viernes, marzo 25, 2011

Nerdosa celebración

El pasado 23 de marzo, según la cuenta de Google Analytics, las visitas a este blog desde que instalé el gadget (el 29 de octubre de 2007) llegaron a 50 mil.
Para celebrarlo, cuando ya iban 50,050, hice numeritos. Calculé, tomando como base para los datos de población estimada para el 2011 el CIA Factbook, la densidad nacional de las visitas a mi blog: es decir, su número por país, por millón de habitantes.
Los resultados, en general, no fueron sorpresivos. Después de México, siguen los países de habla hispana, en buena medida en función de la penetración de internet y de su nivel socioeconómico (con Cuba en un lamentable último lugar, mezclada en los otros grupos). Más atrás, las naciones desarrolladas de América y Europa y luego el resto del mundo. Lo curioso son los outliers: países con población escasa que sí registran visitas y que suben en este peculiar ranking.

Países con más de 100 visitas por millón de habitantes

Mèxico 243.1
España 121.0

Países con más de 50 visitas, pero menos de 100, por millón de habitantes

Chile 88.1
Uruguay 72.4
Puerto Rico 71.8
Andorra 71.4
Argentina 66.6
Panamá 62.9
Costa Rica 61.1
Perú 54.9
Venezuela 52.7

Países con más de 20 visitas, pero menos de 50, por millón de habitantes

Colombia 49.4
Ecuador 45.4
República Dominicana 43.4
El Salvador 31.0
Aruba 28.3
Bolivia 21.7

Países con más de 10 visitas, pero menos de 20, por millón de habitantes

Guatemala 18.2
Guernsey 15.4
Nicaragua 14.9
Antillas Holandesas 14.1
Dominica 13.9
Paraguay 12.9
Honduras 12.5

Países con más de 5 visitas, pero menos de 10, por millón de habitantes

Islas Vírgenes (E.U) 9.2
Reino Unido 7.7
Estados Unidos 7.0
Bahamas 6.4
Belice 6.2
Bélgica 5.2
Eslovenia 5.0

Países con más de 1 visita, pero menos de 5, por millón de habitantes

Suiza 4.9
Guyana Francesa 4.4
Canadá 4.1
Suecia 4.0
Luxemburgo 4.0
Cuba 3.8
Estonia 3.8
Qatar 3.5
Italia 3.1
Francia 2.9
Serbia 2.7
Holanda 2.4
Dinamarca 2.2
Eslovaquia 2.2
Finlandia 2.1
Noruega 2.1
Portugal 2.0
Alemania 1.9
Austria 1.8
Trinidad y Tobago 1.7
Grecia 1.5
Guinea Ecuatorial 1.5
República Checa 1.4
Australia 1.3
Bosnia Herzegovina 1.1
Fidji 1.1

Países con 0.2 a 0.9 visitas por millón de habitantes

Croacia 0.9
Hungría 0.9
Israel 0.9
Bahrein 0.9
Brasil 0.8
Polonia 0.7
Nueva Zelanda 0.7
Senegal 0.6
Hong Kong 0.6
Rumania 0.5
Letonia 0.5
Macedonia 0.5
Georgia 0.4
Kuwait 0.4
Marruecos 0.3
Lituania 0.3
Albania 0.3
Japón 0.2
Líbano 0.2
Irlanda 0.2

Países con menos de 0.2 visitas por millón de habitantes

Turquía 0.15
Malasia 0.14
Bulgaria 0.14
Ucrania 0.13
Rusia 0.12
Arabia Saudita 0.11
Corea del Sur 0.10
Argelia 0.09
Egipto 0.07
Filipinas 0.05
Tailandia 0.04
Siria 0.04
Taiwan 0.04
China 0.004
Indonesia 0.004
India 0.003

miércoles, marzo 23, 2011

Biopics: Un kiosco muy vivo

Regresar a la ciudad de México implicaba para mí, además, una expansión de las opciones culturales a las que tenía acceso: librerías, discos, más cine, teatro, eventos… Pero lo mejor eran las revistas, porque el país vivía una coyuntura en la que el kiosco de publicaciones estaba muy vivo.
Además de las que leía de manera cotidiana desde que estaba en Sinaloa, descubrí El Viejo Topo, publicación española que brindaba una versión heterodoxa, completa y compleja del pensamiento de izquierda. El Viejo Topo trataba temas como “placer y marxismo”, análisis de literatura iberoamericana o reflexiones sobre el Estado policial; allí conocí a autores tan diversos –y tan necesarios- como Fernando Savater, Agnes Heller y Terenci Moix. Una revista erótica ( a su manera) y herética. También tuve acceso a Mother Jones, con su periodismo “de revelación”, que –además de tocar temas claves como la lucha por la despenalización del aborto o el sindicato polaco Solidaridad, desnudaba la hipocresía dominante y las grandes trampas, en muy distintos campos, de las grandes empresas. Ese periodismo era para mí la revelación de que en Estados Unidos sí existía una izquierda.
Igualmente, esos fueron los años de gloria de la revista del PCM, El Machete, en aquel entonces dirigida por Roger Bartra. El Machete abordaba  problemas relativos a las minorías sexuales, la situación de la mujer, la polémica sobre la relación entre sindicatos y partidos,  a cuestiones del socialismo actual, el rock, la novela de la onda o la política económica. Era un foro abierto a la discusión y era mucho, pero mucho menos cuadrada que la mente del comunista mexicano promedio. En algún momento mi buen amigo Raúl Trejo Delarbre criticó la poca presencia de la lucha de los trabajadores en esa revista, y le puso Le Machette. Bartra le replicó con argumentos que en estos momentos no recuerdo, pero sí que le pagó con la misma moneda, llamándolo Raúl Trejo Delouvriere.
Para completar mis lecturas hebdomadarias, cuando iba a casa de mis papás, le arrancaba a la revista Siempre!, de la que mi jefe era asiduo, el magnífico suplemento La Cultura en México, dirigido por Carlos Monsiváis, que también abordaba, y de manera cada vez más frecuente, temas de carácter político y sindical.
Era una época en la que en el país aparecían muchísimas publicaciones de línea progresista. Correspondían a una izquierda que debatía con ideas, muy lejana de la que hoy se hace llamar así y que –como el PRI de entonces- sólo está interesada en la guerra interna de posiciones para ver qué hueso puede roer.
A una de estas publicaciones, la revista Crítica Política, me invitó a colaborar Alfonso Vadillo, quien era copropietario. Envié una olvidable reseña cinematográfica de Kramer contra Kramer.

La emoción de recibir el uno

Una de las primeras cosas que hice cuando llegamos al departamento fue suscribirme al unomásuno, que también por entonces vivía sus días de gloria. Ya no tendría que luchar por un ejemplar en la cartolibrería de la Avenida Obregón en Culiacán; ahora llegaría directito a mi casa.
Todavía recuerdo la emoción casi infantil que me invadió el día en que, bajando las escaleras, me encontré el uno en el pasillo. Además, ese periódico regalaba a sus suscriptores varias publicaciones semanales o mensuales que estaban de alguna manera ligadas con la casa editorial. Aquel primer día el diario llegó junto con Imágenes, la revista de cine. Me miro con esa revista en la mano y con una gran sonrisa satisfecha.
Otra revista que solía venir con el unomásuno era Fem, dedicada a cuestiones feministas y que, al igual que la de cine, ya desapareció. Sólo sobrevive Tiempo Libre (porque el unomásuno poco tiempo más tarde entraría en una crisis –ya contaré la historia, porque fui protagonista secundario-, seguida de una larga agonía, un coma prolongado y la muerte… actualmente un zombi deambula con ese nombre en algunas oficinas de prensa y quién sabe dónde más).
Doonesbury explora el cerebro de Reagan en Mother Jones

lunes, marzo 21, 2011

Cien películas francesas

 









Va otra lista, con las salvedades del caso. 
Por un lado, la definición de “películas francesas”, particularmente complicada porque Francia es un país que participa en muchas coproducciones. Decidí incluir en la lista aquellas coproducciones en la que la participación francesa es mayoritaria (por eso están algunos filmes de Alain Tanner, y otros no; así como El Pianista y Un soir, un train, onírica obra surrealista del conocido pintor belga André Delvaux).
Por el otro, se ve que cojeo en mi preferencia por la nouvelle vague, que sentó precedentes, sobre todo durante la década de los sesenta, y que me gustan más las realizaciones del grupo de Cahiers du Cinema que las de Rive Gauche (creo que de ellos sólo salvo a Resnais y a Chris Marker).
El momento más emblemático, y mágico, que he vivido en mis visitas a París fue cuando, paseando por un callejón del Barrio Latino, nos topamos con Jean Pierre Leàud (es decir, con Antoine Doinel), que huía con una máquina de escribir en los brazos (se filmaba El Amor en Fuga). En mi canon, si hay un autor cercano a Dios en el firmamento del cine francés, se llama François Truffaut.

Las 10 películas francesas que más me han gustado.
  1. La voie lactée (1969)
  2. Le roi de coeur (1966)
  3. Une femme fidèle (1976)
  4. Pierrot le fou (1965)
  5. Bande à part (1964)
  6. Belle de jour (1967)
  7. L’Age d'or (1930)
  8. Les quatre cents coups (1959)
  9. Le Retour de Martin Guerre (1982)
  10. État de siège (1973)

15 películas clásicas
1.    Un chien andalou (1929)
2.    La chute de la maison Usher (1928)
3.    Zéro de conduite (1933)
4.    La jetée (1962)
5.    La belle et la bête (1946)
6.    Le plaisir (1952)
7.    Le salaire de la peur (1953)
8.    Ascenseur pour l'échafaud (1958)
9.    Le Beau Serge (1958)
10.                      Hiroshima mon amour (1959)
11.                      À bout de souffle (1960)
12.                      L’année dernière à Marienbad (1961)
13.                      Jules et Jim (1962)
14.                      Un homme et une femme (1966)
15.                      La règle du jeu (1939)

Las otras 75
1.    Messidor (1979)
2.    Sans soleil (1983)
3.    Le Procès (1962)
4.    Mourir à Madrid (1963)
5.    Goto, l'île d'amour (1968)
6.    La nuit américaine (1973)
7.    Le dernier métro (1980)
8.    La femme d'à côté (1981)
8.    Jonas qui aura 25 ans en l'an 2000 (1976)
9.    Nada (1974)
10.    Z (1969)
11.    Glissements progressifs du plaisir (1973)
12.                      Tout va bien (1972)
13.                      Viva la muerte (1970)
14.                      Nuit et brouillard (1955)
15.                      La guerre est finie (1966)
16.                      Intouchables (2011) 
17.                      Le placard (2001)
18.                      Persépolis (2007)
19.                      Kirikou et la sorcière (1998)
20.                      Le caporal épinglé (1962)
21.                      La Marche de l’empereur (2005)
22.                      L’Amour l'après-midi (1972)
23.                      Vivre sa vie: Film en douze tableaux (1962)
24.                      Touché pas à la femme blanche (1974)
25.                      'Round Midnight (1986)
26.                      La sirène du Mississippi (1969)
27.                      The Pianist (2002)
28.                      La prise de pouvoir par Louis XIV (1966)
29.                      La prisonnière (1968)
30.                      Ma vie en rose (1997)
31.                      Un soir, un train (1968)
32.                      La planète sauvage (1973)
33.                      Contes immoraux (1974)
34.                      The Artist (2011)
35.                      Masculin, féminin (1966)
36.                      Domicile conjugal (1970)
37.                      Les deux anglaises et le continent (1971)
38.                      La religieuse (1966)
39.                      La Môme (2007)
40.                      Police Python 357 (1976)
41.                      Vérités et mensonges (1976)
42.                      L’enfant sauvage (1969)
43.                      L’amant (1992)
44.                      Danton (1983)
45.                      Chocolat (2000)
46.                      L’amour en fuite (1979)
47.                      8 femmes (2002)
48.                      Histoires extraordinaires (1968)
49.                      Indochine (1992)
50.                      La Reine Margot (1994)
51.                      Trans-Europ-Express (1966)
52.                      Astérix et Obélix contre César (1999)
53.                      Gazon maudit (1995)
54.                      Barbarella (1968) 
55.                      La famille Bèlier (2014)
56                       Les choristes (2004)
57.                      Peau d'âne (1970)
58.                      L’histoire d'Adèle H. (1975)
59.                      Le jeu avec le feu (1975)
60.                      Remparts d'argile (1968)
61.                      J'accuse (2019)
62.                      Les visiteurs (1993)
63.                      Baisers volés (1968)
64.                      Le genou de Claire (1970)
65.                      Cet obscur objet du désir (1977)
66.                      Le charme discret de la bourgeoisie (1972)
67.                      Kirikou et les bêtes sauvages (2005)
68.                      Le vieil homme et l'enfant (1967)
69.                      Compartiment tueurs (1965)
70.                      La cage aux folles (1978)
71.                      Héroïnes (1997)
72.                      La Science des rêves (2006)
73.                      Hoa-Binh (1970)
74.                      Au hasard Balthazar (1966)
75.                      Les parapluies de Cherbourg (1964)


*Lista actualizada en junio 2022

jueves, marzo 17, 2011

"Cuentachiles"


Dice el senador Manlio Fabio Beltrones que los críticos a la iniciativa de reforma fiscal que presentó son unos “cuentachiles”.

Esta iniciativa incluía la reducción gradual del ISR hasta el 25% en el 2015; la eliminación del IETU, y un régimen simplificado que permitiría a las empresas y personas físicas con actividad empresarial tributar con una tasa fija sobre ingresos sin deducciones. Pero su parte más llamativa era el cobro de IVA para alimentos procesados, a cambio de una devolución de 3 puntos porcentuales a los contribuyentes inscritos (que presentaran facturas o recibos, supongo). Este último elemento se vendía, falsamente, como una disminución del IVA del 16 al 13 %.

A Manlio le llovió en su milpita. Y con toda justicia, porque aunque la iniciativa tiene elementos interesantes, en su parte sustancial es una vacilada.

Según los analistas de Banamex, la iniciativa no hace un balance preciso del impacto recaudatorio, y estima una disminución de cerca del 0.4 por ciento del PIB por el ISR, y que –si no aumenta la actual base gravable- también los cambios en el IVA implicarían una menor recaudación, cercana a un punto porcentual del Producto.

Para el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, la iniciativa de devolver parte del IVA puede resultar costosa y compleja en relación al beneficio. Se quedaron cortos o fueron muy diplomáticos, porque sería necesario un ejército de burócratas para validar y hacer efectivas, mensualmente, millones y millones de devoluciones. Por no hablar del probable mercado negro de facturas que se generaría.

Para el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, además de la pérdida “evidente” de ingresos por unos 70 mil millones de pesos, la iniciativa “puede tener el efecto perverso de convertirse en un mecanismo regresivo”. Está claro, por dos razones: la mayor parte de la población de menores ingresos gasta en alimentos procesados una proporción mayor de su ingreso que los deciles más altos y, sobre todo, esta población no está bancarizada ni tiene acceso sencillo al Sistema de Administración Tributaria. Ya me imagino a millones de obreros, campesinos y subempleados tramitando su Registro Federal de Contribuyentes, la Clave de Identificación Electrónica y la Firma Electrónica Avanzada.

El propio CEESP señala que tampoco queda claro en la iniciativa cuál es el incentivo para que los informales se regularicen. A ver, si yo estoy en la economía subterránea y no pago impuestos, ¿me voy a inscribir como contribuyente y pagar al fisco 10 o 15% de mis ingresos con tal de obtener un descuento del 3% en el IVA? El asunto carece de toda lógica.

Cuando el CEESP rebasa por la izquierda al PRI es que la cosa está que arde y la virgen se llama Juana.

Según la SHCP, el costo de aprobar la iniciativa sería equivalente a 1.6 por ciento del PIB: la Federación dejaría de percibir 154 mil millones de pesos y los estados, 66 mil millones. Replicó Beltrones que a Cordero nunca le salen las cuentas. Bueno, las cuentas no son el fuerte del secretario de Hacienda, aunque deberían serlo: entonces a lo mejor no son 220 mil millones de pesos, sino 150 mil millones o 300 mil millones. Lo cierto es, como la iniciativa de Manlio no contiene absolutamente ninguna estimación o cálculo que den sustento a la afirmación que se hace en la exposición de motivos, y se basa solamente en consideraciones políticas, es cuestión de (mucha) fe (y en la economía vudú) suponer que significaría un incremento en las percepciones del Estado.   

En fin, la vacilada presentada en el Senado no toca el régimen de exenciones, no elimina regímenes especiales, por lo que los privilegiados del sistema seguirían gozando de la inequidad. Aniquila el único impuesto de control que hay en la tributación indirecta. No va al fondo del asunto. Es puro populismo de derecha. Es también, como dijo un analista, un pase automático a la degradación crediticia por parte de las calificadoras, al aumento de la deuda pública y a continuos recortes del gasto público.

Al senador le enojó mucho que, al pasar la iniciativa a la cámara de origen para las reformas fiscales –la Cámara de Diputados-, el PAN la haya bateado, el PRD le haya pegado y el PRI, hegemonizado en San Lázaro por la gente de Peña Nieto, la haya mandado, con toda tranquilidad, a la congeladora. Cómo no se iba a enojar, si era su boleto más preciado para luchar por la candidatura presidencial. Por eso, califica a quienes se tomaron la molestia de calcular sus costos de “cuentachiles” (total, unos cientos de miles de millones más o menos, qué más dan frente a la posibilidad de luchar por la grande).

Con ese berrinche sin argumentos, Manlio mostró una intolerancia comparable con la de los ultras de la Facultad de Economía de la UNAM, que impidieron, al grito de “¡Rata!” al senador Francisco Labastida presentar las supuestas bondades de la iniciativa en la institución académica. A lo mejor los ultras no lo saben, pero le hicieron un favor a Enrique Peña Nieto.   

miércoles, marzo 16, 2011

Biopics: Vuelta, entre apagones, a Chilangolandia


Mi regreso a la ciudad de México, luego de más de dos años en Sinaloa, fue bastante sencillo. Luego de unas semanas en la casa de mis padres, encontramos un departamento en el sur, en la Campestre Churubusco, atrás del Metro Tasqueña. Era de buen tamaño y estaba situado convenientemente para quienes no tenían auto, pero la renta resultó bastante cara. Se comía aproximadamente el 40 por ciento de mi salario, y Patricia no trabajaba, así que la diferencia salarial entre la UNAM y la UAS se hizo más que nula: en Culiacán me sobraba más luego de pagar la renta. El departamento estaba ubicado en la calle Cerro San Antonio, frente a un multifamiliar de maestros, encima de una cocina económica y a media cuadra de un parquecito.
En la Facultad de Economía me dieron una plaza de profesor asociado B de tiempo completo, lo que significaba que tenía que dar tres materias cada semestre. En el primero, fueron Economía Política II, Economía Política IV y Teoría y Política Monetaria, que era la que más me gustaba. También obtuve un cubículo, primero en una zona laberíntica del segundo piso, que desaparecería como área de profesores durante una remodelación entonces en curso, y poco después en el anexo de la Facultad, en la sede del Centro de Estudios del Desarrollo Económico de México (CEDEM).
Mi rutina era agradable. Salía temprano hacia el paradero del trolebús y allí tomaba uno que me dejaba en la esquina de Universidad y Copilco. El trayecto era lento, pero cómodo y tranquilo. Solía aprovecharlo para leer literatura, y fueron varios los libros agradables que leí en esos recorridos por Avenida Miguel Ángel de Quevedo. De ahí, a las clases, con alumnos que –en promedio- no eran mucho mejores que los de la UAS, pero que tenían la ventaja de asistir a una universidad con una enorme y plural oferta cultural, lo que potenciaba sus capacidades. Otra diferencia con la universidad sinaloense era que en aquella los pocos estudiantes destacados (recuerdo a Leobardo Díez Martínez, a César Valenzuela, a otro de apellido Elenes) tenían que interactuar con los profesores para saciar su sed de conocimientos, mientras que en la UNAM había más jóvenes sobresalientes, y con ello se abría la posibilidad de una mayor interacción estudiantil, que suele ser una experiencia más rica que la que se tiene con los maestros. De esa primera generación a la que dí clases, saldría –en la materia de Teoría y Política Monetaria- uno de los mejores alumnos que tuve durante la década que fui profesor de carrera en la UNAM: Jorge López Portillo Tostado (nada qué ver con el JLP presidente), quien, cosas de la vida, es sinaloense. Actualmente es secretario de Planeación y Finanzas del estado de Querétaro.   
Empecé también a llevarme con los profesores de la Facultad y también con los de la Maestría en Docencia Económica, que estaba en su primer año, bajo la dirección de Pepe Ayala. Allí también trabajaba Roberto Cabral, con quien había hecho migas años antes. Al poco tiempo de mi llegada, mi amigo Raúl Trejo fue nombrado director de difusión de la Facultad, así que a menudo pasaba a su oficina a charlar con él.
Tomaba el trolebús cuatro veces al día, porque iba a comer a la casa. A menudo, el último viaje se hacía en la penumbra, entre casas oscurecidas por los apagones programados por el gobierno. Sólo el alumbrado público y el que dotaba de energía al trole funcionaban. La medida se tomó porque la economía había crecido más rápido que la capacidad para generar electricidad, y en las horas pico se sobrecargaba el sistema. Un problema de exceso de demanda y falta de planificación que, en cierta medida, pinta todo aquel sexenio de crecimiento desbocado y desordenado, incapaz de medir las consecuencias más inmediatas, no digamos las de mediano plazo. Es un dato que también nos recuerda que aquellos años estuvieron de verdad muy lejos de la abundancia con la que los quiere vender cierta nostalgia.


lunes, marzo 14, 2011

Presunto culpable: la invención policiaca


La justicia mexicana corrigió ayer un despropósito jurídico, al negar la suspensión definitiva de la proyección del documental Presunto Culpable, atendiendo a que los hechos allí registrados son de interés público, y que la suspensión no puede decretarse cuando con ello afecte el interés social. Se cae así, uno de los más burdos intentos de censura que hayamos sufrido los mexicanos en los últimos años.

Lo que no se ha caído es el distorsionado sistema de justicia que la película exhibe en todas sus miserias, y que requiere de una transformación de fondo.

Buena parte de los comentarios al filme se han cebado en la perversión del sistema, fabricante automático de culpables y en la incompetencia del juez y de la representante del Ministerio Público. Todo ello está fehacientemente expresado en el documental. Pero creo que habría que ir más lejos, y pensar un poco en los juegos de poder que hay detrás de tanta injusticia.

Centrémonos en tres aspectos. Uno está en el origen del problema: la política de premiar a policías judiciales y MP según la cantidad de personas capturadas, consignadas y condenadas, independientemente de la veracidad de las acusaciones y del fundamento de los expedientes legales.

Esta política nace, paradójicamente, de una demanda social, que es acabar con la impunidad. ¿Cuántas veces hemos leído o escuchado cifras aterradoras acerca de la cantidad de delitos que no son investigados o en los que no se encuentra a los responsables? A esta demanda, se le responde como se hace con otras: con un simulacro. Hacemos como que cumplimos, y en las estadísticas aparece que, poco a poco, disminuye la impunidad. En la realidad, estamos multiplicándola: a cada inocente en la cárcel corresponde un culpable en la calle… y en el camino, abusando del poder, se generan otros delitos, donde la víctima casi siempre es joven y es pobre.

Entonces, para quedar bien con la opinión pública (a fin de cuentas, para ganar votos), se promueven políticas de incentivo que no ayudan a investigar mejor los ilícitos, sino que terminan por pedir cuotas de carne de presidio. A la policía judicial le resulta mucho más fácil inventar un criminal que encontrarlo.

Esto nos lleva al segundo aspecto. Víctor Daniel Reyes, el testigo que inculpó al protagonista de Presunto Culpable, y quien luego interpuso la demanda de amparo para retirar la cinta de la cartelera, no es el villano de la película, sino otra víctima, casi tan dramática como José Antonio Zúñiga, el hombre acusado de un asesinato que, según se desprende del filme, no cometió.

Del testigo sabemos que el día del asesinato tenía 17 años, que salió junto con el occiso cuando éste fue asesinado por un asunto de deuda de drogas, que declaró tres veces y sólo hasta la tercera nombró a un cuarto agresor, que le hicieron la prueba de Harris y salió negativo, que acompañó a los judiciales cuando detuvieron al “presunto culpable”, que cayó en contradicciones durante el segundo juicio y terminó admitiendo que el falso asesino no disparó.

Se colige que el menor fue presionado por los policías judiciales. Primero, se le consideró sospechoso (se le hizo la prueba para determinar si había disparado un arma de fuego), luego se le presionó para cambiar su declaración, más tarde se le hizo acompañar a los policías en busca de un chivo expiatorio, para que lo “identificara” y posteriormente se le presionó (eso se ve en la película) para que se sostuviera en sus declaraciones. Hay una escena en la que el muchacho busca con la mirada la complicidad de uno de los agentes judiciales: en esa mirada (que ahora, paradójicamente, será difuminada en las copias oficiales de la película) se ve que está a su merced.

Lo que el documental señala es que nuestro sistema de justicia permitió que se presionara y coaccionara a un menor, sin presencia de sus padres o tutores, para la fabricación de un culpable. Es un crimen inaudito. Y es muy probable que ahora, ya como adulto, el mismo joven haya sido empujado –al fin que él es un simple peón sacrificable- a levantar la demanda contra el filme.

Llegamos, así, al tercer elemento, el más preocupante. El documental deja la impresión de que al menos una parte del sistema de justicia mexicano está secuestrada por la policía judicial. Que los judiciales son quienes dictan las condiciones bajo las cuales se desarrollan los juicios. Que hay fiscales e impartidores de justicia atentos a no pisarles los callos, a no contradecirlos, a dejarlos hacer en su prepotencia. Que todos coadyuvan en cumplirles la vida fácil, porque ellos son el verdadero poder.

A lo que entiendo, el Ministerio Público debe verificar que la policía no infrinja, en su tarea investigadora, las disposiciones legales o reglamentarias vigentes y que no omita o retarde el cumplimiento de sus funciones. Cuando el MP no entiende su “chamba”, cree que ésta consiste solamente en acusar, y se pone al servicio de la policía, su labor queda desvirtuada. Queda la carreta delante de los bueyes, y pierde todo sentido la capacidad coercitiva del Estado, porque ya no vivimos en un estado de derecho, sino bajo un Estado policiaco. Y tras de enterarnos de la detención de los hijos del comandante que aparece en el documental, que se dedicaban al robo con la protección de su padre, podemos imaginarnos bajo qué tipo de Estado policiaco.

En otras palabras, cuando el Estado abdica en los hechos de su capacidad investigadora, lo que queda es un mero cascarón, un simulacro de justicia, en donde lo que cuenta –al final- es ver quién tiene poder y quien no; quien tiene dinero y quién no. Una desgracia.

Pese a todo esto, hay que congratularnos de que haya gente capaz de poner el dedo en la llaga, de que haya habido funcionarios capaces de aguantar las presiones políticas y hasta personales para acallar a Presunto Culpable y, sobre todo, de que tengamos una sociedad atenta para exigir sus derechos, lo que imposibilitó el enlatamiento de este importante documental.

miércoles, marzo 09, 2011

Biopics: Despedida de Sinaloa

A finales de noviembre de 1979 visitó la UAS un grupo de profesores de la Facultad de Economía de la UNAM encabezado por su directora, Elena Sandoval. Junto con ella venían Fallo Cordera y Hugo Andrés Araujo. Después de un par de largas pláticas con ellos, Fallo y Elena me propusieron dejar Sinaloa e incorporarme como profesor de tiempo completo en la UNAM. Acepté gustoso. Quedamos en que llegaría al principio del siguiente semestre, en febrero, y pedí un permiso indefinido sin goce de sueldo en la Escuela de Economía.  
De hecho uno de mis primeros propósitos al regresar de Italia había sido dar clases en la Universidad Nacional, y ya me había percatado en una de las reuniones de la ACHIS (Mi René decía que estaban construyendo “La Casa del Imposible”; es decir, la Casa de la Cultura Sinaloense), que si criticábamos tanto a los sinaloenses, quienes estábamos mal éramos nosotros, porque a fin de cuentas éramos los fuereños y ellos no. Era hora de regresar.
Antes de mi partida, se dio el proceso de sucesión en la Escuela de Economía. Los del PMT decidimos lanzarnos por la reelección del Wally, con base en el excelente trabajo que había realizado: más profesores con posgrado, tino e imparcialidad en la contratación de los nuevos docentes, diálogo con profesores y estudiantes, cursos de actualización, conferencias y una liga más estrecha con la UNAM y el CIDE. Coordiné la campaña, jugando con la letra “W”, y derrotamos, tanto entre profesores como entre los estudiantes, a Rubén Burgos, el Shorty, un buen tipo, que era el candidato propuesto por el PC. Ese fue el prolegómeno de la posterior campaña del Wally en pos de la rectoría de la UAS, en la que se enfrentó a nuestro aliado universitario del PC, Jorge Medina Viedas, y perdió.
Pasamos la navidad en Guadalajara, donde estaban –de paso, como era su costumbre un poco nómada- los papás de Patricia. Al enterarse de que nos mudaríamos a México, mi suegro don Manuel me preguntó, con total inocencia, por qué no mejor nos cambiábamos a Hermosillo y yo daba clases ahí.  Le contesté lo que para mí era obvio, que la UNAM era mejor universidad y que yo quería avanzar (ya no agregué que no quería ir como los cangrejos, porque la mitad del corazón de don Manuel era sonorense). Pero lo sorprendente de aquel momento fue la cara de Patricia: ella también esperaba conocer mi respuesta, como si no fuera elemental y evidente. (Patricia había dado clases un semestre en la recién fundada Escuela de Odontología de la UAS, como profesora de medio tiempo; no le gustaba la materia que le tocó dar, Materiales Dentales, y no duró mucho antes de pelearse con la directora; tampoco aceptó la propuesta de Renato de canalizar esas diferencias presentándose como candidata a la dirección de la escuela; así que cuando me propusieron regresar al DF había estado muy de acuerdo pero, viendo las cosas al tamiz de los años, tal vez más por el enojo laboral que por verdadero entusiasmo… más tarde descubrí un patrón en ella: siempre acababa peleada con sus compañeros de trabajo y se iba, en huida hacia adelante).

La despedida

El día anterior a mi partida –ya había vendido el auto y habíamos contratado una mudanza para los muebles- los compañeros de la Escuela de Economía me hicieron una despedida como se debe, en el Bar Safari de Culiacán, donde estuvimos varias horas cheleando.
De regreso a casa, íbamos el Wally Meza y yo en el auto de Sigifredo Valdés, un profesor que llegó a la UAS poco después que yo y que, aunque guasavense, tenía un Mustang con placas chilangas. Y que se nos cierra una troca, nomás de mala onda.
Cuando tiene unas cervezas encima, todo sinaloense que se respete no tiene más que una reacción ante esa provocación, así que nos pusimos a perseguir, a toda velocidad, a la maldita camiona, que se fue internando en las calles empedradas de la colonia Chapultepec.
-¿Y si trae una fusca? –se preguntó el Wally, cuando el vehículo rival se metió en unas calles poco iluminadas.
-Vale madres, vamos a partírsela –respondió Sigifredo.
Yo iba atrás, esperando que el empedrado ayudara a la camioneta a huir. Pero Sigi apretaba el acelerador.
Llegó el momento en que lo acorramos, Entonces se vio que el tipo del cerrón tenía miedo, porque empezó a huir en reversa y en subida. Nos bajamos del carro –yo atrás-, los otros profesores recogieron piedras y las aventaron en dirección a la troca, corriendo y tiraron piedras –yo atrás- hasta que desapareció de nuestra vista.
-Esta fue tu verdadera despedida de Sinaloa –sentenció el Wally.

El maestro Meza había tocado un nervio social muy importante. La cultura de la violencia era el sello distintivo de Sinaloa, capaz de atrapar en un momento dado –ayudado por ese otro elemento esencial de la vida local que es la cerveza- incluso a profesores universitarios. Incluso a quienes, con su actividad cotidiana, estaban entre quienes más contribuían a generar una convivencia basada en el intercambio de ideas y no en el agandalle y aplastamiento.
Había sido esta cultura –ligada, a su vez, al común origen plebeyo, timbre de orgullo de todos los habitantes de la localidad- la que había generado fenómenos como Los Enfermos, para quienes ejercer la violencia contra el enemigo político era más importante que cualquier otro logro, una muestra de fuerza y como la proliferación, con cierta aceptación social, de los narcos, que serán hijos de puta, pero se expresan a chingazos y, con ello, respetan el canon social.  
Al dejarme frente al edificio, el Wally profetizó: “No volverás, Pancho, que te vaya bien”.
Efectivamente, habia sido una despedida con significado… y en vez de pedir un permiso indefinido, debí haber renunciado.  

martes, marzo 08, 2011

Un diario homeostático


En el cuento “Si no existiera Benny Cemoli”, el escritor de ciencia ficción Philip K. Dick imagina un invento excepcional: el diario homeostático, autorregulado. Se trata de un periódico sin reporteros, autoimpreso, que captura las noticias, las prioriza, clasifica, cabecea, en función de los principios que están detrás del lema del New York Times: “toda noticia que cabe publicar”. Es un diario que se alimenta de la realidad objetiva y en el que, por definición, no es posible presentar noticias editorializadas. En el diario homeostático, el lector sólo tiene ante sí información; nada de opinión o de interpretación de la realidad.

De hecho, el diario homeostático se parece más a la televisión que a un periódico. La televisión suele dar noticias de manera veloz, sin comentarios, con pocas palabras; difícilmente hay en ella espacio para el análisis, que ha sido reservado, en nuestros días, de manera casi exclusiva a los medios escritos.

A los lectores del diario homeostático no les interesa entender las noticias, lo que quieren es que se les garantice que lo publicado es cierto, es la verdad objetiva (y, por lo tanto, única). Parecen hijos de una sociedad manipuladora que ansían dejar de ser manipulados, pero no tienen ganas de ponerse a pensar y forjarse una opinión propia. La relación del lector del diario homeostático con el medio es suave, no existe en ella el amor-odio que normalmente tiene un lector del siglo XX con su periódico favorito. Su concepción de la realidad no es propia: la garantía de imparcialidad del medio hace que las cosas existan sólo si el diario homeostático (o la TV, para las personas videoactivas) las hace públicas. La realidad es un invento del medio.

El cuento en referencia es una reflexión sobre la imposibilidad de un diario homeostático: en él aparecen noticias sobre una conspiración terrorista en marcha, encabezada por un tal Benny Cemoli. La aparición de la noticia provoca una serie de pesquisas para desactivar el complot que atenta contra la seguridad de la sociedad. Los investigadores son fielmente ayudados por el diario, que informa dónde se llevarán a cabo las reuniones de los agitadores (que son abortadas antes de llevarse a cabo). Hay detenciones y finalmente se instaura la calma. En una primera lectura vemos que el diario homeostático, en su aparente imparcialidad, hace también las funciones de chivato de la policía, capaz de desactivar no sólo una reunión terrorista, sino también –probablemente- una asamblea pacífica que implique cualquier tipo de oposición a lo establecido. Contribuiría, así, a impedir que se desarrolle un clima de pluralidad social. La virtud se vuelve defecto y pesadilla, como la memoria para Funes.

También podemos ver que, de facto, el diario homeostático tiene una línea editorial: la preservación de la paz social en una sociedad de receptores pasivos de información. Esa línea editorial está implícita, pero los lectores no pueden distinguirla, porque supuestamente no hay más línea editorial que las noticias.

Estos elementos no parecen interesarle mayor cosa al autor del cuento. Resulta que Benny Cemoli no existe. Es un personaje inventado por un grupo de conspiradores que, desde el poder, interfiere e interviene el diario homeostático, alimentándolo de noticias falsas destinadas a mantener en la impunidad a los verdaderos conspiradores. En otras palabras, el diario homeostático es, en sí, una contradicción. Toda información proporcionada tiene intencionalidad, toda pretensión de objetividad absoluta es intencionada y lleva al engaño. La verdad no es una, sino que tiene múltiples caras: el intento de presentar una de las caras como la única termina por esconder las demás.

Los lectores del diario homeostático son consumidores inermes y, supone Philip K. Dick, serán perennemente engañados por los conspiradores. La objetividad nunca es absoluta; se puede hacer un Rashomon de todo evento. Y es importante entenderlo, tanto para quienes trabajan en los medios como para quienes hacen uso de ellos. Es, sí, una meta, en la que la imparcialidad es el mejor instrumento, pero hay que tener presenta que la labor informativa es una obra cargada de humanidad, siempre subjetiva, pero por eso mismo variada, plural y rica.

Habría que inscribir al diario homeostático entre las pesadillas más improbables que han poblado la imaginación de los futurólogos. Por fortuna, en la actualidad los periódicos son plurales: en su búsqueda subjetiva de la objetividad son cada vez más diferentes y diferenciables unos de otros. Y son cada vez más los periódicos que tienen la pluralidad dentro de sí, que buscan documentar al lector, dan distintos enfoques sobre un mismo asunto, no tienen un monólogo interno e incluso se contradicen. En la medida en que se parezcan más a los seres humanos a quienes sirven, y menos a la computadora homeostática, serán más capaces de comunicar, de compartir con el lector la capacidad de formarse opinión y de hacer frente a todo tipo de engaños ideológicos.

Y como usuarios de los medios de comunicación, nuestra tarea es saber servirnos de ellos, evitando que ellos sean los que se sirvan de nosotros.

Publicado en El Nacional Dominical 95 15 de marzo de 1992

miércoles, marzo 02, 2011

(Biopics: Un gastroenterólogo en mi pasado)


Decía José Joaquín Blanco, apocalíptico: “Hay un gastroenterólogo en tu futuro”. Eso es casi tan malo como tener un gastroenterólogo en tu pasado, como es mi caso.

Sucede que desde la preadolescencia he tenido problemas intestinales de diverso tipo, que suelen ser ligeros. En algún momento de mi estancia en Sinaloa arreciaron, eso de que las tripas se le pasan gruñendo todo el día. Y el Wally Meza tuvo la malhadada idea de recomendarme a su gastroenterólogo.

Fui a la cita, le expliqué mis dolencias al doctor y me dijo que tenía que revisar con rayos X el estado de mi aparato digestivo, para lo cual me recetó una purga potentísima y me citó al día siguiente en la mañana.
Mal dormido y debilitado, porque el purgante me había obligado a levantarme varias veces por la noche, llegué al consultorio. Esperé un rato con la tripa vacía gruñendo. Luego me hicieron pasar y, tras las preguntas de rigor –del tipo de la consistencia (totalmente acuosa) de mi última evacuación-, me condujeron, él y una enfermera con cuerpo de tanquecito, a una sala de torturas. Allí me esperaban unos grandes sobres amarillos, con la marca Kodak bien visible. Era la solución, que imaginé de un azul fosforescente, que me introdujeron a través de un enema. Jorge Ibargüengoitia se había quedado chiquito con “La Ley de Herodes”, pensé, mientras corría por mis entrañas el líquido (presumiblemente) azul del imperialismo yanqui. Para más inri, la enfermera me indicó que hiciera varios movimientos, todos incomodísimos, para que la solución se adhieriera a todas las paredes intestinales. De ahí, me mandaron al baño a que la descargara (y tal vez por eso no me la imagino, sino que la recuerdo azul).

Yo creía que había pasado lo peor. Que nada más me acostaría en la plancha para que tomaran las impresiones. Pero no. Ya se sabe que una parte fundamental de la tortura es alargarla más allá de las expectativas de la víctima. Me colocaron una especie de fuelle que fue llenando de aire mis intestinos, el chiste era que estuvieran bien inflados para que la impresión saliera bien. La molestia del líquido imperialista era nada, comparada con la que me causaba repetir los movimientos con las vísceras llenas de aire, hasta que, con toda calma, el gastroenterólogo verificaba que cada placa había salido correcta. Encima, me tenía que aguantar la respiración. Sólo entonces pude regresar al baño y expulsar el aire, con un rosario de pedos estrepitosos.

A los pocos días, los resultados. Yo no tenía ni coágulos, ni hernias, ni adherencias, ni enteritis, ni nada. Sólo un pinche intestino delgado hiperactivo. Eso no obstó para que el médico me hiciera una serie de recomendaciones sanitarias y dietéticas imposibles de seguir, pero indispensables para corroborar la salud moral del especialista.   

Estoy seguro que, a tres décadas de distancia, las radiografías abdominales ya no son lo que eran. Aun así, vale la pena estar siempre en guardia, a la defensiva, ante cualquier propuesta médica de un gastroenterólogo, porque aunque pueda no resultar en tortura, el sermón está de todos modos garantizado.