martes, enero 21, 2014

Glorias olímpicas invernales: Jean Claude Killy


Jean Claude Killy fue el último de los dominadores absolutos en el esquí alpino. El último miembro de una especie ya extinguida, la que era igualmente dominante cuando bordeaba las estrechas puertas en el slalom que cuando se lanzaba como kamikaze en el descenso libre.

Nacido en París, pero mudado a Val-d'Isere desde pequeño, Killy despuntó desde el inicio de la década de los sesenta. Tenía la característica de ser tan audaz que competía siempre al límite. Era tan rápido que a menudo no completaba sus recorridos. Llegó a ganar competencias aún reponiéndose de una caída y con una pierna rota.

Con los años, el esquiador francés fue mejorando su técnica; en particular, era un genio de la arrancada, donde lograba un impulsor superior al de sus competidores. Fue inscrito a los Juegos Olímpicos de Innsbruck, 1964, pero no pudo participar, al resentirse de la disentería y la hepatitis que había contraído en Argelia, donde había prestado su servicio militar para el ejército francés.

Ya en los mundiales de Portillo, en 1966, Killy se llevó sus primeros dos oros. Fueron en el descenso libre y en la prueba combinada. También se llevó la Copa Mundial de 1967. Era el preámbulo para la gloria que le llegaría en su patria, durante los juegos de Grenoble, 1968.    

En esa ocasión, el francés obtuvo el oro olímpico en el descenso libre, en el slalom gigante y en el slalom. La última prueba fue controvertida, ya se realizó bajo una fuerte neblida y el esquiador austriaco Karl Schranz afirmó que se le cruzó un hombre vestido de negro durante la competencia. Se le permitió volver a lanzarse. En la segunda ocasión, el austriaco superó a Killy, pero tras de que los jueces revisaran la filmación, dictaminaron que no había cruzado una puerta, y lo eliminaron. Tercer oro para Killy.

.Aquellos fueron también los años en los que la “pureza amateur” que preconizaba Avery Brundage estaba dando sus últimas patadas de ahogada. Killy era uno de los atletas señalados por el entonces presidente del COI como profesionales disfrazados. Para evitar controversias, el francés pasó al año siguiente al profesionalismo abierto, a los grandes contratos publicitarios… y a pequeños papeles en el cine.

Enamorado de la velocidad, el tricampeón olímpico también se dedicó al automovilismo deportivo. Su mejor resultado fue un séptimo lugar en la Targa Florio de 1967. También hizo descensos superveloces en esquí; alcanzó a bajar una colina empinada a más de 100  millas por horas, en Nueva Zelanda. Para completar el panorama, casó con la actriz Danièle Gaubert, que había sido nuera del dictador dominicano Leónidas Trujillo.

Posteriormente, se dedicó a la organización deportiva, ya sea en la Federación Internacional de Esquí, ya como presidente, durante diez años, del comité organizador del Tour de France. Actualmente es miembro del Comité Olímpico Internacional. Desde esa altura puede ver que ya ningún esquiador es capaz de ganar la triple corona alpina.

 


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