martes, agosto 22, 2017

Fascismo corriente


Así como hay infecciones crónicas, virales o bacterianas, que cada determinado tiempo causan problemas –a veces severos– a las personas, también hay infecciones crónicas, políticas e ideológicas, que dañan fuertemente las sociedades.

Vivimos en estos años la recurrencia de una de esas infecciones sociales: el renacer del fascismo que, con distintos rostros, emponzoña mentes y corazones, alimenta ambiciones de políticos megalómanos y dificulta la convivencia humana. Lo acabamos de ver en los hechos de Charlottesville, Estados Unidos.
Hay que tener cuidado cuando se habla de fascismo, porque de manera facilona se ha dado ese calificativo a todo gobierno autoritario y de derecha o a toda persona con rasgos intolerantes. Un gorilato, como los que ha habido en América Latina, África o Asia no es, en sí, fascista: es simplemente una dictadura o tiranía de unos pocos en contra de sus pueblos. 

El fascismo es, en primer lugar, un movimiento de masas que busca conquistar el poder, sin importar la vía. Sin organización partidista que deshaga a los individuos y los convierta en masa al servicio de la causa, no hay fascismo. La causa, normalmente, empieza por el deseo de acabar con una sociedad que es considerada decadente, corrupta y mediocre, y sustituirla por otra, en la que prevalezcan el orden y la jerarquía.

Tras la destrucción del fascismo original, quedaron huevitos de la serpiente. Pero para romper el cascarón siempre es necesaria la existencia de un amplio grupo de gente frustrada por los resultados de la democracia, autovictimizada y dispuesta a la revancha (que es simplemente un cambio de víctima). Cuando las economías funcionan –es decir, cuando hay crecimiento y distribución- es prácticamente imposible que ese cascarón se rompa.

Tampoco se entiende el fascismo sin la necesidad de exclusión. Siempre es un “ellos” contra “nosotros”. Y “ellos” son todos los que son diferentes: por raza, por religión, por preferencia sexual y, sobre todo, por nacionalidad. Todo fascismo tiene como rasgos esenciales el nacionalismo y la xenofobia.

El “nosotros” de los fascistas por definición es colectivo y, al mismo tiempo, excluyente y jerárquico. Supone la existencia de un núcleo inicial –y de iniciados– dispuesto a moverse, y a atraer hacia sí lo que consideran como parte sana del pueblo. En los fascismos clásicos, ese grupo inicial estaba compuesto por una mezcla de jóvenes idealistas exaltados, delincuentes menores proclives a la violencia y políticos arribistas.

Entendido esto, el fascismo es elitista: primero la jerarquía, luego el pueblo “sano” y afuera los demás. En el discurso siempre será “el pueblo”, porque las clases sociales quedan difuminadas, y eso es indispensable para generar lo que sigue, que es el unanimismo.

La unanimidad forzada se da en torno a un líder carismático, que expresa la voluntad del pueblo (en el entendido de que quienes no compartan la ideología ya no son pueblo). El pueblo, por supuesto, está encima de parlamentos y politiquería. Esas construcciones democráticas pueden ser mandadas al diablo.

Y el líder se convierte en la cómoda vacuna contra todo pensamiento crítico. Basta con seguirlo, con identificarse con él –que al fin y al cabo es la representación viva del pueblo– y ya no es necesario pensar por sí mismo. Al líder se le sigue en todos sus virajes ideológicos, en todos sus cambios de aliados, en toda su transformación. Quien no lo haga comete el pecado de pensar. El gesto y la palabra deben usurpar a las ideas y, en esa zona de confort donde la política real no existe, se pierde el individuo y la única colectividad posible es alrededor del líder.

El último punto capital para definir el fascismo es su vulgaridad. Suelen ser hombres vulgares quienes toman los principales papeles en los movimientos fascistas, y la vulgaridad es necesaria para no discutir con argumentos –basta una mentada–, para despreciar toda actividad intelectual y para atacar físicamente al enemigo (al diferente). El fascismo siempre es corriente.

Con todos estos elementos, debería quedarnos claro que Estados Unidos es un país en el que hay barruntos de resurrección fascista. Y los grupos de extrema derecha, envalentonados por la elección de Trump, buscan crear las condiciones de polarización social para armar un movimiento digno de ese nombre. Tienen la parafernalia, la vulgaridad, la falta de ideas, el deseo de revanchismo y –piensan– el humus social para crecer.

Pero por fortuna, en EU hay pesos y contrapesos. Los hay sociales, los hay históricos y también políticos y constitucionales. A fin de cuentas, y aunque a muchos no les guste, es una nación de inmigrantes.

Esos pesos y contrapesos llegaron, por un día, a pesar más que las afinidades de Trump. Se vio obligado a condenar el racismo y a llamar a las cosas por su nombre. A final de cuentas, la provocación de Charlottesville resultó en una derrota para el neofascismo americano: el presidente Trump tuvo que rectificar su postura inicial y desmarcarse de los extremistas de derecha, a quienes él tal vez considera su base más fiel. Y tuvo que hacerlo ante una andanada de críticas desde los medios, incluso los más conservadores, y de su propio partido, que todavía tiene a las urnas como guía, y no quiere desangrarse. Luego volvió a desdecirse, porque su corazón está con los supremacistas blancos.

Una batalla no es lo mismo que una guerra. Y los fascistas estadunidenses siguen creyendo que el terreno del rencor y de la revancha está abonado. La serpiente ya salió de su cascarón, y no será sencillo exterminarla.  
Y en otras partes del mundo, con otros disfraces y otras máscaras, el fascismo corriente, que –si tomamos en cuenta sus características– está al alza, seguirá intentando infectar las diferentes sociedades. Será cuestión de estar atentos e impedirlo.

martes, agosto 08, 2017

WAR histórico de peloteros mexicanos

Actualizado tras la temporada 2021

Desde hace tiempo el beisbol no es lo que era. Llegó la sabermetría y mandó a parar.
Durante casi toda mi vida, las estadísticas beisboleras han sido una suerte de obsesión. No es casual que haya escrito dos ensayos -bastante diferentes entre sí- con un título similar, en el que lo central es la estadística. Tampoco, que me haya aficionado a la sabermetría... hasta que llegó a unos niveles de complejidad que me rebasaron.

La estadística estrella de la sabermetría es el WAR (wins above replacement), que calcula -"medir" sería una exageración- la contribución de un pelotero a las victorias de su equipo, por encima del nivel de reemplazo: es decir, qué tan bueno es un jugador, respecto a quien típicamente podría reemplazarlo.

La clave para la medición es determinar quién es el típico jugador de reemplazo. Podríamos definirlo al estilo de los economistas: es el jugador que está marginalmente en la Grandes Ligas. Aquel que entra y sale de los rósters a lo largo de la temporada. No se trata de un jugador promedio, sino de uno que apenas tiene el nivel ligamayorista, que vive esa frontera.

¿Y cómo sé qué pelotero está en esa categoría? Ese es el quid, y es también donde puede haber más diferencias en la medición. Las dos principales páginas de sabermetría, Fan Graphics y Baseball-Reference, coinciden desde hace unos años en que un equipo de puros jugadores de reemplazo tendría una temporada de 48 ganados y 114 perdidos, dada cuenta una distribución normal de las actuaciones de ellos y sus rivales en pitcheo, bateo y fildeo.

A partir de definir las estadísticas del jugador de reemplazo en cada posición, se comparan con las de los jugadores de carne y hueso. En la comparación, lo fundamental es definir las carreras construidas en la ofensiva (por bateo o por corrido de bases) y evitadas a la defensiva (ya sea por pitcheo o por fildeo). La norma es 10 carreras (generadas o evitadas) por victoria.

La descripción exhaustiva de los elementos que confluyen para la determinación del WAR es demasiado amplia como para una entrada del blog. Baste dar como ejemplo que, sólo para el corrido de bases, hay 14 mediciones de cuando está en primera base, 11 de cuando está en segunda y 8 de cuando está en tercera. No es nada más robos o atrapado robando.

Ahora, a lo que vamos. Revisé el WAR histórico de los peloteros mexicanos en Grandes Ligas a lo largo de la historia, y me topé con interesantes sorpresas. Ahí les van los diez primeros, con el número de victorias sobre reemplazo del total de su carrera, al 31 de julio de 2017..

Adrián González 43.5
Fernando Valenzuela 42.1

Teodoro Higuera 30.7

Beto Ávila 27.8

Ismael Valdez 24.2

Esteban Loaiza 23.0

Yovani Gallardo 22.1


Vinicio Castilla 19.3


Joakim Soria 18.7

Aurelio Rodríguez 15.2




Lo primero que llama la atención es que Adrián González está por encima de Fernando Valenzuela. Hay que recordar que el WAR al que hacemos referencia es a lo largo de toda la carrera.  El Toro de Etchohuaquila había acumulado 38.1 victorias sobre reemplazo en apenas siete años y fracción en las Mayores, de 1980 a 1987. En los siguientes diez años sólo acumuló 4 victorias sobre reemplazo. En otras palabras, tuvo siete años de superestrella, su brazo fue sobrexplotado y en la siguiente década fue apenas un lanzador por encima del promedio. El Titán, en cambio, ha sido consistentemente estelar durante 13 de sus 15 años en las mayores (de hecho, en 2017 tiene un WAR negativo).
Otro dato es que, en términos relativos, Teodoro Higuera, quien estuvo nueve años en la gran carpa, tiene números superiores a otros peloteros más famosos, pero que duraron más tiempo en las Mayores.
Vinicio Castilla aparece abajo respecto a sus números de acuerdo a la métrica tradicional. Recordemos que fue líder de la Liga Nacional en carreras producidas en 2004 y que es el máximo jonronero mexicano de la historia. Aquí lo que juega en su contra es, paradójicamente, haber jugado tantos partidos en Coors Field, que es el parque más amable con los bateadores: su teórico reemplazo hubiera pegado más cuadrangulares ahí que, por ejemplo, en el Dodger Stadium.
Otro caso digno de análisis es la inclusión de Aurelio Rodríguez en el top ten. Los números como bateador de Aurelio, quien estuvo 18 años en las mayores, no son para nada impresionantes. Uno esperaría en ese lugar a Jorge Charolito Orta, quien era mucho más consistente con la madera. Pero sucede, según el WAR histórico, que en materia defensiva Aurelio está entre los diez mejores antesalistas de la historia de todo el beisbol..De hecho, 9 de las victorias que se le apuntan están en el guante, y sólo 6 a la ofensiva.
No podíamos terminar sin hacer mención de Mario Mendoza, el pelotero de reemplazo por excelencia. Se habla de la Línea Mendoza precisamente por él. Era un enorme fildeador, pero bateaba basura. Se decía que nadie, por buen guante que tuviera, podía quedarse en las mayores si bateaba por debajo del promedio de Mendoza (.215): ese porcentaje es la famosa Línea Mendoza original. Pues bien, Mario Mendoza entraba y salía de los rósters, y a lo largo de su carrera acumuló un WAR de -2.5, producto de un +0.7 a la defensiva y -3.2 a la ofensiva. Quod erat demostrandum.


viernes, agosto 04, 2017

Venezuela: la fuga hacia la suplantación (y la dictadura)



Es difícil encontrar precedentes históricos de lo vivido en Venezuela durante el último mes. En medio de una crisis económica galopante, se desarrolla una guerra civil en sordina, que ha culminado en dos votaciones excluyentes entre sí, en un centenar de muertos y en el fin de la mascarada democrática de la “Revolución Bolivariana”.

Las elecciones del domingo 30 de julio, para nombrar una Asamblea Constituyente, fueron las típicas de un Estado totalitario. No participó la oposición, y no lo hizo –entre otras razones– porque todo el proceso estaba diseñado para que la representación fuera exclusivamente de fieles al régimen.

La votación se diseñó de tal forma que las zonas urbanas, donde se concentra la oposición, estuvieran sub representadas y  una parte de los constituyentes fue votada bajo una lógica gremial-corporativa: trabajadores, campesinos (y pescadores), estudiantes, personas con discapacidad, pueblos indígenas, pensionados, empresarios y comunas (y consejos comunales).

Tampoco podían participar los partidos políticos como tales. Eso no obstó para que fueran elegidos, por ejemplo, Diosdado Cabello, número dos del régimen, la excanciller Deysi Rodríguez y –no podía faltar– Cilia Flores, esposa del presidente Maduro.

El primer papel de esta asamblea –cuya misión formal es cambiar la Constitución promulgada durante los primeros años de Hugo Chávez en el poder– es sustituir en los hechos al parlamento elegido bajo las leyes electorales tradicionales, que es plural, pero en el que la oposición a Maduro tiene la mayoría.

Se trata, pues, de una suplantación. En un país escindido, una parte decide suplantar al todo. Además, lo hace con la consigna de realizar una fuga hacia adelante. La idea, si se le quiere ver en positivo, es blindar los cambios realizados por el chavismo; en negativo, es generar condiciones en las que toda disidencia sea castigada con severidad e imponer la “democracia participativa” de las comunas y consejos comunales creados por Chávez.

En otras palabras, no se trata de una Constitución como la conocemos en otras partes, en donde el texto plasma el contrato social vigente. Lo que pretende plasmar es precisamente la ruptura del contrato: la decisión de una parte de la población de actuar en contra de la otra parte. No se trata de organizar en común la vida de ciudadanos que tienen distintas maneras de pensar, sino de imponerse contra los que piensan diferente.

El proceso a través del cual Venezuela se transforma en dictadura tiene la peculiaridad que, a pesar de que el creador de la Revolución Bolivariana no era ningún demócrata, llegó al poder a través del mandato ciudadano en las urnas. Recordemos que Hugo Chávez ganó con facilidad las elecciones de 1998. Su “Polo Patriótico” obtuvo el 56 por ciento de los votos.

Aquellas elecciones estuvieron signadas por el hartazgo social hacia la clase política tradicional, corrompida y que se repartía el poder. Tanto los democristianos del COPEI como los “nacionalista-revolucionarios” de AD estaban hundidos en las encuestas, ante el militar que prometía “refundar la República”. El desprestigio de adecos y copeyanos era tal que acabaron desechando sus propias candidaturas. El COPEI primero apoyó a Irene Sáez, una ex Miss Universo que se había lanzado como independiente y, una semana antes de los comicios, cambió por Henrique Salas, un político que se había lanzado como independiente. AD dejó botado a su candidato y pidió también el voto por Salas. Sáez obtuvo el 2.8 por ciento de la votación; Ucero, el candidato adeco, el 0.6 por ciento.

En el 2000, tras la aprobación de la nueva Constitución, Chávez obtendría casi el 60% de los votos, la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional y capacidad para consolidar su proyecto social, apoyado en los altos precios del petróleo, de los que dependía totalmente. Se trataba de un esquema con los pies de barro, ya que dependía del precio de una sola mercancía.

En 2006, el bolivarianismo chavista llega a la cúspide de la popularidad y su líder se reelige con el 63 por ciento. Ya no alcanzaría esa cota en su última reelección, en 2012, en la que ya enfrenta a una oposición mayoritariamente radicalizada. Luego vendrían su enfermedad y muerte, coincidiendo con la caída, primero paulatina y luego estrepitosa, de los precios internacionales de petróleo.

Nicolás Maduro, nombrado sucesor por el dedo de Chávez, ganó las impugnadas elecciones de 2013 por apenas un punto porcentual. Parte de ello se debió a la campaña delirante de Maduro (recordemos la anécdota del “pajarito chiquitico” que era el alma de Chávez) y a que no mostró otra propuesta que la cantaleta del eterno amor al eterno líder.

Maduro, un hombre mucho menos capaz que su antecesor, se topó con una inflación creciente, problemas de desabasto, deuda pública disparada, inversión escasa y criminalidad al alza. En realidad nunca se le ocurrió intentar resolver esos problemas, sino que se dedicó a predicar una ideología vaga, a buscar culpables externos y a polarizar más la arena política. Eso le costó perder las elecciones legislativas de 2015.

En ese momento había dos opciones. O empezar a hacer política democrática o fugarse hacia una dictadura. Sólo un pacto que tomara en cuenta los distintos intereses sociales podía evitar la espiral de hiperinflación y desabasto. Ante una oposición envalentonada Maduro prefirió las medidas unilaterales, que culminan con este autogolpe. Una revolución que comenzó por las urnas, termina dándoles la espalda cuando se da cuenta de que la mayoría de la población ya no la apoya.

Ahora Venezuela dejará el “capitalismo popular” que propugnaba el ala histórica del chavismo, y se adentrará en el terreno pantanoso del “Estado comunal”, un esperpento que puede traducirse en un retroceso económico de muchas décadas.

Desgraciadamente, en Venezuela el espacio para cualquier tipo de pacto político se ha hecho mínimo. La polarización ha llegado a extremos que nublan cualquier salida racional.

Los venezolanos acabarán encontrando esa salida. Pero me temo que dentro de un buen tiempo, tras un sufrimiento social innecesario.   

martes, agosto 01, 2017

El tiovivo de Jaime García

Mexicanos en GL. Julio 2017

En un año difícil para los peloteros mexicanos en Grandes Ligas, la nota del mes la dio Jaime García, quien fue montado en un tiovivo en el frenesí de los cambios de última hora, en el que los equipos contendientes se arman hasta los dientes con jugadores de equipos que tiran la toalla y quieren aligerar sus carteras. Duró menos en los Twins que Scaramucci en la Casa Blanca, todo un récord.

Aquí el balance del contingente nacional, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado con México en el Clásico Mundial) 

Roberto Osuna sigue siendo, de lejos, el mejor pelotero nacional en la Gran Carpa. El único estrella este año. Empezó julio a tambor batiente, recogiendo salvamentos en cada una de sus apariciones, más una victoria en entradas extra. Al final del mes, tuvo dos preocupantes descalabros en fila: en cada uno de ellos le metieron 3 carreras y lo hicieron cargar con la derrota. En el año lleva 3-2, con 26 rescates y 2.86 de efectividad (carreras limpias admitidas por cada 9 innings lanzados); tiene 60 ponches y ha otorgado, frente a ellos, sólo 5 bases por bolas.  

Joakim Soria ha sido constante y consistente, como preparador de cierre con los resurgentes Reales de Kansas City, sin brillar en exceso. El de Monclova tiene 4 ganados, 3 perdidos, un juego salvado, 14 holds (ventajas sostenidas en situación de rescate), 3.35 de carreras limpias y 55 chocolates recetados.

Jaime García tuvo, por decir lo menos, un julio bastante movidito. Lo empezó con los Bravos de Atlanta, donde  tuvo una salida mala y otra de calidad, que ganó, y en la que además pegó un jonrón con casa llena para quitarle lo invicto al dodger Alex Wood. De ahí fue canjeado a Minnesota, porque los Mellizos estaban luchando por un puesto de comodín. Allí tuvo una apertura contra los Atléticos, que fue de calidad y terminó con triunfo. Pero fue el único partido que ganaron los Mellizos entre diez descalabros. Fuera de la contienda, los Twins decidieron trocar al zurdo tamaulipeco por dos novatos de los Yanquis neoyorquinos. Jaime voló de Oakland a Atlanta por sus cosas, y de ahí a la Gran Manzana, porque ahora Jaime viste de rayas para el equipo del Bronx, que lo buscó sobre todo por su experiencia de postemporada. En la campaña: 5-7, 4.29 de PCL y 92 rivales pasados por los strikes.

Oliver Pérez dio en julio cuatro de cal por tres de arena. El veterano especialista zurdo de los Nacionales de Washington tiene en el año PCL de 3.91, 7 holds y 31 ponches. No lleva decisión.

Miguel González, a su regreso de la lista de lesionados, es otro mariachi, el que conocimos a principios de campaña. Si bien en su primera aparición de retorno fue severamente castigado por los bates de los Orioles, en la siguiente se enfrascó en un duelazo de pitcheo con nadie menos que Clayton Kershaw (perdió 0-1), y luego tuvo dos aperturas de calidad, de las que pudo sacar una victoria. En lo que va de la temporada: 5-9, 4.59 de efectividad y 57 rivales pasados por los strikes

Héctor Velázquez
lanzó en julio un extraordinario relevo largo para los Medias Rojas, que le permitió llevarse la victoria. De premio, los patirrojos lo mandaron de regreso a AAA.  En la temporada: 2-1, 12 ponches, 4.08 de efectividad.

Jorge De la Rosa tuvo un mes mediocre en el bullpen de los Diamondbacks,  que han perdido algo de fuelle. El zurdo regiomontano lleva en la temporada marca de 3-1, 4.26 de limpias, 9 holds y 30 ponches.

Carlos Torres tampoco tuvo un mes como para escribir a casa. El  relevista de los Cerveceros los ha acompañado en su declive desde la cima. Su récord en el año: 4-4, 4.47 de limpias, 11 ventajas sostenidas y un salvado, junto con 50 sopitas de pichón.

Marco Estrada siguió cuesta abajo su rodada, hasta que por fin se detuvo. En sus tres primeras salidas de julio le pegaron a placer (es cuando se decía que cualquier equipo ante Marco era de 9 Robinson Canó), la cuarta estuvo aceptable y la quinta fue una salida de calidad, que no se transformó en victoria porque el bullpen se la echó a perder (y Osuna cargó con esa derrota). Su bajo nivel hizo que ningún equipo contendiente se interesara en él. En el año lleva 4-7, 5.19 de carreras limpias y 127 ponches.

Luis Cessa tenía la oportunidad de hacerse de un lugar en la rotación de los Yanquis. No lo había conseguido en junio cuando C.C. Sabathia se lesionó. En julio le tocó competir por la plaza que dejó vacante por un año Michael Pineda. Tampoco pudo. El veracruzano funcionó bien como relevista, pero estuvo muy descontrolado en su salida. Al final, lo que son las cosas, fue el hombre sobrante del róster cuando llegó Jaime García a los Bombarderos del Bronx, y lo mandaron a AAA. En la temporada: 0-3, 4.83 de limpias y 25 pasados por los strikes.

Yovani Gallardo por fin tuvo un mes decente. Tras ser degradado al bullpen de Seattle, cumplió lo suficiente (de hecho se llevó una victoria y un rescate) como para regresar a la rotación. El derecho michoacano tuvo dos salidas decentes en la segunda mitad del mes, que no fueron de calidad sólo porque lo sacaron en el sexto inning. Sus números: 5-7, 5.34, 72 ponches y un juego salvado.

Sergio Romo, con su temporada irregular, desentonaba en unos Dodgers arrasadores. Otro equipo contendiente, Tampa Bay, se interesó en él, y el californiano ahora está en Florida, pero sin mejor suerte: lleva 8 holds,  marca de 1-1 y 6.11 de PCL. 

Fernando Salas sigue sin pena ni gloria en unos Mets que son la sombra de lo que fueron en el pasado reciente. En el año 1-2, 11 ventajas sostenidas, efectividad de 5.91 y 55 ponches-

Adrián González siguió en la lista de lesionados, pero ya a principios de agosto tomará sus primeros partidos de rehabilitación, para volver a ponerse en forma. Es posible que, a su regreso a los Dodgers ya haya perdido la titularidad y se le utilice sólo contra lanzadores derechos. Números del Titán en 2017: .263 de porcentaje, un cuadrangular y 20 carreras producidas.

Julio Urías salió bien de su operación, lo veremos hasta 2018. Deja sus números del año: 0-2, 5.40 de PCL y 11 ponchados.

Giovanny Gallegos no vio acción ligamayorista en julio. En 2017, con los Yanquis, lleva 0-1, 7.15 de PCL y 11 ponches.

Vidal Nuño tampoco ha podido regresar de ligas menores a los Orioles. 0-1, 10.43 de limpias y 13 chocolatines.