloa.

En ella se vislumbraron muchas de las características que habrían de marcar el desarrollo del partido en la región: las profundas diferencias entre el Comité Nacional y el Estatal (ejemplificadas por la disputa Vallejo-Guevara) que eran resultado, por una parte, del intento de control piramidal de la dirigencia nacional y, por otra, de su rigidez burocrática; la habilidad de Renato Palacios –la organizativa y también la que tenía para manejar momentos difíciles-; la escasa homogeneidad ideológica dentro del partido sinaloense, apenas salvada por la amistad y la camaradería; la impronta de las iniciativas políticas de Gustavo Gordillo, el dirigente ausente.
En el fondo, Torrecillas no estaba tan equivocado: formalidades de la votación aparte, la unanimidad forzosa evidenciaba una manera artificial de zanjar diferencias profundas en la concepción política.

viernes, marzo 26, 2010

Biopics: I Asamblea Estatal del PMT en Sinaloa (I)

A la I Asamblea Estatal del PMT en Sinaloa, celebrada los días 3 y 4 de junio de 1978, asistió, en representación del Comité Nacional, Demetrio Vallejo, secretario de organización del partido. Una nutrida comisión fue a recibirlo al aeropuerto. Había una manta: “Con Heberto y con Vallejo todos jalamos parejo”. Mientras lo esperábamos, Guevara me llamó a un lado y me dijo que el Comité Estatal me proponía para que ocupara la secretaría de relaciones culturales. Le dije que la verdad yo planeaba estar poco tiempo en Sinaloa, Guevara respondió que eso no era problema, que la cuestión era “subir el nivel” del comité. Acepté.

El primer día, la asamblea fue en un teatro. Había como 500 asistentes (entre ellos, los delegados de los comités municipales y los de un centenar de comités de base), así como personalidades locales, entre quienes recuerdo a Eduardo Franco, rector de la UAS. Allí se leyó el informe del presidente saliente, Victor Arnoldo Vega, El Nono, en el que daba cuenta de avances y limitaciones del partido durante tres años. Terminó su alocución con tres vivas: “Viva Heberto Castillo”, “Viva Demetrio Vallejo”, “Viva Gustavo Gordillo”. Incluyó al tercero junto a los dos santones del partido porque Gordillo, secretario de relaciones campesinas del Comité Nacional, se había destacado, junto con un grupo de auxiliares que formó, asesorando a los compañeros sinaloenses en las tareas de crecimiento del partido y de organización campesina. Esa inclusión en las loas terminaría por ser un error fatal.
Luego habló Vallejo. Una intervención larga, con lenguaje muy sencillo, en la que planteaba como bases de la política del partido la necesidad de organizar a los trabajadores y la crítica a la reforma política y a la política petrolera del gobierno.

El local en el que se desarrollaron las actividades el día siguiente era muy distinto. Se trataba, significativamente, de un jardín de niños llamado “Mundo Feliz”, en la colonia Tierra Blanca. Los logos del partido cubrían los solecitos, los patitos y las abejitas.
Momentos antes de iniciar las actividades, en petit comité se decidió la composición del nuevo Comité Estatal. Estaba ya decidido que Arturo Guevara ocuparía la presidencia; Renato Palacios, la secretaría de organización; Matías Lazcano, trabajo y conflictos y yo, culturales. Lo que hizo Guevara fue negociar con los del Municipal las otras carteras. Al final, Jaime Palacios quedó en finanzas; su hermana Blanca, en femeniles; Andrés Torrecillas, en obreras; Gilberto Mayo Espinosa –cercano a Guevara- en campesinas y un estudiante de economía, José Alfonso Flores Carrasco, en juveniles. Quedaban fuera del comité algunos de sus antiguos integrantes: Nono Vega, Alonso El Negro Campos, Arturo Airola –quien salía a México a estudiar una maestría-, Jorge Verdugo y Ramón Guerra.
En la primera parte de esa sesión se dio lectura a las ponencias. De los comités municipales de Mazatlán, de La Cruz de Elota y de Guamúchil y la mia, a nombre del comité de base de economía.
Yo no lo sabía en ese momento, pero aún con el lenguaje unitario y optimista de mi ponencia, había tocado los problemas fundamentales del PMT y le había caído en los güevos a Vallejo.
Había hecho referencia a la “necesidad de formación de una línea política más a largo plazo” y la verdad es que el PMT no tenía línea política. Había una lista de demandas, pero nada sobre cómo luchar para cumplirlas. En aquellos momentos, el partido nacional se encontraba activo sólo en los asuntos de la reforma política y los energéticos; en materia campesina, Gordillo hacía gran agitación en distintas zonas –señaladamente en la Huasteca hidalguense, pero también en el Noroeste- pero en realidad iba por su lado y, en Sinaloa, además del asunto campesino, se trabajaba en lo sindical y en la formación de colonias populares (a la fecha llevaban tres invasiones exitosas: las colonias Nueva y Demetrio Vallejo, en Aguaruto, y la Rubén Jaramillo, en Culiacán). Y ahora se planteaba hacerlo también en la universidad.
Hablé de “no postergar la evolución cualitativa de los miembros del PMT y de sus luchas”, y resultaba que bajo la consigna de “afiliar primero, concientizar después”, el partido postergaba indefinidamente la maduración política de sus miembros. Yo suponía que la dirección nacional subestimaba la capacidad autorganizativa de las masas; más tarde entendí que no le interesaba. Y veía la diferencia entre los buenos oficios de militantes convertidos en mediadores –como había visto en Culiacán- y un movimiento como el del agua potable que había armado el partido en Guamúchil, que combinaba la organización de los trabajadores municipales que prestaban el servicio con la de los usuarios.
Me referí (pensando en las diferencias que había visto entre el Comité Estatal y el municipal de Culiacán) a la “necesidad de elaboración común de líneas de acción”, donde la palabra clave resultó ser común. Resulta que, a nivel nacional, había unas directivas muy vagas, que cada comité estatal interpretaba a su manera, de acuerdo a sus muy diferentes experiencias y formación política. Yo no lo sabía, pero el PMT era, más que nada, una federación de partidos estatales, de muy diversa fuerza y con diferentes posiciones políticas. De ahí que el centro quisiera controlarlo todo.
Finalmente, mencioné la condición “democrática y sin fraccionalismos” del partido. El problema del fraccionalismo, a nivel nacional, no tardaría en aparecer y el Comité Estatal Sinaloa no tardaría en verse enfrascado en él.
En fin, que, sin saberlo a ciencia cierta, puse el dedo en la llaga. Y –quizá alertado por la alusión del Nono Vega a Gordillo- Vallejo confundió mi ingenuidad con mala fe. Era el vocero de la rebeldía de los sinaloenses.
Por si algo faltara, la ponencia final, de Guevara, iba en la misma línea. Hablaba de dar un “salto cualitativo” en el partido, que los dirigentes fueran coordinadores, que la secretaría de organización debería buscar métodos de trabajo para cada actividad política con base en estudios previos, que el partido tuviera inversiones rentables, que se diseñara una táctica sindical, se avanzara en la formación de organizaciones amplias de campesinos (secciones del Sindicato Mexicano de Trabajadores del Campo), de jóvenes y de mujeres. Finalizó con una serie muy ambiciosa de proposiciones de trabajo para los siguientes meses.

Luego de la intervención de Guevara, la asamblea eligió a la comisión dictaminadora, compuesta –a sugerencia de Vallejo- por los presidentes de los comités municipales.
Mientras la comisión deliberaba, se abrió la lista de oradores, que fue muy amplia y resultó ser una viva muestra de la diversidad del partido. Un compañero de Villa Unión, ex militante del PPS, hacia la diferenciación entre su antiguo partido y el PMT, e invitaba a los compañeros a tener una vida privada ordenada, Reymundo Benitez, de Aguaruto afirmaba: “Dios no existe, compañeros”, un compañero de Potrero de los Sánchez hablaba de los problemas de su comunidad, Morgan, de economía, hacía un panegírico de Arnulfo Armenta, compañero de El Fuerte, obrero de Cementos Sinaloa, quien perdió el trabajo por no poner en riesgo la vida de sus compañeros, Arnulfo Armenta hizo un panegírico de su condición de trabajador, Esteban Ruiz, de El Fuerte, hablaba de cómo gracias al PMT su ejido solucionó sus conflictos, imponiendose a los caciquillos internos. Cuando hablaba Ramos Quintero, mazatleco, del Movimiento Sindical Ferrocarrilero, ya mejor salí a tomar un poco de aire.
Acabada la lista de oradores, habló Vallejo. Cada quien entendió lo que quiso: el más reciente de los presidentes de comité de base, el de Los Llanos-La Bebelama me comentaba: “Tiene mucha razón el compañero Vallejo: es una injusticia que obliguen a los hijos del pobre campesino a llevar uniforme a la escuela”.
Tras un receso para comer, en lo que esperábamos el informe de la comisión dictaminadora se improvisó un espectáculo, a cargo de Flores Carrasco, nuestro flamante secretario de relaciones juveniles, consistente en chistes sexistas, que todo mundo festejó.

Fue un respiro, porque estaba por venir un encontronazo.


(Para los curiosos: las otras dos personas que aparecen en el recorte de periódico son, de lentes, Víctor Arnoldo Vega, El Nono y, tapado por una jarra de agua, Renato Palacios)

miércoles, marzo 24, 2010

Un paseo en lancha


Me lo platicó un viejo periodista. Corrían los años setenta y una tarde llegó a verlo un cuate suyo, que trabajaba en la Dirección Federal de Seguridad.

-Estoy que me lleva la chingada –fue lo primero que dijo.

Le había tocado participar en un operativo en contra del secuestro de un chamaco en Guerrero. A él y a varios de sus compañeros les dieron la orden de tomar la carretera hacia Acapulco. Partieron tres comandos, con un oficial al volante y dos escondidos en la parte trasera de la camioneta. El primero llevaría una maleta, supuestamente con el dinero del rescate; los segundos, armas largas. En algún lugar, pasando Cuernavaca, encontrarían al pie de la carretera, esperándolos, a un tipo vestido todo de blanco, con un paliacate rojo al cuello, que pretendería recoger la maleta. De atrás del auto saldrían los otros oficiales, lo capturarían y lo obligarían a confesar dónde tenían secuestrado al muchacho.

Salió el cuate del periodista manejando el primer auto. Ya casi llegaban a Acapulco cuando por fin vio al hombre de blanco, con su paliacate rojo, a un lado de la cuneta. Detuvieron el auto y el hombre se acercó; el policía bajó con la maleta y de inmediato saltaron sus compañeros, amagaron al de blanco y lo levantaron.

Se lo llevaron a Acapulco, al fin que estaban cerca. En una casa de seguridad, lo interrogaron durante varias horas. No confesaba. Le pegaron con un tubo en el estómago, le patearon los güevos, le dijeron que no tenía escapatoria, pero el tipo insistía en que no sabía nada. Decidieron entonces llevarlo a un paseo en lancha con motor fuera de borda.

A bordo de la lancha, más madrazos, hasta llegar a alta mar. Allí, era la vuelta buena. Le hundían la cabeza en el agua de mar y arrancaban la lancha por unos segundos. Lo sacaban y apenas lo dejaban tomar una bocanada de aire para volver a golpearlo y a preguntarle. El hombre no cantaba. Tras una de las vueltas, lo levantaron y se percataron de que ya no respiraba. Entonces decidieron tirar el cadáver, y que lo devoraran las olas.

Regresaron a la base y el cuate del periodista llamó a su jefe.

-Comandante, el operativo salió mal. El sospechoso no confesó y se nos murió.

-¡Cómo serán pendejos! –gritó la voz al otro lado del teléfono- El siguiente comando encontró al secuestrador, confesó todo y acabamos de rescatar al plagiadito. ¡Y ustedes perdiendo el tiempo en Acapulco, chingao!... ¿Qué hicieron con el muerto?

-Lo tiramos al mar, mi comandante.

-Pues sí, ni pedo. Regrésense de inmediato.

-¡Matamos a un inocente, compadre! –confesó el oficial, con voz quebrada, al periodista- ¡A un inocente!

Y se echó a llorar.

Cosas que pasaban en el México que se nos fue.

¿Se nos fue?

lunes, marzo 22, 2010

Joaquín Sabina, Luis Miguel Aguilar y la poesía de las listas

Llevo varios días leyendo ese hermoso objeto que es Vertigine delle liste, de Umberto Eco, sobre el que comenté anteriormente. Los breves ensayos que sirven como espinazo de la obra están acompañados por reproducciones de las obras gráficas presentadas en la exhibición ad hoc que Eco curó para el Louvre y por largas citas textuales de autores inmortales, que van generando los distintos elencos poéticos y prácticos: de las naves de Homero, a la lista de ángeles y arcángeles, a la descripción joyciana de un cajonero de Leopold Bloom, al esplendoroso recuento borgesiano de lo que se puede encontrar en el Aleph, a las maravillas que describe Ariosto en la luna -recordemos que ahí van todas las cosas perdidas-, a las metáforas de la belleza femenina en El Cantar de los Cantares, a los excesos de Rabelais, al despropósito del Tesauro, etcétera.
Eco hace la distinción entre lista cerrada (que puede ser un top ten que define cierto canon o el directorio telefónico, de finalidad estrictamente pragmática) y la lista poética, que siempre -de manera ideal- termina en un etcétera porque es infinita. De hecho, una de las formas de la poesía es hacer listas, cuya fuerza deje en nosotros una impresión, una huella estética. Y el listado -siempre una mezcla de lo clasificatorio y lo lírico- es parte fundamental de la cultura occidental.
Pensé, entonces, en bajar de las grandes torres y fijarme en autores más cercanos a la cultura popular. Ahí están Joaquín Sabina y Luis Miguel Aguilar, una lista de dos que podría, tal vez, ampliarse al infinito.

No es casual que el primer disco de Sabina se llame Inventario. El cantautor comparte con los barrocos el gusto por la enunciación, y la enunciación como poesía. Pongo dos ejemplos. En una canción aparecen, de manera simbólica porque la enumeración del infinito es imposible, todos los hombres que nunca será Sabina, pero que pudo haber querido ser. En la otra, la lista descriptiva de todos los que están en una noche de movida madrileña, se convierte en "el paisaje de la multitud" y el poeta es sólo un borrón en aquel paisaje humano (que si lo pintaran, estaría en la exposición montada por Eco en el Louvre).


Joaquín Sabina
La del Pirata Cojo

No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio,
si la vida se deja, yo le meto mano; si no, aún me excita mi oficio.
Y como además sale gratis soñar, y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas, a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré.

Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse,
mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans.
Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén,
policía ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez.
Tahur en Montecarlo, cigarrillo en tu boca, taxista en Nueva York,
el más chulo del barrio y tiro porque me toca, suspenso en religión.
Confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín,
comunista en las Vegas, ahogado en el Titanic, flautista en Hammelin.

Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.

Billarista a tres bandas, insumiso en el cielo, dueño de un cabaret,
arañazo en tu espalda, tenor en Rigoletto, pianista de un burdel.
Bongosero en La Habana, cazador en Venecia, anciano en Shangri La
polizón en tu cama, vocalista de orquesta, mejor tiempo en LeMans.
Cronista de sucesos, detective en apuros, conservado en alcohol,
violador en tu sueños, suicida en el viaducto, guapo en un culebrón.
Morfinómano en China, desertor en la guerra, boxeador en Detroit,
cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Playboy.

Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.


Todos menos tú

Nietos de toreros disfrazados de ciclistas,
ediles socialistas, putones verbeneros,
peluqueros de esos que se llaman estilistas,
musculitos, posturitas, cronistas carroñeros,
divorciadas calentonas con pelo a lo Madonna,
trotamundos fantasmas, soplones de la pasma,
pintorcillos vanguardistas, genios del diseño,
camellos que te pasan papelinas contra el sueño,
marcadores de paquete en la cola del retrete,
escritores que no escriben, vividores que no viven,
jet de pacotilla, directores que no ruedan,
mas chorizos que en Revilla con corbatas de seda,
muera la locura, viva el trapicheo,
tontopollas sin cura, estrategas del magreo,
petardeo de terraza, pasarela, escaparate,
archy, joy, stella, ¿como vais de chocolate?
tiburones de la noche con telefono en el coche y con fax.
caballeros en oferta, señoritas que se quieren casar.
caraduras, obsesos, gualtrapas, lameculos.
azafatas de congreso del brazo de sus chulos.
Superman en camiseta, y en la pista dando brincos
la coleccion de tetas que hacen bulto en Telecinco,
mulatonas caribeñas que ponen a la peña de pie,
Blancanieves en tripié, amor descafeinado,
Cenicienta violando al principe encantado,
cicerones de la ruta del mal. mercachifles del vacio total,
especialistas en nada, inventores del tebeo,
Julietas demacradas que no encuentran a Romeo,
estaban todos menos tú,
todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
como un idiota para oirte repetir
en el contestador que te has largado de Madrid.
Y una tribu de repatriados de Ibiza,
que dejaron de ser hippies, pero no de ser palizas,
filosofos con caspa, venus oxidadas,
apostoles del sida, lengua envenenada,
motoristas hitlerianos con guantes en la mano.
guitarristas de loquillo, Kubalas de banquillo.
doctores en chorradas, triunfadores con mosca,
yuppies que esta temporada no se comen una rosca,
equilibristas del tedio, un gorila armando gresca en el bar,
vampiros al asedio de sangre fresca para chupar.
paparazzis, reinonas, skins, perdonavidas,
y un notario de Pamplona que viene a la movida,
muertos que no se suicidan, niñatos, viejos verdes,
y un cuñado de una querida del Marqués de Villaverde.
pinchadiscos que te dejan k.o.
con la cosa del bakalao,
morenazos de balcón y rayos u.v.a.,
futurologos borrachos como cubas,
un tal Pepe que te puede contar
doce mil de Lepe sin respirar,
naricillas de saldo, tabiques de platino,
y un psicologo argentino mostrándote el camino,
estaban todos menos tú,
todos menos tú,
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
todos menos tú
y yo mas triste que un pingüino en un garaje
como un borrón en el paisaje de la multitud
de todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
y yo con manchas de carmín en la memoria
igual que un perro en el tejado de mi juventud
entre todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
pasando de lo que me cuentan
todos menos tú.


Luis Miguel Aguilar, a sus 54 años, sigue siendo la gran promesa de la literatura mexicana de mi generación. A Luis Miguel le apasionan las listas, que ha incorporado repetidamente a su obra poética y narrativa: listas de calamidades viales con su vocho, de cosas a las que hay que temer al llegar a los 40, de cosas que mejor uno no debió haber dicho o hecho. Uno de sus libros más entrañables, Chetumal Bay Anthology, trasterra al Caribe la obra de Edgar Lee Masters (que no es, en el fondo, sino una lista de muertos, que el índice del libro delata). Acaba de publicar, casi al unísono con Eco, Las cuentas de la Ilíada y otras cuentas, con un revelador epígrafe de Paul Claudell: “¿para qué sirve el escritor/ si no es para llevar las cuentas?”.
Pero la que a mí me parece la más representativa de las enumeraciones de Luis Miguel es su poema hermético El Futbol de Antaño. Una lista de nombres de futbolistas de los años sesenta, hecha en endecasílabos (una silaba por jugador alineado en un equipo) que, además del placer sonoro de nombres y apodos, tiene para los miembros de nuestra generación un sabor mágico, como el del chicle bomba de la infancia. Es, en efecto, una epifanía para unos cuantos escogidos: los que podemos visualizar aquellas canchas, recordar el rostro del Pipis Ruvalcaba (¡O el Japo Magaña!), cerrar los ojos y ver el cabezazo del Tubo Gómez y la estirada extrema del Piolín Mota. En su edición en libro (Nadie puede escribir un libro, Cal y Arena), cada nombre tiene su explicación, y el poema ocupa varias páginas. Aquí, en cambio, un link lleva a mis recuerdos personales.


Luis Miguel Aguilar

El Futbol de Antaño
(un poema hermético)

¿Dónde fueron los nombres, me pregunto
Que hoy trivia son, y pasto de elegía?

Masopust, Kavasnak, Bosniak y Masek,
Smolarek, Svovoda, Uda Dukla,
Edú, Pepe, Coutinho, Lima, Manga,
Voronin, Bene, Spartak, Florian Albert,
Altafini, Botafogo, Chesternev,
Manquito Villalón, Pepín González,
Amaury Epaminondas, Florentino,
Ataulfo Pablo Sánchez Matulic,
Cisneros y McDonald, Mustafá,
Reinoso -el Fumanchú-, Necco y Bericco,
De Sales, Portugal, Juan Bosco, Cuenca,
Colmenero, Escalante, Larrasolo,
Javán Marinho, Peniche, Dante Juárez,
El Chato Ortiz
y Romo, Luis Regueiro,
Mollinedo, El Espátula Rodríguez,
Ubniratao, Ubirajara, Ubiracy,
Los hermanos Delgado y los Majeswki,
Norberto Boggio y Claudinor Barbosa,
Ney Blanco, Lostanau, El Güero Jasso
Y Jasso El Bigotón, Héctor Hernández,
Sepúlveda, Moreno, El Cura Chaires,
Pina Arellano, Reyes, Ponce y Jara,

Tedesco, Giacomini, Etcheverri,
El Santos y un "Pelé", Pedro Dellacha,
El Cordobés García, El Charro Lara,
Los cuates Calderón, El Chino Estrada,
Antonio Mota, El Pipis Rubalcaba,
Vavá, Moacyr, Fragoso, Arlindo y Zague,
La Tota Carvajal, Walter Ormeño,
Borja (y la palomita contra Italia
A pase de) Pichojos, Jorge Iniestra,
Los dos Padilla, El Chale y El Gansito,
Del Águila, Del Muro, El Peque Díaz,
El Sausalito, Cárdenas y Gento,
El Monito Carús, Toño Munguía,
Belmonte, El Jamaicón, Fello, Mellone,
Y (por poco aquel gol del) Tubo Gómez.

Hoy vuelven bajo un sol de epifanía
Que es tiempo, y polvo, y juego de conjunto.

martes, marzo 16, 2010

Biopics: Por la sierra de Monteverde

Otra cosa que hicimos fueron los preparativos para la I Asamblea Estatal del PMT en Sinaloa. En ello trabajaron fundamentalmente los miembros del Comité Estatal (con la excepción de Guevara, quien salió de vacaciones a Tijuana), Meza Campusano por el municipal y los de economía. Quien coordinaba y organizaba todo era Renato Palacios. Mi comité hizo pintas por la ciudad, reprodujo carpetas y se encargó del servicio de orden.

Una anécdota significativa que tuvo lugar en esos días fue mi salida con Meza Campusano, Andrés Torrecillas y el compañero Ángel, de la colonia Libertad, en la brigada que atendía la zona de Monteverde, en el municipio de Culiacán.

La intención principal de la brigada era hacer asambleas populares en los ejidos que faltaban por cubrir. El método era sencillo: llegabas al pueblo con música ranchera a todo volumen, voceabas que habría una asamblea popular, la gente se reunía a ver qué onda, uno de los cuadros del partido se echaba un rollo revolucionario, explicando en qué consistía el partido, había una sesión de preguntas y respuestas, se pedía a la gente que se afiliara y, quienes lo hacían formaban automáticamente un comité de base y escogían allí mismo a sus dirigentes. Las brigadas del Comité Municipal visitarían después a los dirigentes y, con ellos, iban armando el partido propiamente dicho.

Toda la zona estaba llena de pintas del PMT, que había hecho con antelación el comité de base de Monteverde, y las asambleas fueron un éxito. En donde no pudieron realizarse fue en el poblado Los Llanos, adonde también estaba invitada la gente de una ranchería llamada La Bebelama, porque varios de sus habitantes asistirían una asamblea ejidal en Monteverde.

Fuimos a esa asamblea ejidal, acompañando a Pedro Madueñas, presidente del comité de base de Monteverde. Fue la primera de una veintena de asambleas ejidales a las que asistí en esos años. Asistían sólo hombres, votaban sólo ejidatarios y eran reuniones protegidas por la guardia rural del ejido (un par de ancianos orgullosos de portar las viejísimas carabinas que les habían dado en tiempos de Cárdenas). Por lo general me parecieron un auténtico ejercicio democrático.

Durante aquella asamblea, se trató el problema de la ampliación del ejido. Andrés Torrecillas –ex líder de un sindicato de cargadores afiliado a la CROC- había ido a la ciudad de México a realizar algunos trámites y traía importantes avances en la negociación. Les explicó a los campesinos la situación y pasó de inmediato a reclamarles su poca participación; les recriminó “su falta de conciencia de clase”. Luego habló Meza Campusano, para señalar cómo su asunto estaba entre los puntos del programa del PMT. En la etapa final de la reunión, se tocaron varios chismes internos del ejido, para los cuales siempre se pedía la opinión a Torrecillas quien, de hecho, actuaba como juez, no siempre con justicia, porque tendía a darle la razón a los más exaltados. Se hizo una colecta para pagarle sus favores a Torrecillas, pero Meza Campusano no aceptó que fuera para eso, sino para pagar el viaje de los delegados a la Asamblea Estatal.

Finalmente, la asamblea invitó a los pobladores de Los Llanos y La Bebelama a que se quedaran al local ejidal, donde improvisamos una asamblea popular del partido. Meza Campusano habló de la valentía de Heberto y Vallejo, dijo que era el partido de “nosotros, los pobrecitos” y me introdujo como un importante licenciado que les iba a hablar de la situación del país. Así lo hice, en términos muy didácticos. Los campesinos nos escucharon con atención y los ojos muy abiertos, Se afiliaron al partido los 13.

Dos cosas me llamaron la atención de esa primera experiencia partidista con los campesinos. Una era la relación de dependencia que habían formado hacia Torrecillas. Este hombre, más que guía político –a pesar de sus genéricos llamados a la “conciencia de clase”- era un intermediario, y eso no iba a facilitar que se formara entre los miembros de base la capacidad de auto-organizarse en defensa de sus derechos, sino que se perpetuaba el paternalismo.

La segunda era la constante referencia de Meza Campusano a que éramos “pobrecitos”. El estilo ya había generado discusiones en el Comité Municipal. Jaime Palacios siempre empezaba las asambleas con una frase hecha: “Nosotros, los pobres, que siempre hemos vivido en la miseria” y a muchos compañeros eso les parecía de mal gusto. Según Jaime y Meza Campusano, afirmar la propia pobreza era un “puente de comunicación”, según otros, como Marco Antonio Guerra y el profesor Apodaca aquello era falso y daba una idea equivocada del partido, donde lo importante era vivir del propio trabajo, no el ser pobre. Ambos habían redactado volantes “alternativos” para asambleas en la zona de Costa Rica, Sin. Lo peor fue que, en vez de discutir sobre el tema, resultó que las posiciones de Guerra y Apodaca no estaban “avaladas” por un amplio trabajo partidista (o sea, no valía tanto lo certero de una posición, sino el trabajo partidario de quien la expresara; el caso es que el Comité Municipal sólo los chicharrones de Jaime y de Meza Campusano tronaban).

Poco después fue mi primera conversación con Arturo Guevara. Sucede que Jaime y yo habíamos leído los documentos preparatorios de la Asamblea Estatal y nos parecieron pobres en lo referente a asuntos culturales, juveniles y femeniles, y lo fuimos a comentar con Guevara.

Lo que debió de haber sido una reunión de crítica política, terminó en una conversación muy emocional entre Guevara y Palacios (aunque Jaime fingía indiferencia), que inició sobre la confianza mutua y terminó sobre las diferencias en el modo de tratar a los “líderes naturales”.

Jaime se fue y me quedé hablando con Guevara. Le dije que tenía la impresión de que el Comité Estatal seguía ciegamente los dictados del centro. Respondió que nada había más alejado de la verdad. Que en la 1ª Asamblea Nacional del PMT él se había parado a criticar a una serie de oradores que estaban a favor de que los dirigentes nacionales decidieran si íbamos por el registro definitivo o condicionado, con el único argumento de que Heberto y Vallejo eran compañeros de enorme valía. Guevara había dicho que no se trataba de cuestionar a los dirigentes, sino de discutir seriamente. Otros tomaron la palabra para repetir lo de la valía de Heberto y Vallejo y entonces Heberto los interrumpió: “¿Qué no oyeron lo que dijo el compañero Guevara? Den argumentos o mejor cállense”. Y se callaron. Me dijo que Sinaloa llevaba la posición de que se solicitara el registro condicionado, luego de llegar a acuerdos con otras fuerzas independientes de izquierda, pero que el ambiente estaba tan caldeado que ni siquiera presentaron la moción.

Seguimos platicando acerca de nuestra concepción de partido político y encontré que tenía muchas coincidencias con Guevara. Me di cuenta, además, de que el tacto y la diplomacia no eran su fuerte.


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Muchos años después, cuando era asesor en Gobernación y estaba en su apogeo el conflicto de Atenco, alguien -no se si en Bucareli o en Los Pinos- tuvo la peregrina idea de que el problema se podía resolver mediante asambleas ejidales que votaran en secreto si estaban a favor o en contra de la contrucción del aeropuerto en sus terrenos. Tenían información de que la gente estaba dividida y creían ver una salida al túnel en que se habían metido desde que, muy listos, ofrecieron desde la SRA a los ejidatarios de la zona comprar sus tierras a precios "de mercado" (es decir cien veces menos de lo que valdrían tras haberse aprobado el proyecto). Pregunté si alguna vez habían asistido a una asamblea ejidal, si sabían que nada más tenían voto los ejidatarios (no las mujeres y los hijos, no los avecindados), si conocían que la práctica era buscar consenso antes de votar, si sabían que las pocas veces que se hacía, se votaba a mano alzada y si estaban conscientes de que solían ser deliberaciones armadas, custodiadas por la guardia rural del propio ejido. Allí murió la propuesta. Cosas que pasan por no conocer el país.


viernes, marzo 12, 2010

Biopics: Lluvia de balas en Culiacán

Una noche, regresaba con Jaime Palacios de una de esas visitas grillescas a la colonia Mazatlán cuando encontramos una gran cantidad de gente afuera del pequeño conjunto de edificios en el que vivíamos. Patricia nos contó lo sucedido, que le tocó peligrosamente cerca.

Nosotros vivíamos en el edificio central de cinco, que formaban un semicírculo. Enfrente de nosotros pasaba el boulevard Niños Héroes, que es como el malecón del río Tamazula. Tras el río había terreno silvestre y, más en lontananza, se divisaban Ciudad Universitaria, enfrente, y La Lima, a nuestra derecha.

Al caer la noche, Patricia escuchó ruidos en el departamento de junto, que correspondía al edificio contiguo. Los describió como de pelea de película del oeste – uno se imaginaba sillazos sobre la espalda y botellas contra la pared-. Se asomó por la persiana y vio que uno de los inquilinos de ese departamento, un policía judicial, salía al balcón, descamisado, cargaba una caja de municiones con una mano y una subametralladora con la otra.

Lo siguiente fue que el tipo levantó el arma y soltó una ráfaga en dirección al río. Patricia sintió que el hombre se volteaba y la descubría, así que se fue a la parte posterior del departamento y, desde allí –donde estaba el lavadero- se saltó con el otro vecino, un colombiano experto en helicópteros artillados que entrenaba a los judiciales mexicanos. El colombiano estaba ahí, con su familia, y tenía su pistola en la mano. Tanto a él como a Patricia les ganó la curiosidad y siguieron los acontecimientos –ahora desde un ángulo mucho más difícil para el enloquecido tirador-.

Otro de los inquilinos, un chilango que vivía en el edificio más esquinado, se saltó por atrás hacia un terreno baldío, alcanzó la calle y, desde alli, empezó a hacer señas a los autos para que no pasaran (Patricia y el colombiano alcanzaban a verlo, pero no el judicial, tapado por el propio edificio). Se escuchó un rechinido de alguien que frenaba, pero también pasó un auto, conducido por el Piel Roja, nuestro vecino de abajo –un apache gringo, veterano de Vietnam, casado con una vietnamita y de quien se decía era “asesor en tortura” para la misma policía judicial-, quien iba con su familia y se estacionó en medio del semicírculo. Ante el horror de los espectadores agazapados en los departamentos, el francotirador apuntó al hombre que descendía del auto, a su esposa, a los dos niños (el niño se llamaba Wan Tu, a la niña la llamábamos “Tri For”) pero disparó sólo cuando la familia había cerrado la puerta. Terminó su cargador y sacó otro de la caja. Continuó la lluvia de balas hacia la calle y el río. Luego se escucharon ruidos desde atrás de nuestro edificio, donde había una construcción. Por ahí se encaramó un comando de judiciales, que detuvieron a su compañero y se lo llevaron con rumbo desconocido. Nosotros llegamos unos veinte minutos después. Los judiciales inquilinos nunca volvieron al edificio y el Piel Roja afirmaba, muy tranquilo, que él creía que el hombre armado que les apuntaba “estaba jugando”.


He de decir que ese fue, de lejos, el episodio más violento que vivimos durante nuestra estancia en Culiacán (aunque no serían los únicos balazos que escucháramos). También, que a lo largo de esos más de dos años –gobernaba Alfonso Calderón Velarde y en la zona serrana se llevaba a cabo la Operación Cóndor del Ejército (no confundir con la que se atribuye a los militares sudamericanos de la época)- jamás supe de alguna ejecución masiva, nunca me ofrecieron droga y ni siquiera sentí un hornazo de mota. A diferencia de lo que relatan ahora, aquello era casi estrictamente un asunto de exportación, y la preexistente cultura de la violencia todavía no era potenciada a fondo por la subcultura del narco (aunque, claro está, las afinidades entre ellas permitieron que permeara con rapidez).

miércoles, marzo 10, 2010

Agüita amarilla

Los amantes de las estadísticas chuscas estarán de acuerdo con que el siguiente gráfico es una maravilla:

El gráfico mide el consumo de agua en la ciudad de Edmonton, Canadá, durante la final del hockey sobre hielo masculino en los Juegos Olímpicos de Vancouver, donde se enfrentaron Estados Unidos y Canadá, con el resultado de una victoria canadiense en tiempo extra.
Como puede observarse, el patrón de consumo es muy diferente al del día anterior (que es la línea verde). Notablemente menor al promedio durante el juego, con grandes saltos al final de cada periodo y después de la ceremonia en la que se entregaron las medallas a los ganadores.
Sólo hay una explicación para esto, tomando en cuenta que el partido tuvo un rating extraordinario -80 por ciento de los canadienses lo vio-, y es que los espectadores se aguantaban las ganas de orinar durante el juego, iban al baño en el entretiempo, le jalaban al excusado y causaban un incremento inusual en el consumo de agua durante esos breves periodos. Si estaban tomando cerveza, lo probable es que hayan salido a orinar al término de cada periodo.
Nótese como el consumo de agua empezó a bajar notablemente antes del inicio del partido (face-off). Imagino a los espectadores espectantes (valga la cacofonía) y reacios a ir al baño. Nótese, asimismo, que el patrón se normaliza pocos minutos después de la entrega de medallas.
Mención aparte merece el pequeño pico entre el momento de la victoria y la ceremonia de premiación. Es cuando fueron al baño los más aguantadores.

martes, marzo 02, 2010

Biopics: En el PMT, primeras grillas

Afiliado al PMT

Una tarde de abril de 1978 fui a casa de Jaime Palacios y me afilié al PMT. Había ponderado entre el Partido Comunista y el Mexicano de los Trabajadores y me decanté por el segundo. Desconfiaba del sectarismo y dogmatismo del PCM, a pesar de que numerosos factores indicaban que estaba saliendo de esos vicios, porque era también claro que su estilo estaba todavía permeado por ellos. Por otro lado, del PMT sólo conocía los documentos básicos y los artículos que sus dirigentes publicaban en la revista Proceso. Si bien encontraba cierta vaguedad en sus definicionees, me atraían enormemente su estilo relativamente fresco, su aparente antidogmatismo, sus raíces nacionales y, sobre todo, el que pusiera con valentía el dedo en la llaga de los más importantes problemas nacionales; en particular, la política petrolera del gobierno, que Heberto Castillo criticaba con obsesión y muchos datos. Esta diferencia de estilos y de puntos de vista la encontré también entre los miembros de uno y otro partido en Sinaloa.

Me hubiera afiliado semanas antes, de no haber sido porque, en aquellos días, el Pleno Nacional del PMT había decidido no solicitar su registro condicionado a las elecciones de 1979, tras la reforma política promovida por López Portillo, sino luchar por la consecusión de su registro definitivo. Esta actitud me pareció poco consecuente, ya que el PMT era la organización que más había luchado –desde su nacimiento como CNAO- por una reforma política que simplificara el registro de los partidos y la fuerza de la izquierda, en ese entonces, no daba como para esperar una reforma democrática profunda.

Al mismo tiempo, me pareció extraña y demagógica la postura de Heberto Castillo al proponer al PCM y al PAN un boicot a la reforma política del gobierno. Heberto no podía sinceramente esperar que el PAN –cuya existencia dependía de ser la oposición “decente”-. o el PCM –cuyo viraje a la democracia estaba ligado al fin de la semiclandestinidad y cuyo crecimiento no podía darse fuera del nuevo contexto- iban a suicidarse.

Mi visión, influida por los análisis electorales italianos durante mi estancia allá, indicaba que el 1.5 por ciento de los votos, necesario para sostener el registro condicionado era relativamente fácil en el contexto mexicano, por mucho que el gobierno intentara hacer fraude –el argumento central de Heberto era que, como el gobierno controlaba las elecciones, tenía en sus manos los números y el condicionamiento electoral era, en realidad, condicionamiento político-. El camino del registro definitivo sin haber contendido anteriormente me parecía farragosísimo: diseñado para que nadie lo recorriera (y, en efecto, nadie jamás lo hizo).

Sin embargo, con la conciencia de que la decisión del pleno del PMT a lo más que llegaría sería a retrasar el momento de registro, de todas maneras me afilié, considerando –según escribí- que “a fin de cuentas el trabajo de organización y cohesión de los trabajadores no está sujeto a los vaivenes electorales (y menos en un país con un sistema político como el mexicano)”.

Primeras grillas

Aproximadamente quince días después de mi afiliación, fui invitado a una reunión de universitarios del PMT. En ella se discutió sobre la conveniencia de formar comités de base en la UAS y si era más conveniente hacer uno solo o formarlos por escuela, Se votó lo segundo, ese mismo día se organizó el comité de base de economía y yo salí electo presidente.

A partir de entonces, el CB de economía se reunió semanalmente. Su actividad principal resultó ser apoyar al Comité Municipal Culiacán, tanto a las brigadas que salían a volantear a las colonias populares de la ciudad y poblados del municipio como a la organización de Asambleas Populares, que eran el mecanismo del partido para ir afiliando ciudadanos por su lugar de residencia o su situación laboral.

Igualmente, se propuso la creación de un periódico mural del comité, “El Insurgente”, que tuvo su primer número, pero nunca se pegó. El Comité Estatal se opuso, argumentando que era incorrecto pegarlo en Ciudad Universitaria, porque los universitarios no eran el interés fundamental del partido: hay que pegarlo en las plazas, dijeron. Jaime me decía que los del Comité Estatal eran “ineptos y seguidistas del Comité Nacional”.Finalmente, cuando una serie de malentendidos fueron aclarados, el calendario escolar impidió que se pegara.

Pero la primera grilla relevante fue mi papel como mediador en una especie de juicio político que se hizo a un militante del partido, llamado Eligio Quintero, y que enfrentó a los comités Estatal y Municipal.

Sucede que Quintero había entrado en conflicto con Carlos Arturo Guevara Niebla, una figura importante del Comité Estatal. Lo había acompañado a una de sus habituales giras de trabajo partidario por el norte del estado y, luego de visitar a los compañeros del Comité Municipal de Ahome, le dijo a Guevara que éstos vivían como pequeño-burgueses y que debían estar fuera del partido. Cuando Guevara le pidió que no se refiriera de esa manera a compañeros de partido, Quintero siguió criticándolos por su modo de vida. No quedó allí, sino que el hombre siguió esparciendo sus comentarios entre los miembros del CB de la colonia Mazatlán –él era secretario de organización-, una zona popular en la que Jaime había trabajado mucho “prometiéndoles victorias” a la gente. Quintero decía que ni Guevara ni los de Ahome tenían derecho a estar en un partido de los trabajadores, porque eran pequeñoburgueses y porque la esposa de Guevara quería conservar su “buena chamba de licenciada” (era asesora de la Unión de Padres con Hijos Desaparecidos).

Mientras que la mayoría de los compañeros –y en especial los del Comité Estatal- trataron de “parar en seco estas intrigas impropias de un partido serio” y exigían que Quintero se disculpara públicamente, los del Comité Municipal veían las cosas con una óptica diferente. Según ellos, el problema podía solucionarse de manera informal. Esto dio pie a una fricción entre ambos comités. Jaime acusó al estatal de exceso de rigidez, de no saber tratar a los cuadros populares, alejándolos con su apego demasiado estricto a los estatutos, con su falta de tacto. Comentó también que era sintomático que cuando los cuadros populares con los que contaba el partido se acercaban al Comité Estatal, acababan peleados. Recordó al respecto el caso de un tal “Papitas”, a quien no conocí.

El Comité Estatal respondió –principalmente por boca de Guevara y de Renato Palacios- que, como se trataba de un partido político y no de un club de amigos, había que respetar los estatutos. De ahí pasaron a ponderar que los comités de base trabajaban mejor en otros municipios que en Culiacán y, al asunto central: que no había tal “desperdicio” de líderes naturales, aquellos que terminaban fuera del partido estaban maleados de entrada, “contaminados de populismo”, pero que los principales líderes del municipal de Culiacán, Jaime Palacios y Heriberto Meza Campusano, “en su estilo irreflexivo y voluntarista” seguían cortejándolos y defendiéndolos, cuando “tenían un gran potencial corruptor”.

Convenimos dos cosas: que Jaime hablara con Quintero para que éste pidiera disculpas al Comité´Estatal y a los compañeros –acabó presentándose, pero se retiró antes de disculparse- y que se redistribuirían los miembros de los comités estatal y municipal, para mejorar la comunicación entre ellos. Quedé bien con tirios y troyanos, pero entendí que el populismo estaba muy enraizado.