miércoles, octubre 24, 2012

Biopics: En el unomásuno



A finales de 1982 recibí la invitación de Luis Ángeles, economista metido al periodismo entre otras mil actividades, para colaborar en el unomásuno, en aquel entonces el periódico más progresista y prestigiado del país. Luis se encargaba de la sección económica y consideró que mis artículos encajarían bien en ella. Sobra decir que me encantó la idea.

Luis Ángeles me pidió que entregara rigurosamente mi columna los miércoles en la tarde, pero también me advirtió que él no decidía la publicación, sino los subdirectores Carlos Payán y Miguel Ángel Granados Chapa, así que no podía garantizar si saldría publicada el jueves, el viernes o dos semanas después. Por lo tanto –y esto era evidente- mis escritos no podían ser estrictamente coyunturales, sino bordar sobre temas de espectro un poco más amplio, y no podía utilizar palabras como “ayer” o “la semana pasada” –algo que terminaría por ser muy útil en mi estilo periodístico.

Así, yo pergeñaba cada semana mi artículo, caminaba de la colonia Nápoles al edificio en la colonia Nochebuena donde se imprimía el uno, le entregaba el original a Ángeles y cotorreaba un rato en la redacción, sobre todo con Rafael Barajas, “El Fisgón”, quien en ese entonces era el caricaturista de la sección económica. Las raras veces en que no estaba Luis, entregaba la colaboración a la subdirección.

Algunas veces mi artículo se publicaba el jueves; algunas otras, el viernes; a veces tenía que esperar más de una semana y en ocasiones, tras acumularse, salían tres o cuatro artículos míos en ráfaga. En esos días los cuates decían que el uno era “Báez informa”. Con el tiempo me fui dando cuenta de que cuando estaba Payán, mis colaboraciones se publicaban con rapidez y, cuando estaba Granados, tardaban bastante. Durante casi todo 1983 así fue. Cuestión de gustos y afinidades de los editores.

Aparecer como articulista en las páginas del unomásuno era, también, símbolo de estatus intelectual y político. Daba prestigio. También daba un poco de dinero, que se fue haciendo cada vez más importante, en la medida en que la situación económica nacional se hacía cada vez más apretada.

Capeando el temporal económico

Además de las colaboraciones en el diario, la urgencia por tener algo más de dinero me llevó a buscar en 1983 otras fuentes de ingreso, lo que implicó aceptar todo tipo de invitaciones a ciclos de conferencias, cursos en provincia y exámenes profesionales en universidades incorporadas a la UNAM (la Anáhuac no pagaba nada mal a sus jurados).
Patricia, por su parte, había rentado desde 1982 un consultorio dental por las tardes. Durante varios meses los pacientes llegaron a cuentagotas –a menudo llevados por mí- y ella ganaba menos que la renta, pero para el año siguiente las cosas se fueron estabilizando. El consultorio vespertino significó que Rayo entró a un jardín de niños cercana al mismo -“Fairy Spring”, se llamaba- en un horario rarísimo, que normalizamos al año siguiente (y era muy divertido llevarlo en las mañanas a la colonia Roma, mientras tarareaba “De-du-du-du-de-da-da-da”, de Police). 

Eso no bastaba para que sucedieran, cada vez más a menudo, cosas desagradables. Típicamente, llevabas cierta cantidad de dinero para el súper, y la cuenta era superior. Entonces, a regresar productos. "¿Dejo el jamón o el jugo de uva?" Y para atrás iba la botellota de vidrio con el néctar. Y la cajeta. Y las galletas rellenas de pasta de higo. 

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